La lesión de tobillo que pudo retirar a Bale con 18 años

Estadio White Hart Lane, Tottenham, Londres. 12 de diciembre de 2007. Los Spurs reciben en casa al Birmingham. En sus filas, la sensación de la Premier: un lateral zurdo, espigado, menudo y con orejas de soplillo. Se llama Gareth Bale y tiene 18 años, pero el Tottemham acaba de pagar por su traspaso 14 millones de euros al Southampton.

El imberbe Bale lo está petando. Lleva tres goles en sus primeros siete partidos demostrando que Martin Jol –entonces técnico del Tottenham– no se ha equivocado y que puede ser un lateral de época. Sin embargo, aquel 12 de diciembre todo se tuerce. Empezando por su tobillo derecho, después de sufrir una escalofriante entrada de Fabrice Muamba. Gareth se retuerce en el suelo y tiene que abandonar el campo apoyándose en dos fisios del Tottenham, porque ni siquiera puede colocar el pie derecho en el suelo.

Los diagnósticos confirman los peores presagios: fractura de los ligamentos del tobillo derecho. La lesión es gravísima. Bale pasa por el quirófano y, una vez operado, el galés inicia su calvario particular: ocho meses sin jugar al fútbol. Ocho meses de recuperación. Ocho meses de dolores, fisioterapia, gimnasio, piscina… Superación, en una palabra. «Para mí fue difícil superarlo física y mentalmente», confiesa Bale.

Pero Bale volvió y lo hizo por todo lo alto, aunque en la Premier siguieron castigando sus tobillos. No sólo el derecho, sino también el izquierdo. Algunas fueron entradas escalofriantes y otras, sencillamente, torceduras imposibles como las que sufrió en el duelo de Europa League frente al Basilea.

Afortunadamente, Bale nunca ha tenido secuelas de aquella operación en en los ligamentos del tobillo derecho, a pesar de que los rivales le han pegado duro, especialmente durante su etapa en el fútbol inglés. Ahora, con la operación a la que será sometido en Londres, el crack del Real Madrid espera volver otra vez como nuevo. Aunque eso ya será a partir de 2017.