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Exclusiva: Almeida encarga el menú de su boda al histórico restaurante Lhardy de Madrid

  • Eduardo Verbo
  • Jefe de LOOK. Licenciado en Periodismo, se ha dedicado a los asuntos de la realeza y la aristocracia en El Mundo, Vanity Fair y ¡Hola!
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José Luis Martínez-Almeida, de 48 años, no podría haber optado por un catering más castizo para el almuerzo que se servirá tras la celebración de su enlace religioso con Teresa Urquijo, de 27, el próximo sábado 6 de abril. Tal y como ha podido saber LOOK en exclusiva, Almeida y su prometida se han decantado para el menú de su boda por Lhardy, el legendario restaurante ubicado en el número 8 de la Carrera de San Jerónimo de la capital, calle donde también se encuentra el Congreso de los Diputados.

El icónico restaurante fue fundado en 1839 por el francés Émile Huguenin, más tarde conocido como Emilio Lhardy, cuando la ciudad era corte de la Reina Gobernadora, madre de Isabel II. Desde su inauguración fue una sensación gastronómica, lo que llevó al mismo Azorín a sentar cátedra al respecto: «No se puede concebir Madrid sin Lhardy». En el libro El espejo del fondo de Lhardy, el escritor no esconde su fascinación por los espacios del restorán, donde vive una especie de síndrome de Stendhal: «Por el espejo del fondo nos esfumamos en la eternidad».

Imagen de archivo del icónico restaurante Lhardy de Madrid.
MADRID

Volviendo a la boda entre Almeida y Teresa Urquijo, el menú servido por Lhardy tendrá lugar en la gran terraza de la residencia que los abuelos maternos de ella, la princesa Teresa de Borbón-Dos Sicilias e Íñigo Moreno de Arteaga, marqueses de Laserna, poseen en la finca El Canto de la Cruz, ubicada en la localidad de Colmenar Viejo y donde regentan la yeguada Flor de Lis. Los aristócratas han aprovechado el enlace de su nieta Teresa para pintar y hacer algunos arreglos.

Lhardy, que es uno de los restaurantes más emblemáticos y antiguos de la ciudad, es famoso por su consomé, compuesto a base de caldo de cocido, carne picada, claras de huevos y unas gotas de fino de Jerez al gusto. Este fabuloso reconstituyente se sirve a través de unos llamativos samovares rusos, un utensilio que los zares solían utilizaban para hervir agua, repartidos por varios de los salones del que fue el primer establecimiento español que supo introducir las exquisiteces culinarias francesas.

Un ‘soufflé’ con mucha historia

Aunque, en Lhardy también son famosos por sus callos, los riñoncitos al Jerez, su solomillo Wellington, sus croquetas, sus pescados… y, como postre, su soufflé, un postre con más de dos siglos de historia. Antes de convertirse en cocinero, Emilio Lhardy, su fundador, ejerció de pastelero y descubrió en París este dulce, elaborado con una base de bizcocho borracho, helado de vainilla y manta de merengue con un flambeado de ron añejo. La historia también dice que fue la malagueña Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia por su matrimonio con Napoleón III, quien animó al francés a establecerse en nuestro país. La idea resultó un éxito.

El mítico ‘sufflé’ de Lhardy. / LHARDY

Por sus elegantes salones, decorados por Rafael Guerrero, padre de la famosa actriz doña María Guerrero, vecina de Joaquín Sorolla en la hoy casa-museo del pintor valenciano en la capital, pasaron numerosos intelectuales y escritores que dejaron por escrito sus impresiones del viejo restorán. Hay seis salones: el isabelino, el blanco, el sarasate, el gayarre, el tamberlick y el japonés, el más famoso de todos, donde la cupletista Consuelo Bello La Fornarina celebraba sus éxitos y Primo de Rivera se reunía con ministros y personalidades de la dictadura. De hecho, allí se decidió el nombramiento de Niceto Alcalá Zamora como presidente de la Segunda República.

Imagen del salón Sarasate, en honor al violinista Pablo Sarasate. / LHARDY

Tertulia de reyes e intelectuales

Además de por el apoyo incondicional de Eugenia de Montijo, su fundador se animó a levantar este establecimiento por recomendación de un célebre literato, Prosper Mérimée, autor de la novela Carmen que, más tarde, Georges Bizet convirtió en la famosísima ópera. En 1900, Benito Pérez Galdós publicó Los Ayacuchos, uno de sus Episodios Nacionales, donde consagró a Lhardy «por su puntualidad, esmero, pulcritud y por la ciencia de sus cocineros, que ya no hay en Madrid quien se le ponga por delante». También lo citan Mariano de Cavia, Ramón Gómez de la Serna o Francisco Umbral y, entre sus paredes, se reunieron desde el escritor Julio Camba al pintor Ignacio Zuloaga.

Uno de los famosos samovares de Lhardy. / LHARDY

Pero si Lhardy se convirtió en una especie de inspiración para los más prominentes escritores del siglo XIX, también lo fue para algunos de sus personajes más fascinantes. Isabel II hacía escapadas desde el cercano Palacio Real para comer allí, como después de la Restauración sucedería con Alfonso XII, al que acompañaban, por ejemplo, el Duque de Sesto, Benalúa, Tamames o Bertrán de Lis. Otro de sus clientes más famosos fue el marqués de Salamanca, banquero y constructor de ferrocarriles que celebró en 1841 el bautizo de su primogénito, Fernando Salamanca Livermore. Casi dos siglos después, Lhardy, hoy en manos de la empresa Pescaderías Coruñesas, sigue en buena forma. Tanto que serán ellos los que sirvan el almuerzo de la boda del alcalde de la capital y su prometida, porque, como sostenía Azorín, «“no se puede concebir Madrid sin Lhardy».

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