#PlanesLook | Viñedos, un museo del vino y cuevas secretas a 50 kilómetros de Madrid
Después de recorrer las subzonas de Navalcarnero y San Martín seguimos descubriendo los vinos de Madrid en el área de Arganda
La más grande de las tres, ofrece interesantes atractivos enoturísticos más allá del vino
Cuando iniciamos este viaje en Navalcarnero, los vinos estaban fermentando en depósitos y aún quedaba algún racimo remolón en la viña. Vimos las cepas dormir y descansar el invierno en bodegas de San Martín, Villa del Prado o Cadalso de los Vidrios. Y comprobamos cómo volvían a despertar en Aranjuez y Chinchón. Ahora, que se inicia la cuenta atrás para la vendimia, seguimos esta ruta. Nos adentramos aún más en la subzona de Arganda, la más extensa de la Denominación de Origen Vinos de Madrid, para conocer cuatro municipios con muchas historias que contar.
Bodegas Andrés Morate (Belmonte de Tajo)
“Desde que me hice cargo de la bodega en los 90 tenía claro que no quería emplear pesticidas ni químicos, aunque no tenía ni idea de que eso fuera agricultura ecológica”, nos confiesa Andrés, alma de la primera bodega con certificación de producción ecológica de la Comunidad de Madrid. Su pasión por el campo le permite conversar con sus uvas, de tempranillo, cabernet, malvar o moscatel, aunque siente una especial inclinación hacia la syrah: “De todas las variedades que han llegado de fuera la que más me gusta es la syrah, se ha adaptado perfectamente al suelo y el clima de esta zona”. Tanto que está pensando en lanzar un monovarietal.
Andrés Morate es una bodega familiar, donde también trabajan su mujer y sus hijas. Una de ellas enóloga, la otra encargada de la parcela comercial. Generación que asegura la continuidad de un proyecto que comenzó reingertando uvas tintas en cepas de blanco de unos 70-80 años. “Cuando lo heredé, casi todo era blanco pero la tendencia era el tinto. Adapté el viñedo a la demanda”, nos cuenta, como ahora se adapta a las nuevas corrientes en materia de enoturismo. Ofrecen visitas bajo petición, con una cata que, con el buen tiempo, se celebra en un bonito patio de nogales. En la copa, cualquiera de sus cuatro vinos: Viña Bosquera -blanco (airén y moscatel), joven (tempranillo) y roble (tempranillo, syrah y cabernet)- y Esther, un tinto crianza de tempranillo, syrah y cabernet.
Bodegas Jesús Díaz e Hijos (Colmenar de Oreja)
A finales del siglo XIX, el bisabuelo de Antonio compró las instalaciones de una próspera fábrica de tinajas en Colmenar de Oreja -industria muy importante para el municipio en aquel tiempo- con el objetivo de elaborar vino con el que abastecer las tabernas. En los años 50 ya sería su padre, quien incorporó depósitos de hormigón y se preocupó por ofrecer vino de calidad en la región, controlando la maduración, recogiendo la uva en cajas de fruta… “No querían procesar vino, querían hacer vino. De esta bodega salió la primera contraetiqueta en una botella de la zona”, nos cuenta Antonio, al frente del proyecto actualmente, quién también ve cómo su hijo, formado en enología, ya asegura una nueva generación.
Nos habla de tinajas de barro, las cuales siguen allí y no han abandonado para la producción: “La fermentación en tinaja tiene algo. No sé qué es, quizá es algo romántico, pero nos encanta”. Es entonces cuando bajamos a su cueva, donde se conserva una colección de sus vinos desde 1979, reposan las barricas y se van rotando los espumosos. Un espacio que forma parte de su atractivo enoturístico, con visitas particulares los fines de semana y festivos y para grandes grupos entresemana, en las que, por supuesto, también se cata. ¿Su producción? Jesús Díaz blanco (malvar), rosado (garnacha), tinto (tempranillo) y espumoso (macabeo), además de Altos de Colmenar roble (tempranillo con 6 meses en barrica). Y aunque la base de sus tintos sea tempranillo, cuentan con 14 ha de syrah que “si viene estupendo, hacemos monovarietal con botellas limitadas”.
Bodegas Peral (Colmenar de Oreja)
Y de cueva en cueva. Hacemos parada en otra de las bodegas del municipio para ver cómo se disponían las tinajas y se trasladaba el vino en otro tiempo. Concretamente, la cueva de Bodegas Peral data de 1882 y lo interesante es que se hizo exclusivamente para el vino, no con la finalidad de sacar piedra para la construcción. Con tres generaciones a sus espaldas, el proyecto está actualmente tomando un importante impulso. Involucrados en una gran obra de remodelación de claro enfoque enoturístico, se han adaptado a las necesidades del presente, en las que ya no se produce un millón de litros sino 100.000. Microelaboraciones con acero inoxidable, barro y madera.
“La idea es que el visitante pueda bajar libremente a las cuevas”, nos cuenta Fernando, encargado del enoturismo, que pueda disfrutar del espacio y del momento. “Hemos hecho conciertos, exposiciones, actividades para empresas, planes de ‘elabora tu propio vino’ y hasta pisada”, comenta, además de visitas a la bodega y al municipio, declarado bien de interés cultural. Sobre vino, nos habla Antonio, quien ya ha dado el relevo a su hijo Jesús, enólogo y actual responsable del proyecto. “Lo más característico de nuestros vinos es que elaboramos sobre madre”, un método casi desaparecido por el que los sedimentos van subiendo y bajando por el mosto de forma natural, dejando una sutil gasificación. Antonio luchó mucho para que la técnica se reflejase en la etiqueta, algo que se consiguió en 2009. Así elaboran un clarete (con madre de tempranillo) y un blanco (malvar). Además, Menina joven (tempranillo) y Menina crianza (tempranillo con 12 meses). Pese a que no cuentan con viñedo propio, trabajan desde hace más de 50 años con productores locales, lo que les permite controlar el proceso de principio a fin.
Bodegas y Viñedos Pedro García (Colmenar de Oreja)
“La bodega se funda en 1931 con la idea de elaborar vino de nuestros propios viñedos”, nos cuenta Francisco, tercera generación, que ahora encabeza esta aventura junto a su mujer. Con ellos comentamos el buen momento que están viviendo los Vinos de Madrid: “Empezamos a ser punteros, considerados ya no solo en cantidad sino en calidad y llegando a sitios donde era impensable. Es una D.O. muy rica, con diversidad de suelos, de clima… ofrece vinos muy diferentes en una zona relativamente pequeña”. Mientras nos asomamos a una cueva a través de un cristal, que nos cuentan que tienen previsto rehabilitarla e integrarla en las opciones enoturísticas, hablamos sobre la importancia de las visitas (reciben cualquier día previa petición) y el contacto personal. Es interesante porque “se llevan el vino y se llevan una historia que contar en la mesa”, anota Fernando.
Pese a que se trata de una bodega pequeña y familiar, han apostado fuertemente por ofrecer un gran abanico de opciones en cuanto a elaboración y uvas. Tempranillo, merlot, cabernet, syrah (para tintos), airén, malvar, viura, sauvignon blanc y moscatel de grano menudo (blancos) son las variedades que trabajan. ¿El resultado? Más de diez referencias para todos los gustos, desde semidulces a espumosos pasando por tintos de etiqueta clásica o blancos con paso por barrica. Principalmente trabajan con una base de tempranillo, que redondean con coupage en el que otras variedades aportan la complejidad y el toque necesario para hacer redondo el resultado.
Pablo Morate (Valdelaguna)
Dejamos atrás Colmenar de Oreja para poner rumbo a Valdelaguna, donde nos espera Pablo, quien es, además, alcalde de esta pequeña localidad madrileña. “Somos ya la quinta generación”, nos cuenta, “somos una bodega pequeña y así queremos que sea, es nuestra filosofía”. Recorremos la sala de barricas con aroma a nuevas y nos habla de variedades. Tempranillo, malvar, viura y syrah, de la que fueron pioneros: “Trajimos la syrah hace ya 25 años cuando el Consejo no la admitía. Actualmente no solo está autorizada sino que se cataloga como mejorante”. Coupage y monovarietales que se agrupan en torno a dos líneas: Arate y Señorío de Morate.
Además de sus referencias, cuentan con un interesante atractivo turístico que enriquece la visita, un Museo del Vino situado en un edificio del siglo XV -rehabilitado en el XVIII- que pertenecía a Godoy, valido de Carlos IV. “Lo abrimos hace más de 20 años, mucho antes de que se hablara de enoturismo”, nos explica, “más por una labor de conservación del edificio, de utensilios antiguos, tinajas…”. Ofrecen visitas a particulares todos los fines de semana y a grupos entresemana.
Valdelaguna
Si bien el Museo del Vino es uno de los grandes atractivos enoturísticos de Valdelaguna no es el único de esta localidad al sureste de la Comunidad de Madrid. Enmarcada dentro de la Comarca de Las Vegas, se ubica en pleno valle, lo que hace que sus construcciones se sucedan sobre dos cerros que concurren en una calle principal.
Pasear por sus calles, disfrutar de su conjunto monumental en torno al ayuntamiento y la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción -con un ábside con pinturas del siglo XV y un portalillo de estilo románico- o relajarse en sus terrazas protegidas con árboles.
Sus lavaderos municipales, rehabilitados y con un excelente estado, son hoy parada en las rutas ciclistas que discurren por la zona. Y cerca de allí, dos ejemplos de antiguos instrumentos de trabajo, una prensa de vino y un molino de aceituna que servía para producir aceite.
Villarejo de Salvanés
La última parada de esta etapa pasa por Villarejo de Salvanés, una localidad que ofrece también grandes reclamos. Por ejemplo, el Santuario y convento Nuestra Sra. de la Victoria de Lepanto, dedicado a la patrona y vinculado con una de las batallas más destacadas de la historia europea.
En torno a su amplia plaza se encuentra la iglesia, así como la Casa de la Tercia, de estilo castellano y construida en la primera mitad del siglo XVI. Actualmente alberga un Museo Etnográfico, donde conocer los procesos tradicionales de producción agroalimentaria del cereal, la vid y el olivo, recursos de importancia para Villarejo.
Justo enfrente se encuentra la Torre del Homenaje y Fortaleza de la Encomienda Mayor de Castilla, que tiene en su interior un Centro de Interpretación sobre la historia del municipio. Es posible subir a lo alto, donde una gran terraza ofrece una de las mejores panorámicas de la zona.
Al igual que en Valdelaguna, esta localidad también cuenta con unos lavaderos conservados y un abrevadero, que reflejan los usos y costumbres de la época así como la gran tradición agraria de Villarejo de Salvanés.
Más información sobre Madrid y sus vinos en: Madrid Enoturismo
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