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El otro Florentino Pérez, el de sus amigos y el café con donut

Florentino Pérez el inconformista y con afán de superación presidente del Real Madrid

El madrileño cumple 78 años a la vez que celebra sus más de dos décadas al frente de su equipo blanco

Florentino Pérez(Foto:Gtres)
Florentino Pérez(Foto:Gtres)
  • Paula San José
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Florentino Pérez es amado y odiado. Es envidiado y admirado, pero ante todo es alguien que se mueve por una pasión. Por un afán insuperable de superación y un inagotable inconformismo que le hacen tener sueños y cumplirlos. A sus 78 años es considerado por muchos como un Dios, al mismo nivel de sus «galácticos», alguien inaccesible e inalcanzable, y por un lado, es real, pero no para todos; quienes logran alcanzarlo ven que es un hombre con los pies en el suelo en este mundo terrenal.

Por ese motivo, se puede decir que de Florentino Pérez existe sólo uno, pero con dos versiones. La que lo hace famoso frente al mundo y la que es conocido por sus amigos. Parece frío, serio, discreto y, en parte, lo es. Pero a pesar de ello es gracioso. No chistoso, gracioso. Sabe contar las cosas y se las apaña para que cualquier tema parezca anecdótico, porque lo vive. Todo lo lleva a los extremos. Lo bueno es muy bueno y lo malo muy malo. Sus amigos lo saben, porque vive sus alegrías y sus penas como si fueran propias. 

Es empático y humilde. Humilde porque, a pesar de todo lo que tiene, de todo su patrimonio, de todos sus logros, no tiene gustos caros. Prefiere un buen plato de cuchara que un kilo de ostras. No pierde el tiempo en cosas mundanas, porque lo que más valora es eso, el tiempo. Lo gestiona, lo aprovecha y hasta se le multiplica. Sus días parece que tienen más horas que los de los demás y sus semanas más largas porque logra sacar su vida personal y la profesional adelante. Estar con su familia y hacer crecer sus empresas. Su niña bonita, ACS, y su diversión y su pasión. Lo que le hace levantarse por las mañanas y acostarse por las noches: El Real Madrid. Es lo primero y lo último en lo que piensa cada día y es tan madridista que incluso sueña en blanco.

Florentino Pérez en su primera mandato (Foto:Gtres)

Florentino Pérez en su primera mandato (Foto:Gtres)

Su pasión y entrega por el trabajo

No duerme demasiado, tampoco lo necesita. Sus seis horas y a seguir trabajando. Porque él trabaja todos los días, sin importar si es domingo o un martes cualquiera. 18 horas al día, siete días de la semana y, aun así, se autoengaña fingiendo que descansa. Los sábados cambia su despacho por un desayuno en un hotel, porque así sigue trabajando, aunque parezca que no lo haga, pero lo hace. Lo hace mucho y bien. Puede que sea su desayuno lo que le da la fuerza y la energía para ser incansable e imbatible, como Popeye con sus espinacas; Florentino siempre con su café y su donut de azúcar.

Florentino Pérez en su primera mandato (Foto:Gtres)

Florentino Pérez junto al Rey Juan Carlos. (Foto:Gtres)

Quien le conoce asegura que conviene hacerle caso, porque rara vez se equivoca, ya que es muy listo. Dicen que hay tres cosas que le caracterizan: su capacidad de trabajar como nadie, ser preclaro y saber mandar y equivocarse poco; que se equivoca, pero no es lo normal. Puede que sea por todo lo que lleva a sus espaldas, sus años de experiencia, o por la coraza que acabó creando frente al mundo. Unas capacidades defensivas que le hacen ser menos abierto de lo que era antes, pero más sabio.

Florentino es el eterno presidente; lo es desde que tiene 29 años. Desde entonces no ha hecho otra cosa. Él no ha sido director general, ni consejero delegado, siempre ha sido presidente. Presidente de sus empresas y del que es el segundo amor de su vida, el Real Madrid. Se presentó hace 25 años a su presidencia para intentar rescatar la leyenda de lo que un día fue el conjunto blanco. Fue cuando el club apenas tenía dinero para pagar las facturas y consiguió transformarlo en el imperio que es. En la potencia deportiva mundial que lo ha convertido en el presidente de los 65 títulos y el mejor de todos los tiempos.

La familia que creó junto a Pitina

El Real Madrid es su segundo amor, porque el primero Mari Ángeles, su mujer y madre de sus tres hijos, que falleció en 2012. Sólo con ella logró desconectar del trabajo, aunque tampoco demasiado, tres o cuatro días en verano, y nada más. Ambos se complementaban y se querían y seguro que se siguen queriendo. Ellos criaron a sus tres hijos, con sus tres apodos, Mari Ángeles (Cuchi), Eduardo (Oven) y Florentino (Chivo). No han seguido los pasos profesionales de su padre, pero sí sus pasiones. Porque Florentino, además de ser madridista hasta la médula, o más, y ser un empresario de la cabeza a los pies, también es un apasionado de la gastronomía y del cine. Su primer trabajo fue en la Guía del Ocio y eso se lo contagió a sus hijos. Cuchi regenta un restaurante en el barrio Salamanca y en su carta no faltan «las lentejas de mi madre». Chivo, gestiona inversiones inmobiliarias, y Oven durante años tuvo su empresa audiovisual y de eventos.

Florentino Pérez y su mujer Mariángeles (Foto:Gtres)

Florentino Pérez y su mujer Mari Ángeles (Foto:Gtres)

Florentino se ha perdido pocos momentos familiares en su vida. Es un hombre de tradición. Nunca faltó un día a la semana a comer a casa de su madre, Soledad. Tampoco a un partido de fútbol con su padre, Eduardo. Apenas se ha perdido encuentros de su Real Madrid. Se pueden contar con una mano las veces en las que se ha ausentado de su palco . Un palco al  que va a disfrutar de su equipo blanco. De los jugadores que son su debilidad y a los que, según reconocen sus amigos, maleducó en su primera etapa como presidente, aunque luego aprendió y supo gestionar tanto lo empresarial como lo sentimental. Porque Florentino ante todo es merengue. Su sueño fue y es el conjunto blanco. Puede que el único que no haya logrado cumplir sea el de ser delantero centro de su equipo y marcar tres goles en el Santiago Bernabéu, pero lo ha compensado con otras aspiraciones, las cumplidas y las que cada día se propone. 

Florentino Pérez y su familia (Foto:Gtres)

Florentino Pérez y su familia (Foto:Gtres)

Seguro que Florentino nunca se imaginó que sería considerado casi un Dios, un emperador al frente de su Coliseo Blanco, que partido tras partido sigue alzando su dedo arriba. Muy arriba, por los que ya no están, pero son leyenda. Por Di Stéfano, por Juanito, por Muñoz, por Gento, por su Pitina, pero también por las estrellas que están por llegar. Porque, como seguro que canta, «ya salen las estrellas, mi viejo Chamartín, de lejos y de cerca, nos traen hasta aquí», porque Florentino ha logrado lo que ya hicieron los que le antecedieron, juntar familias en su casa blanca, en su Santiago Bernabéu, y contagiar la pasión que a él le contagiaron en su día.

Florentino Pérez (Foto:Gtres)

Florentino Pérez (Foto:Gtres)

Quién se lo iba a decir a un pequeño Florentino Pérez que aún vivía a dos pasos de su estadio. Cuando aún no había bancadas y asientos en el campo. Cuando los goles se celebraban corriendo, y fue entonces cuando corrió a celebrar y se cayó. Se partió el labio y le quedó una cicatriz para siempre, igual que la huella que el Real Madrid le dejó grabada a fuego en su corazón, porque parece que incluso allí tiene el escudo bordado con su sangre. Quién le iba a decir que, al igual que su himno, es «castizo y generoso, todo nervio y corazón», pero que además ya es y será siempre una «de las glorias deportivas, que campean por España».

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