El espejo es un objeto cotidiano que utilizamos para diferentes tareas y funciones como peinarnos, maquillarnos y arreglarnos antes de salir. Por lo tanto, delante de él nos reconocemos y logramos configurar una gran parte de nuestra imagen. Sin embargo, cuando nos vemos representados en las fotografías, por lo general vemos que estamos distintos y no nos gustamos, y nos cuesta reconocernos. En este sentido, dicha diferencia de la percepción la analizan psicólogos, diseñadores visuales y expertos en comunicación, que intentan explicar por qué preferimos nuestro reflejo antes que las imágenes que nos capturan las cámaras.
De acuerdo a un artículo publicado en el sitio de divulgación ResearchGate, una de las explicaciones más contundentes es la hipótesis de la mera exposición. Según este principio, tendemos a sentirnos más atraídos por los estímulos que vemos con frecuencia. «Dado que pasamos más tiempo contemplando nuestro rostro en el espejo que en fotografías, nos habituamos a esa versión especular invertida», mencionan los expertos. A su vez, sugieren que es una familiaridad que nos resulta más agradable y coherente con la autoimagen que tenemos de nosotros mismos. En cambio, advierten que la fotografía nos ofrece la versión que ven los demás. Es decir, un rostro no invertido, con asimetrías y detalles que resultan menos familiares para nosotros, por lo que pueden parecernos extraños o poco favorables estéticamente. Los profesionales afirman que, en los experimentos del estudio, los participantes preferían su reflejo en el espejo, mientras que amigos o familiares consideraban más atractiva la imagen fotográfica real.
El espejo como construcción de la autoimagen: por qué lo preferimos
La Clínica Bruselas destaca que la percepción de nuestra apariencia está mediada por el ángulo y el contexto en que nos observamos. Así, frente al espejo solemos colocarnos en una posición fija, cercana y alineada con nuestros ojos, lo que favorece la consistencia.
«Además, muchas veces buscamos inconscientemente el ángulo que más nos favorece, adoptamos expresiones que suavizan los rasgos y contamos con el movimiento continuo de la imagen reflejada», explican integrantes de la institución.
Mientras que la fotografía congela un instante como un gesto fugaz, una expresión intermedia o un ángulo menos favorecedor, los cuales quedan registrados permanentemente.
A su vez, existe otro factor relevante en donde el espejo devuelve un negativo de nuestra imagen, una simetría invertida que interiorizamos como “nuestro verdadero rostro”. Por lo tanto, esa versión invertida, si bien no es la que perciben los demás, se trata de una construcción de nuestra autoimagen cotidiana.
¿Qué factores técnicos alteran la percepción de nuestra imagen?
Más allá de cuestiones psicológicas, existen diferentes aspectos técnicos que influyen en por qué una foto puede parecernos menos favorable. De acuerdo a expertos en diseño visual de Agencia de Color Internacional, los espejos y las cámaras no transmiten la misma información.
Uno de los factores más habituales son las proporciones del rostro y del cuerpo. “Los espejos devuelven una visión a escala natural, aunque invertida. En cambio, las cámaras pueden distorsionar las proporciones dependiendo de la distancia, la lente y el ángulo”, afirman referentes de la agencia.
Otro elemento que define por qué nos gusta vernos más en los espejos que en las fotos son los colores y detalles. En condiciones de buena iluminación, el espejo refleja la luz real y permite percibir colores de manera uniforme. Sin embargo, la calidad del vidrio y la luz del entorno pueden modificar esa percepción.
Mientras que, las cámaras, dependen de sensores y algoritmos de blancos, los cuales pueden alterar ligeramente los tonos de piel o intensificar las imperfecciones, lo que resalta aspectos que nunca vemos frente al espejo.
La profundidad y la tridimensionalidad de nuestra imagen
El espejo refleja en tiempo real con una sensación de volumen y profundidad, permitiéndonos percibir nuestro rostro en movimiento. La fotografía, en cambio, es una representación plana en 2D, lo que elimina parte de la tridimensionalidad.
Según la Clínica Bruselas, esto contribuye a que nos sintamos menos reconocidos en las imágenes capturadas porque faltan las micro expresiones y matices que enriquecen la autopercepción.
La diferencia entre la mirada propia y la ajena
El estudio de ResearchGate también revela un aspecto interesante y es que, mientras nosotros preferimos la versión especular de nuestro rostro, nuestros allegados eligen la versión fotográfica.
«Esto se debe a que nos ven cotidianamente tal como somos, no invertidos. Para ellos, esa es la imagen familiar y más atractiva, mientras que para nosotros lo es la del espejo», explican.
¿Qué imagen es la más real: la fotografía o el espejo?
Tanto el espejo como la fotografía ofrecen versiones parciales de nuestra apariencia. «El espejo nos devuelve una imagen invertida y en movimiento, mientras que la fotografía congela un instante desde un ángulo y bajo condiciones específicas de luz».
Sin embargo, es clave entender que ninguna de las dos formas logra reflejar nuestra identidad de forma absoluta. Más bien, ambos construyen perspectivas complementarias de cómo nos vemos y cómo nos ven.