Contenido
- 0.1 Qué diferencias hay entre una persona triste y una depresiva, según esta científica de la Universidad de Cambridge
- 0.2 La actividad extraescolar que fomenta el pensamiento crítico de los niños: la ignoran padres y colegios españoles
- 0.3 El aviso urgente de un psicólogo: esto es lo que piensan los niños cada vez que escuchan discutir a sus padres
- 1 Por qué es mejor no preguntar qué tal le ha ido en el colegio
«¿Qué tal el colegio hoy?», es una de las preguntas más repetidas en cualquier hogar cuando los niños vuelven a casa. Sin embargo, es también una de las que menos conversación genera. Casi todos los padres conocen esa respuesta automática —“bien”, “normal”, “nada”— que deja poco margen para saber qué ha ocurrido realmente durante el día. Y aunque la intención es buena, la rutina de repetir siempre la misma pregunta puede acabar cerrando el diálogo en lugar de abrirlo.
La psicoterapeuta infantil estadounidense Amy Morin, autora de 13 cosas que los padres mentalmente fuertes no hacen, propone cambiar esta pregunta. En lugar de preguntar de forma mecánica, invita a los padres a cultivar la curiosidad, el interés y las preguntas que despierten reflexión. Según explica, no se trata solo de obtener información, sino de enseñar a los niños a comunicarse emocionalmente, algo que la investigación psicológica actual considera fundamental para su desarrollo. La American Psychological Association (APA) también subraya que las conversaciones abiertas con los padres fortalecen la autoestima infantil y fomentan la inteligencia emocional, un recurso clave para la vida adulta.
Por qué es mejor no preguntar qué tal le ha ido en el colegio
Un cambio de mirada: de interrogar a conectar al llegar del colegio
Morin explica que la pregunta «¿cómo te ha ido en el colegio?» suele sonar, para los niños, más a un examen que a una invitación a hablar. Lo que buscan los padres con ella —entender cómo están, qué les preocupa o alegra— raramente se logra con una fórmula tan genérica. Por eso propone reemplazar la pregunta por un diálogo más concreto y emocional, donde el niño se sienta libre para compartir, sin miedo a ser juzgado o evaluado.
El objetivo, dice la psicoterapeuta, es favorecer la conexión emocional, no la supervisión. Cuando los padres muestran interés real por los pensamientos y sentimientos de sus hijos, sin insistir ni presionar, se crea un clima de confianza que refuerza el vínculo familiar. La European Federation of Psychologists’ Associations (EFPA) coincide en esta idea: la calidad del diálogo cotidiano entre padres e hijos predice niveles más altos de bienestar emocional y resiliencia en los niños. Así, pequeñas conversaciones diarias pueden convertirse en un espacio seguro para aprender a expresar lo que sienten.
Según un informe de UNICEF sobre el bienestar infantil, el tiempo de calidad no solo mejora las relaciones familiares, sino que también tiene un impacto positivo en el desarrollo emocional y cognitivo de los niños.
Preguntas que abren puertas
Para Amy Morin, el secreto está en sustituir la rutina por la curiosidad. En lugar de limitarse al “¿cómo fue tu día?”, una vez haya vuelto del colegio, propone usar preguntas más específicas, capaces de despertar emoción, reflexión o sorpresa. Por ejemplo:
- ¿Qué fue lo mejor de tu día?
Esta pregunta ayuda a centrar la atención en los aspectos positivos y enseña a los niños a reconocer momentos agradables, por pequeños que sean. Les invita a recordar lo bueno sin negar lo difícil. - ¿Te sorprendió algo hoy?
Las sorpresas —grandes o pequeñas— estimulan la memoria y la narrativa, permitiendo que el niño comparta experiencias que, de otra forma, no mencionaría. - ¿De quién te sentiste orgulloso hoy?
Con esta pregunta se fomenta la empatía y el reconocimiento de los demás. No todo se trata del rendimiento propio; también hay valor en alegrarse por los logros ajenos. - ¿En qué momento te sentiste orgulloso de ti mismo?
Hablar de orgullo personal sin miedo al juicio ayuda a fortalecer la autoestima y a reforzar conductas positivas. - ¿Qué cosa habría hecho que hoy fuera aún mejor?
Esta fórmula abre la puerta a expresar frustraciones o decepciones, pero desde un lugar constructivo. - ¿Qué fue lo más interesante que aprendiste?
Ideal para estimular la curiosidad y reforzar el interés por aprender, más allá de las notas. - ¿A quién trataste con amabilidad hoy?
Permite desarrollar la reflexión sobre el impacto de los propios actos y el valor de la empatía cotidiana.
Estas preguntas no buscan obtener datos, sino entender la vivencia del niño. Al cambiar el tipo de diálogo, los padres pueden conocer mejor su mundo interior, sus alegrías, sus miedos o sus deseos. Además se sorprenden con estas preguntas al verlas diferentes y pueden empezar a interactuar.
Cómo fomentar conversaciones reales con los hijos al llegar del colegio
El enfoque de Morin no se basa en una técnica cerrada, sino en una actitud: escuchar más que hablar, validar las emociones del niño y mostrar interés por lo que siente, no solo por lo que hace, especialmente al volver del colegio. Para lograrlo, propone algunos hábitos sencillos:
- Elegir el momento adecuado. No todos los niños quieren hablar justo al llegar a casa. A veces lo hacen antes de dormir o durante la cena. Respetar su ritmo es clave.
- Evitar interrogar. Transformar la conversación en un espacio de confianza, no en una lista de preguntas.
- Compartir también experiencias propias. Los niños aprenden observando, y si los padres hablan de su día con naturalidad, ellos tenderán a hacer lo mismo.
- Validar sin corregir. Si el niño expresa tristeza, miedo o frustración, es mejor acompañar antes que dar soluciones rápidas.
El poder de escuchar con presencia
Al final, lo que Morin propone al niño al volver del colegio no es un manual de preguntas, sino un recordatorio: escuchar a un hijo es más importante que interrogarlo. Detrás de cada “no pasó nada” puede haber una historia que el niño no sabe cómo contar. Si siente que hay un espacio donde puede hacerlo sin prisa ni juicio, terminará compartiendo mucho más de lo que imaginamos.
Las palabras adecuadas abren puertas, pero lo que las mantiene abiertas es la actitud con la que se escuchan. A veces, la mejor conversación empieza sin preguntas, simplemente estando ahí.
Practicar el respeto mutuo
El respeto debe ser recíproco en cualquier relación sana. Esto incluye hablar con cortesía, respetar los espacios personales y valorar las opiniones del otro. Los padres que muestran respeto hacia sus hijos no solo refuerzan el lazo afectivo, sino que también enseñan una lección valiosa sobre cómo tratar a los demás.
En un mundo en constante cambio, donde las dinámicas familiares evolucionan rápidamente, adoptar hábitos que fortalezcan la relación entre padres e hijos es más importante que nunca.








