La autorregulación es la capacidad de controlar las emociones, los pensamientos y el comportamiento de uno mismo en la búsqueda de objetivos a largo plazo. Más específicamente, la autorregulación se refiere a la capacidad de gestionar emociones e impulsos disruptivos.
En otras palabras, a pensar antes de actuar. ¿Cómo podemos potenciar la capacidad de autorregulación los seres humanos? ¿Y qué dice la ciencia sobre la forma en que gestionamos las emociones?
Más allá de esa primera definición, una segunda acepción de este concepto sería la capacidad de recuperarse de la decepción y actuar de forma coherente con sus valores incluso bajo emoción. Por eso se considera que la autorregulación es uno de los componentes que hacen a la inteligencia emocional de la persona.
¿Cómo se desarrolla la autorregulación?
La capacidad de autorregularnos como adultos tiene sus orígenes en la niñez. Aprender a autorregular sus emociones es un talento que los niños deben pulir en sus primeros años de vida y que les resultará indispensable tanto para la madurez emocional en la infancia como, una vez adultos, para sus relaciones sociales.
En una situación ideal, un bebé que llora jucho se convertirá en un niño que aprende a tolerar sentimientos incómodos sin tener un ataque de ira y llanto. Transcurrido el tiempo, ese pequeño se transformará en un adulto capaz de controlar los sentimientos incómodos para actuar como un ser 100% racional.
Ese proceso de maduración debe darle la capacidad de afrontar las amenazas emocionales, cognitivas y sociales del entorno con paciencia y consideración. ¿Se te ha venido a la mente la atención plena que tanto se practica actualmente? No es extraño ya que, como veremos, ambas cuestiones están asociadas.
Por supuesto, en el aprendizaje de esta capacidad entran en juego todo tipo de factores. Un alumno de la Universidad Autónoma de Madrid elaboró una tesis doctoral completa al respecto, al preguntarse por la «Autorregulación en el aprendizaje, análisis de su desarrollo en distintos contextos socioeducativos«. Allí, destaca «el contexto socioeconómico, el desempeño académico y la enseñanza» como tres de los factores imprescindibles para aprender a autorregularse.
¿Por qué es tan importante la autorregulación?
La autorregulación implica hacer una pausa entre el sentimiento y la acción. Al tomarnos un tiempo para pensar las cosas, hacer un plan y esperar pacientemente a que las emociones se calmen, las probabilidades de actuar conforme a la razón y no a los sentimientos serán mucho más elevadas.
Normalmente, hacer esa pausa es algo que le cuesta a la mayoría de los niños y a un buen número de los adultos. Una falta de autorregulación puede desencadenar todo tipo de problemas. Así, un niño que grita o golpea a los demás seguramente tendrá problemas para crear vínculos con los demás.
En la edad adulta, un sujeto carente de autorregulación no sólo puede tener inconvenientes para crear vínculos sino también retraerse por su falta de autoestima. Estos individuos tienden a tener una confianza baja en sus posibilidades, y les es complicado manejar el estrés y la frustración. Son por lo general ansiosos, y, en el peor de los casos, esto podría derivar en una enfermedad mental. Por eso hay que tratar la falta de autorregulación desde la adolescencia.
La autonomía y la autorregulación son cualidades humanas que ofrecen la posibilidad de actuar a la persona por sí misma, y convierten al ser humano en protagonista irrepetible de su vida. así lo establece la Universidad del País Vasco: conllevan una actitud positiva hacia el cambio y la innovación y presuponen flexibilidad de planteamientos, pudiendo comprender dichos cambios como oportunidades, y se adaptan de forma crítica y constructiva a ellos. Las personas que tienen esta capacidad, además, suelen afrontar los problemas y encontrar soluciones en cada uno de los proyectos vitales que se emprenden. Requiere, por tanto, de iniciativa, flexibilidad y adaptabilidad. Son todas cualidades de quienes pueden autorregularse.
¿Cómo controlar la autorregulación?
Es fácil distinguir a alguien capaz de controlar sus emociones, sus pensamientos y su comportamiento. Si actúas según tus valores más allá de lo que sientas, si puedes calmarte cuando estás molesto y animarte poco a poco cuando estás deprimido, y durante todo este proceso mantienes vías de comunicación abiertas, podríamos afirmar que eres alguien con una gran autorregulación. Ser flexible y adaptarte a las situaciones es otra cualidad típica de estos seres humanos.
Por otro lado, hablamos de personas que ven los retos como nuevas oportunidades para volverse alguien mejor. Si ante algún desafío que te pone la vida tu segunda reacción -independientemente de la primera- es trabajar para salir adelante, entonces tienes una buena autorregulación. Y esto debe quedar claro. Las primeras emociones y sentimientos son lógicos, y el secreto de la autorregulación está en hacer esa pausa y poner la razón al mando de tus circunstancias.
¿Cómo practicar la autorregulación?
El estudio «Efectos de la atención plena en el ámbito educativo: una revisión sistemática«, de la Universidad de Oviedo, aborda la conexión entre el Mindfulness -o atención plena- y las habilidades para gestionar el estrés y mejorar en general sus habilidades socioemocionales, cognitivas y comportamentales.
El informe, compartido por la Revista de Psicología y Educación, asegura que éste es un talento que propicia el aumento en la calidad de vida, competencia académica y social, así como reducción de problemas de internalización y externalización. De ahí que deba trabajarse desde edades tempranas en los ámbitos educativos.
Los sujetos que desarrollan su autorregulación son estadísticamente más felices y se perciben más realizados, por lo que el impacto de estas prácticas en la niñez y en la edad adulta es absoluto.
Enfocado a los niños
Desde Child Mind Instituto, explican que practicar la atención plena puede ayudar con la autorregulación. La atención plena enseña a los niños a centrarse en el presente en lugar de en el pasado o el futuro es clave.
Para algunas familias, los programas de capacitación de padres también pueden ser útiles. Para los niños mayores, un tipo de terapia llamada terapia dialéctico-conductual (TDC) puede ayudar con la regulación de las emociones y la tolerancia a la angustia.
Si todo ello supone un problema y ves que esto interfiere en tu vida diaria, entonces es posible que necesites ayuda. Un coach o un psicólogo nos puede ayudar a encauzar este problema.