La música es un legado y muchos artistas han pasado por este mundo dejando su huella y una guía para las siguientes generaciones. Desde el góspel al soul, pasando por el jazz, grandes figuras del siglo XX cambiaron el rumbo de una industria que ahora se ha convertido en una de las más poderosas. Aretha Franklin o Etta James cautivaron al público con su voz y sus éxitos y siguen estando presentes como una brújula para próximas generaciones. Sobre todos destaca un gran personaje, Louis Armstrong, quien de la trompeta a su voz dejó marca en el mundo actual y creó ritmos que siguen estando presentes. Visitamos su museo en Queens y la casa donde vivió, todo de la mano de su directora, Regina Bain. ¡Dale al PLAY!
Louis Daniel Armstrong (Nueva Orleans, 1901), también conocido como Satchmo o Pops, fue un reconocido trompetista y cantante estadounidense de jazz. Si indagamos en la historia de este género, el artista es uno de los grandes referentes de la disciplina y su habilidad para crear sonidos es algo que ha traspasado generaciones. Podemos decir que es uno de los genios de la música de mediados del siglo XX y es de los pocos cuyo legado sigue presente.
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Vivir como afroamericano en Estados Unidos y en esa época no era nada fácil. En estos años comenzaba a surgir un movimiento dentro del mundo de la música, el ragtime, y que fue lo que impulsó al joven Armstrong a coger una corneta. Tras varias lecciones de su profesor Peter David se unió a la banda Fate Marable y ahí es cuando comenzaba a nacer una leyenda.
La historia de Louis Armstrong es una de las más importantes en la industria musical y hemos visitado su museo en Corona, Queens, para saber un poco más de él. De la mano de Regina Bain, directora del lugar, hemos visto que el legado del músico y cantante es mucho más grande de lo que pensamos. Para dirigir un espacio así, tienes que ser artista de corazón y así es cómo podemos describir a Bain. Mientras hablamos con ella notamos una energía especial y está claro que lleva este arte en las venas.
Dirigir un museo significa que tienes que saber cómo preservar la esencia de esa persona y, como directora, preguntamos a Regina Bain cómo se siente al estar al frente de tan importante proyecto. «Para mí es un honor dirigir este museo y es una enorme responsabilidad, porque hablamos de un gran legado global y creo que tiene que ser tratado como tal». Razón no le falta, puesto que para el que sepa un poco de música, sabe que el trompetista fue un referente en un tiempo en el que era complicado destacar como afroamericano.
Cruzando las puertas del museo, nos recibe una gran imagen de Louis con su mujer, Lucille, en Egipto y vemos como una fachada con una arquitectura bastante singular alberga algunos de los objetos que han creado los ritmos que han guiado el jazz durante décadas. Pero si cruzas la calle encuentras una casa de ladrillo rojo, que pertenecía al cantante y en la que vivía con su mujer. Cuando Armstrong se mudó a este hogar, él ya era una estrella, pero quería mantenerse cerca de su comunidad.
Verla por dentro es una experiencia de lujo, algo exclusivo porque es el lugar donde vivió una leyenda. Una construcción americana típica de la postguerra, que, según chuzas su puerta, te recibe un estrecho pasillo con un papel de pared bastante singular.
Los muebles, la cocina, la habitación e incluso los cuartos de baño están intactos. En las paredes ves las fotos de la pareja, de su vida cotidiana, y si giras la cabeza, observando los detalles, ves que nada ha cambiado. Es como hacer un viaje en el tiempo para visitar el origen del jazz.
El Louis Armstrong Center es nuevo, ya que abrió hace sólo un año y según nos relata su directora «en este museo puedes encontrar más historias, más conciertos y eventos que cuentan la vida real del músico. Para mí, él era excelencia».
En los espacios que cuenta su historia, puedes descubrir que él era un maestro en la trompeta y, aunque muchos le conocieran por su increíble voz, desde sus inicios en Fate Marable, este instrumento de aire era su verdadera especialidad. Es más, según nos confiesan, «muchos músicos se arrodillaban ante él por su habilidad para crear sonidos que han traspasado el tiempo y siguen siendo influencia a día de hoy. Era reconocido por su excelencia y felicidad, lo cual lo dejó plasmado en su conocido tema: What a wonderful world. Era un hombre real y la gente de la comunidad le recordaba por cómo les saludaba».
No sólo era conocido en Estados Unidos, sino que sus giras eran mundiales, y conquistó Europa, sobre todo Italia. En 1952 grabó algunas piezas con los músicos de jazz locales Nunzio Rotondo y Nini Rosso, y también participó en un programa de radio, titulado Varietà internazionale, emitido desde los estudios de la RAI en Florencia. Otro detalle que pocos saben es que, en 1968, participó en el Festival de San Remo con la canción italiana Mi va di cantare, en pareja con la cantante y amiga de origen eritreo Lara Saint Paul.
Una de las cosas más interesantes del museo es cómo cuentan su historia. Muchos espacios se centran en la carrera musical, pero este destaca porque le refleja a él como persona, marido y un afroamericano en una Norteamérica que salía de la esclavitud y comenzaba a movilizarse por los derechos civiles. Sólo por el color de su piel, su esfuerzo tenía que ser mayor, pero si echamos un vistazo general a su historia, vemos un talento que no entendía de razas.
Bain nos cuenta, «él se expresaba sobre la situación del momento y lo hizo en el caso de Little Rock, cuando nueve niños quisieron inscribirse en la escuela, en Arkansas, y hubo quejas por eso. ¡Él habló de ello! Dijo que eso no eran derechos, que los niños deberían haber tenido una educación desde el principio. Hubo repercusiones. Pero eso era parte de él, de su arte, de su mundo y de su relación con la comunidad».
Para él, la gente que le rodeaba en Queens era muy importante y, detrás de cámaras, la directora nos cuenta una anécdota que siempre relata una vecina y es que, de pequeña, un hombre le compró un helado y cuando su madre se giró, vio que fue Louis. Esto era muy relevante para él y, desde esta nueva etapa en el museo, han querido preservar y mantener viva esa parte de la esencia del cantante.
Para seguir la estela de Louis Armstrong, han creado un increíble programa que enseña a los jóvenes del barrio a cómo tocar los instrumentos. Es la mejor manera de apreciar la música y que den el primer paso para que desarrollen su personalidad en una disciplina, además de adentrarse en esta complicada industria.
Como artista en el siglo XXI, le preguntamos a Bain su consejo para las nuevas generaciones y nos dice claramente: «Lo importante es escuchar toda la música que puedas, incluso más allá de lo que escuchas normalmente. Pregunta a tus mentores, a la gente de tu alrededor, sobre quién han aprendido más. También es fundamental tener conversaciones con los mayores, porque han estado en tu lugar y tienen conocimientos para compartir. Nunca sabes lo que puedes llegar a aprender».
En el Louis Armstrong Museum te impregnas de su esencia, de lo que él consiguió. Mucho público joven no sabe quién es el artista y este espacio es una auténtica lección de vida. Descubrimos que el mismo escribió su autobiografía, cuando nadie antes lo había hecho. Una persona que apenas tenía educación y que no llegó a graduarse en quinto grado. En su casa hay un equipo de grabación en el que se grababa y dejaba ese material, porque lo quería legar a futuras generaciones, para que fuese una guía. Un aprendizaje de cómo valorarse a uno mismo y escribir tu propia historia.