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Muchas personas necesitan tener la luz encendida para dormir. Un hábito que se convierte en algo imprescindible para el descanso y que si duermen con otra persona afecta directamente a la relación. Si bien para muchas personas hay una asociación directa hacia la infancia, al miedo a la oscuridad o a una sensación de vulnerabilidad, la realidad es que también los adultos pueden mantener esta costumbre. Según la Sociedad Española del Sueño (SES), entre un 10% y un 15% de los adultos duermen con algún tipo de iluminación ambiental, ya sea una lámpara tenue, una pantalla o una luz de pasillo. Las razones más frecuentes de quienes necesitan la luz encendida para dormir van desde el confort psicológico hasta condiciones médicas como el insomnio o los trastornos de ansiedad.
Sin embargo, las investigaciones de diferentes instituciones sobre el sueño y la luz mencionan que la exposición a fuentes lumínicas durante la noche altera los ritmos circadianos, influye en la calidad del descanso y en el funcionamiento emocional. La Sociedad Europea de Investigación del Sueño (ESRS) explica que la oscuridad total favorece la producción de melatonina, la hormona que regula el ciclo sueño-vigilia. «Cuando la luz está presente, incluso de baja intensidad, el cerebro puede permanecer en un estado de alerta leve, lo que lleva a un sueño menos profundo», advierten los especialistas. Las personas que prefieren dormir con la luz encendida argumentan que priorizan la sensación de seguridad emocional por encima de la calidad fisiológica del sueño. Para los psicólogos, esta preferencia no necesariamente indica un trastorno, pero puede asociarse con personas más sensibles a los estímulos externos o mayor necesidad de control y previsibilidad en su entorno inmediato.
Por qué hay personas que necesitan tener la luz encendida para dormir
¿Qué relación existe entre la luz y la sensación de seguridad?
Desde una perspectiva histórica, las personas asociamos la oscuridad con el peligro. En este sentido, durante la antigüedad, la noche implicaba amenazas y menor capacidad de defensa, mientras que la luz simbolizaba protección. Por eso, dormir con una fuente de iluminación puede considerarse un mecanismo de adaptación moderno que proporciona calma y reduce la sensación de vulnerabilidad.
La Fundación del Sueño señala que la luz nocturna puede disminuir los niveles de cortisol, la hormona del estrés, en personas propensas a la ansiedad, especialmente en quienes viven solas o en entornos urbanos con ruidos o movimientos nocturnos constantes. «En este sentido, la luz actúa como un “amortiguador psicológico” que facilita la conciliación del sueño en determinadas circunstancias», sostienen.
Pero, a la vez, el efecto tranquilizador altera la arquitectura del sueño, disminuyendo las fases más profundas y reparadoras. Esto puede traducirse en despertares frecuentes, fatiga diurna o incluso alteraciones metabólicas a largo plazo.
La SES advierte que mantener la habitación iluminada puede interferir con el sistema endocrino, provocando desequilibrios hormonales que afectan el estado de ánimo y la capacidad cognitiva. Así, el mismo estímulo que aporta tranquilidad puede reducir la eficacia del descanso.
¿Cuáles son los rasgos de personalidad de quienes tienen la luz encendida para dormir?
Las personas emocionales, introspectivas y con alta sensibilidad suelen ser más receptivas a los cambios de entorno. Por lo tanto, la oscuridad puede intensificar su sensación de soledad o inseguridad.
En cambio, la luz aporta control y reduce el nivel de alerta del sistema nervioso. “Los individuos con mayor tendencia de planificación o perfeccionistas pueden preferir la luz como forma de mantener la previsibilidad de su entorno durante la noche”, comentan miembros de la ESRS.
Por otro lado, quienes muestran una personalidad más flexible o confiada suelen adaptarse con mayor facilidad a la oscuridad total. De esa manera, tienen mayor tolerancia a la incertidumbre y capacidad de dormir sin luz.
«En términos generales, quienes tienen la luz encendida para dormir no debe interpretarse como una debilidad, sino como una estrategia de autorregulación emocional ante factores de estrés o ansiedad que el cerebro busca compensar mediante señales de seguridad ambiental», indican desde la Fundación del Sueño.
¿Cuáles son las recomendaciones científicas para un mejor descanso?
Los especialistas de la Sociedad Española del Sueño recomiendan reducir progresivamente la exposición lumínica durante la noche. Para eso, proponen utilizar luces cálidas y de baja intensidad, preferiblemente en tonos ámbar o anaranjados, que interfieren menos en la producción de melatonina.
También aconsejan establecer rutinas previas al sueño que generen sensación de calma, como la lectura ligera o la respiración profunda, para que no se perciba la oscuridad como una amenaza.
La ESRS aconseja mantener la temperatura de la habitación estable y evitar dispositivos electrónicos con pantallas luminosas al menos una hora antes de acostarse. Además, indican que, si es indispensable la luz encendida para dormir, se puede optar por soluciones intermedias, como el uso de lámparas con temporizador o tiras LED regulables.
De este modo, la persona puede quedarse dormida con un nivel de iluminación mínimo y permitir que la habitación se oscurezca de manera gradual. «Este tipo de estrategias equilibran la necesidad psicológica de seguridad con los requerimientos biológicos del sueño profundo», concluyen.