Doña Sofía espera la vuelta del rey Juan Carlos
La reina Sofía sabe mejor que nadie cuál es su sitio y vive su día a día en su casa, el palacio de la Zarzuela, con el apoyo sin fisuras de su hijo, el rey Felipe
Ha seguido llevando su vida con normalidad porque hace mucho tiempo que vive separada del rey Juan Carlos. La reina Sofía sabe mejor que nadie cuál es su sitio y vive su día a día en su casa, el palacio de la Zarzuela, con el apoyo sin fisuras de su hijo, el rey Felipe, pendiente de los acontecimientos que preocupan al país y de la vuelta del rey padre.
Leo esta semana que el matrimonio de los reyes Juan Carlos y Sofía fue de conveniencia y organizado por el dictador Franco. Recuerdo entonces las declaraciones de la reina Sofia a Pilar Urbano sobre cómo fue la decisión de casarse con Juanito, como cariñosamente han llamado siempre al rey padre en su familia, y nada que ver. La periodista se lo planteó abiertamente, “¿Las familias lo veían como una buena boda, como un matrimonio de conveniencia?”. Doña Sofía responde: “¡Ni hablar! Yo no hubiese aceptado un noviazgo impuesto, ni una boda de conveniencia. Nos casamos por amor. Solo por amor. Yo estaba muy enamorada. ¡Feliz! Y eso que aquel verano, navegando juntos, discutimos fuerte”.
Se lo cuenta a Urbano en “La Reina” (Editorial Plaza y Janés) y que don Juan Carlos tenía su buen genio y que era un mandón. Discutieron bastante. Ambos querían tener la razón. Se enfadaba uno y luego el otro. “Si a pesar de estos enfados nos casamos, es que ya estamos vacunados y podemos con todo lo que nos echen”. Confiesa que la concibió como “una boda normal, por amor, entre dos personas que se gustan, que se quieren, que se entienden, que ven que aquello funciona…” explica la reina; Él no iba a vivir de mi estatus. Era yo quien iba a vivir del suyo”. Durante el noviazgo se contaron sus vidas. “Sí, él era el heredero del trono de España, pero no tenía mucho sentido entre nosotros, hacer conjeturas sobre esta remota posibilidad”. Y la creo. Corría el año 1961 en el que comenzó la relación con don Jun Carlos. Don Juan, su padre, era el legítimo heredero y Franco estaba antes, no porque fuera legítimo, sino porque fue quien tomaría la decisión final y punto. “Ni siquiera estaba claro que pudiésemos vivir solo los dos, con independencia, aquí en España. El plan de don Juan, y de su Consejo Privado, era que nos instalásemos en Estoril. Y tuvimos que hacerlo por un tiempo”.
Don Juan Carlos y doña Sofía, la joven princesa griega, empezaron en serio en la boda de los duques de Kent, en junio de 1961. Tres meses después, se prometían. Han sido muchos años de compromiso y de vivir lo que tocaba, bueno y malo también. Doña Sofía sabe perfectamente cuál es su sitio y no está lejos de don Juan Carlos, pese a lo que se pueda interpretar desde que su separación de hecho es vox populi y se conocen todo tipo de detalles de los amoríos del rey padre desde hace años. Ella es la mujer que mejor lo conoce, con quien más años ha vivido, aunque sin disfrutar de intimidad desde hace mucho, y con quien ha compartido la responsabilidad de representar a la Corona de España.
Los datos llevan a situar el distanciamiento del matrimonio varios años después de que naciera don Felipe en 1968, siendo ya reyes de España. Sin embargo, pese a las diferentes señoras que han acompañado la vida íntima de don Juan Carlos, su mujer es ella y estará a su lado cuando vuelva. Me aseguran que va a ser así. Según una fuente- anónima a petición propia- en estos dos meses de ausencia de don Juan Carlos, instalado en Abu Dabi (Emiratos Árabes), tal y como confirmó La Zarzuela dos semanas después de que viaja fuera de España el 3 pasado de agosto, no solo habla con su hijo Felipe; también la reina Sofía sabe cómo se encuentra, y están mucho más cerca de lo que la gente se cree. La pareja no existe, murió hace más de 30 años, pero saben que se tienen el uno a otro. “Y ahora más, porque don Juan Carlos está mayor y su salud es delicada”.
Esta semana también trascendía que doña Sofia se había quitado el anillo. ¿Cuál?, pregunté, pensando en que podía ser una decisión meditada tras desayunarse una taza de lo que tome con titulares en los que no salían bien parados ni ella misma ni su marido, el rey Juan Carlos. No, doña Sofía sigue llevando su alianza de matrimonio. Es mujer de principios, de tradiciones y símbolos. Lo ha aprendido desde la cuna. Sí, es cierto que el anillo de compromiso se lo quita y se lo pone recurrentemente. Es el que don Juan Carlos le tiró al aire, dentro de una cajita, diciéndole aquello de “Sofí, cógelo”, como petición formal del compromiso que se celebró el día 13 de septiembre de 1961 en el hotel Beau Rivage, en Suiza. Una sortija que había encargado a su joyería de confianza y que engarzaron con unas piezas de oro, dos rubíes redondos y unos brillantes de una botonadura de gala de su padre, don Juan de Borbón. Ella aprecia los símbolos y ese es uno muy importante en su vida.
No son tiempos fáciles para la reina Sofía, pero la realidad de su matrimonio, la ruptura la vivió hace ya muchos años. Ya lloró cuando le tocaba. Ha sido un verano diferente. No ha habido fotos con sus hijos, ni con sus nietos, y encara un otoño difícil, muy difícil. Ella, muy consciente de cuál es su papel, sigue trabajando en actos en los que se siente especialmente identificada. Con el Banco de Alimentos, apoyando la recogida de residuos en las playas… Se la espera en la entrega de los premios Princesa de Asturias, como siempre, aunque este año todo será también diferente por la crisis sanitaria. Instalada de nuevo en su casa, aguarda la vuelta del rey Juan Carlos. “Ser reyes no se improvisa… “, asegura la reina en el mencionado libro. “…se inicia toda una educación, todo un depósito de tradición, toda una exigencia y forma de entender que estás en la vida para los demás. Eso, día tras día, va formando como una segunda naturaleza”. Vacunada contra todo lo que le echen, espera al rey Juan Carlos, quien la definió como “una gran profesional”, su regreso a casa. A ver si es que ella es realmente la mujer de su vida.