Adiós a Pilar de Borbón: la infanta de España que nunca quiso ser reina
La hermana mayor del rey emérito Juan Carlos I ha fallecido en Madrid a los 83 años rodeada de sus seres más queridos.
«De esta no salgo». Así se lo confesó la infanta Pilar de Borbón a un familiar cercano a finales de verano. La hermana del rey Juan Carlos I, aquejada de un cáncer de colon desde hace más de un año, era muy consciente de como cada día su salud se iba deteriorando. No era fácil para ella, una mujer todoterreno, muy activa y muy independiente, pero, parafraseando a su padre, el conde de Barcelona, jamás se quejó «como toda princesa bien educada». Su vida no fue un cuento de hadas, pero no le ha faltado ningún ingrediente de una buena historia: lujo, tragedia, amor y desdicha.
Dice Lorenzo Caprile que «en la cara de la infanta Elena están impresos 500 años de la historia de España» y lo mismo se podría decir de doña Pilar. Nació en Cannes (Francia), un 30 de julio de 1936, en los primeros años del exilio, la primogénita de don Juan de Borbón y Battenberg y de de doña María de las Mercedes de Borbón y Orleans, condes de Barcelona y eternos pretendientes al trono de España en tiempos de la dictadura del General Francisco Franco. Pesó casi 4 kilos y fue bautizada en la Iglesia de Rins de la ciudad francesa con el nombre de María del Pilar Alfonsa Juana Victoria Luisa Ignacia de Todos los Santos de Borbón y Borbón. Sus padrinos fueron el rey Alfonso XIII, su abuelo, y su abuela materna, la condesa viuda de Caserta. Gozó siempre de la simpatía de sus abuelos, los reyes, en especial de la reina Victoria Eugenia, quien siempre estuvo muy pendiente de su nieta y le corregía constantemente sus ademanes «de chicazo» en la infancia.
Y es que si de algo ha ido sobrada doña Pi- como se la ha conocido cariñosamente- ha sido de carácter. La hija de don Juan siempre ha sido, desde niña, una mujer de orden y mando, fuerte, independiente y mandona. Señas de identidad que la convertían entre muchos monárquicos como un referente de lo que debería ser una reina. Pero, no lo quiso el destino. Tan sólo dos años después llegó don Juan Carlos, el que más tarde sería rey de España, por derecho dinástico. Desde muy tierna edad, doña Pilar notó cómo a su hermano pequeño se le trataba de manera diferente, incluso en las pequeñas cosas: «cuando visitábamos a nuestra abuela, la reina Victoria Eugenia, en Suiza, todas las atenciones iban para Juanito. Se le servía el primero y se le daba el filete más grande. A mí, eso, como hermana mayor, no me gustaba nada», confesaba entre risas. También, haciendo gala de su humor tan particular, le preguntaron si le hubiese gustado ser reina a lo que contestó: «ni por nada. De una buena se ha librado España». Genio y figura.
Una infancia marcada por la muerte de Alfonso
Los años del exilio fueron duros para alguien de su condición. Quizá, para los comunes mortales sea difícil de entender, pero para una familia real, vivir en el exilio es como para un niño vivir sin jardín. Lejos de las grandes cortes europeas, la infanta española vivió su niñez y adolescencia a caballo entre Francia, primero, Italia después, y más tarde, Estoril, en Portugal. Fueron años felices, de muchas correrías y juegos de niños. También de grandes disgustos. En 1954, su hermano pequeño, el infante don Alfonso, murió con apenas 14 años mientras jugaba con don Juan Carlos con una escopeta. El terrible suceso marcó a toda la familia y la sumió en la más profunda tristeza.
Los años fueron pasando y Pilar creció. De niña regordeta pasó a una joven grande, espigada, con mucho porte y una elegancia natural y personal muy propria, digna sucesora de su abuela, la reina. Su puesta de largo en Estoril se convirtió en todo un acontecimiento para los apologistas de la monarquía, con gran repercusión en prensa internacional y en el periódico ABC, que desafiando a la censura, lo notició con gran destaque. Fue entonces cuando a su padre, el conde de Barcelona, empezó a pensar que su primera hija, infanta de España, y con dotes para el mando, tenía que encontrar un marido a su altura.
Luis Gómez-Acebo, su gran amor
Balduino, rey de los belgas, era el candidato ideal. Era rey, católico, y de edad similar a la de la infanta. Siguiendo el consejo de su abuela, Victoria Eugenia, visitó la capital de Bélgica haciéndose acompañar «por las damas menos vistosas», entre ellas, la beata y devota Fabiola de Mora y Aragón, de quien el soberano quedó prendado y con quien finalmente se casó. Con su desparpajo habitual, la hermana del rey emérito habló años después sobre el tema: «a mí Balduino, que me caía muy bien, no me gustaba nada de nada. Así que tuvimos mucha suerte los dos», algo que confirmaría su padre, don Juan: «gustarle no le gustaría, pero se habría casado con él si así se lo hubiera pedido, como princesa bien educada que es».
Años después conoció a su gran amor, Luis Goméz-Acebo, vizconde de la Torre. Fue en casa del rey Simeón de Bulgaria, ya que la esposa de éste, Margarita, era prima hermana del aristócrata. A don Juan, Luis le pareció poco en un principio, pero finalmente dio su visto bueno. La pareja contrajo matrimonio en el Monasterio de los Jerónimos de Lisboa y recibió del jefe de la dinastía, el padre de la novia, el título de duques de Badajoz. Tuvieron cinco hijos y tras la restauración de la corona, volvieron a España, instalándose en Madrid.
Fueron un matrimonio feliz y muy unido, que se truncó con la muerte de Gómez-Acebo el 9 de marzo de 1991. Muy amigos del barón Thyssen y de su cuarta esposa, Tita Cervera, fueron unos de los máximos responsables de que la colección del aristócrata alemán recayera finalmente en nuestro país. Sin duda, uno de los mayores logros de una infanta de España a la que España le ha dado, quizá, sino poco valor, al menos, el que se merecía.
Una vida entregada a los demás
Si algo ha llevado siempre a gala doña Pilar ha sido su entrega total a los demás. En 1963, aun viviendo en Lisboa, la infanta, que era enfermera en el Hospital dos Capuchos de la capital lusa, se fue como voluntaria a la estación de Cais do Sodré, cuyo techo se había caído, dejando varios muertos y heridos. Ya en España, fue la fundadora de la ONG Nuevo Futuro, a la que ha dedicado toda una vida en favor de los más desfavorecidos.
Gran amante de la hípica, fue presidenta de la Federación Ecuestre Internacional desde 1994 al 2005. También representó a su hermano, el ya rey Juan Carlos I de España en varios actos dentro y fuera de España. Un servicio a la Corona, total y desinteresado, que al igual que su hermana, la infanta doña Margarita, ha quedado deslucido en el tiempo. Adiós a Pilar de Borbón. Una infanta de España que nunca quiso ser reina y que quizá no se le dio en vida el lugar que le correspondía.