El día que Isabel Pantoja se enfrentó a su hermano Agustín
Isabel Pantoja mantiene una relación muy especial con su hermano menor. Su propio hijo, Kiko Rivera, ha declarado que son “más que hermanos”. Sin embargo, hubo un día en el que la cantante descubrió algo grave que le perjudicaba y la tensión fraternal estalló.
Se adoran, pero dicen que nadie es perfecto. Muy unidos desde siempre, Isabel Pantoja y Agustín son inseparables. Retirado de los escenarios a finales de los noventa, el menor de los cuatro hermanos de la familia Pantoja Martín es sin duda el mayor apoyo de la cantante, su confidente, su incondicional; el hombro en el que se apoya en estos tiempos de cisma familiar en los que Isabel ha roto relaciones con su hijo Kiko y vive sola con él y con su madre en la finca gaditana Cantora. Sin embargo, hubo un día en el que la realidad los enfrentó.
Es de la mano de Agustín de la que aparecía en la mayoría de las imágenes tomadas desde que la cantante rompiera su relación con el exalcalde marbellí Julián Muñoz y fuera después condenada a 2 años de prisión por el caso Blanqueo. Fue él quien le acompañó ese aciago día de noviembre de 2014, el de su ingreso en el centro de mujeres de Alcalá de Guadaira, fue él quien la visitó; él quien acudió a recogerla después en su primer permiso penitenciario. Día y noche, pendiente de Maribel, como la llaman los suyos. Tal era su confianza que fue a quien otorgó poderes generales, días antes de su ingreso, para que se ocupara de todo lo necesario durante sus 2 años de cumplimiento de condena. Isabel ponía todos sus asuntos en sus manos. La cantante tenía aún pendiente en ese momento terminar de pagar la multa impuesta por la Audiencia de Málaga, terrenos y locales alquilados, varias hipotecas a las que hacer frente y problemas con Hacienda tras una inspección que le obligó a regularizar las sociedades con las que facturaba su trabajo desde el año 2009 hasta el 2012 inclusive. Su hermano apoderado atendió todo lo importante, mantenía contacto con sus asesores y abogados y -entiendo- informaba a su hermana en sus visitas al centro penitenciario de lo que ocurrí fuera, cuando lo estimó oportuno.
Isabel Pantoja cumplió condena el 28 de octubre de 2016 y 13 días después presentaba en el Teatro Real Carlos III de Aranjuez “Hasta que se apague el sol”, el disco que había grabado con Juan Gabriel en México un año antes de que entrara en la cárcel. La cantante reapareció. Su fans -que son legión-, como locos. La cantante fichó por la discográfica Universal y dio varios conciertos en España durante el 2017. Todo fue bien hasta el año siguiente. En febrero de 2018 tuvo que cancelar los conciertos previstos en Puerto Rico al denegarle el visado para viajar a Estados Unidos. Pero ese año le guardaba todavía una sorpresa mucho más desagradable. El Juzgado de Primera Instancia número 3 de Marbella le seguía de nuevo los pasos por varios delitos penales. Ella no sabía nada, según me aseguran. Un año antes se habían abierto diligencias previas contra la cantante, en calidad de administradora de la sociedad Panriver 56 s.l., por presunto alzamiento de bienes, apropiación indebida, insolvencia punible y estafa. El juez la cita a declarar y, hasta dónde sé, tampoco le dicen nada. Como era imposible evitarlo y la comparecencia era de obligado cumplimiento, so pena de declarar su búsqueda y captura, su hermano Agustín se lo comunica finalmente dos días antes de la fecha señalada por el juez. Problemón.
Cuando Isabel se entera de que tiene una querella interpuesta por 4 delitos relacionados con la venta de ‘Mi Gitana’, el chalé marbellí que compartió con Julián Muñoz, para los que la ley contempla pena de cárcel, y que debe declarar en 48 horas, se las tiene con su hermano. La bomba estalla y se las tiene con él, por decirlo de alguna manera. En mi opinión, le sobraban los motivos para liarle una buena. La situación era límite. 4 delitos penales. Él se encargó de la venta del polémico chalé. Había mucho que explicar, supongo. Entiendo que Isabel se enfadara hasta el infinito y más allá. Se jugaba -se juega- mucho. De haberlo sabido antes habría, al menos, preparado su defensa. Un abogado que se hizo cargo del caso 24 horas antes de la declaración judicial, atendió a Pantoja in extremis. Sí, sé que parece disparatado. Estoy de acuerdo, pero les aseguro que es un dato contrastado. El letrado recién llegado pidió la suspensión dado que le acababan de dar la venia, pero el juez dijo que nones. Isabel Pantoja tendría que declarar sí o sí. Desconozco el detalle de lo que explicó en los juzgados de Chiclana el 29 de enero de 2019, donde declaró por videoconferencia, pero, según me indican, se acogió al derecho de no declarar y explicó a su Señoría que no sabía nada y que no participó en nada de lo que se le imputaba, entre otros motivos, porque ella estaba en prisión cuando ocurrieron los hechos que se investigaban.
Esta pasada semana, Look adelantaba que Isabel se enfrentaba, como administradora de Panriver 56 s.l., a una querella interpuesta por Hormofer s.l., una constructora cordobesa que embargó a Codabe, la empresa malagueña que realizó las obras del restaurante Cantora y que a su vez había embargado a Panriver 56 por impago. El problema surgió cuando al vender “Mi Gitana” no se respetó el derecho preferente de Hormofer sobre Codabe (también querellada) y se pagó a este último, mediante acuerdo extrajudicial con una rebaja sustancial del 70 por ciento de la deuda. Agustín Pantoja, con un poder especial de la artista, se encargó de la cuestionada venta del chalé. Entiendo que no quiso en ningún momento perjudicar a su hermana, pero los hechos son los que son. Quaestio facti. Se notificó vía procesal el derecho preferente del querellante. El querellante no duda que sabían lo que hacían y que lo que hicieron le perjudica. Agustín tenía el mando; la querella es contra Isabel. Otra cosa es que tenga que dar explicaciones si le llaman a declarar. Como Jack Lemmon en “Con faldas y a lo loco”: nadie es perfecto.