Contenido
- 0.1 Ni rabietas ni celos: el síntoma principal para saber si tu hijo necesita un psicólogo, según los expertos
- 0.2 Ni crucigramas ni sudokus: el pasatiempo ideal para que los jubilados mayores de 70 mejoren su autoestima
- 0.3 ¿Qué significa mirarte constantemente las uñas, según la psicología?
- 1 Por qué los jóvenes son más infelices ahora
A pesar de vivir en la era de la hiperconectividad, con más acceso a la información, a la educación y a derechos que generaciones anteriores, los jóvenes de hoy manifiestan niveles alarmantes de tristeza, ansiedad y desesperanza. La paradoja de una juventud con más oportunidades pero menos bienestar emocional ha despertado el interés de investigadores y académicos. Uno de los más recientes y comentados análisis es el del profesor Arthur C. Brooks, de la Universidad de Harvard, publicado en The Atlantic en mayo de 2025, donde señala que los jóvenes son más infelices, pero no es algo casual, sino fruto de múltiples factores culturales, sociales y personales interconectados.
Según Brooks, una de las principales causas del desánimo juvenil es la falta de propósito y de comunidad, elementos esenciales para el bienestar humano según numerosas investigaciones en psicología positiva. La digitalización, que en teoría debería acercarnos, ha creado una ilusión de compañía mientras incrementa la soledad. Los jóvenes viven rodeados de estímulos, ahora bien tienen vínculos superficiales. El profesor cita estudios que indican que los menores de 30 años, a nivel mundial, son hoy los más propensos a ser infelices y a tener soledad crónica. Esta situación se ve agravada por una creciente presión por la perfección, impulsada por redes sociales que exponen estándares irreales de éxito y belleza. A esto se suma una visión distorsionada del futuro: el cambio climático, la incertidumbre laboral y la crisis de vivienda hacen que muchos jóvenes vean el porvenir como una amenaza en lugar de una promesa.
Por qué los jóvenes son más infelices ahora
La epidemia silenciosa de la soledad
La soledad se ha convertido en una epidemia global, particularmente entre los más jóvenes. Aunque pasan horas conectados a plataformas digitales, muchos carecen de conexiones profundas y auténticas.
Por ello, Brooks afirma que la calidad de las relaciones, más que la cantidad, es lo que influye en la felicidad. Las amistades significativas, los vínculos familiares sólidos y el sentido de pertenencia son pilares que se han debilitado. En muchos países, la movilidad geográfica, el estilo de vida acelerado y la virtualización de la vida social han erosionado estas redes afectivas.
Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que los problemas de salud mental entre los jóvenes han aumentado de forma sostenida en la última década, destacando la soledad como uno de los principales factores de riesgo. El aislamiento no solo genera tristeza, muchas más cosas, puesto que todo ello también incrementa la vulnerabilidad a trastornos como la depresión y la ansiedad.
Cuando los jóvenes sienten que no tienen con quién hablar de manera profunda, su percepción del mundo se vuelve entonces más sombría. La ausencia de escucha, empatía y validación emocional en los entornos cercanos contribuye a una sensación de desconexión existencial que impacta directamente en su bienestar.
Covid y otros
Los jóvenes son infelices por muchas más razones. Han vivido algunos inputs destacados en su vida y en la historia de la humanidad, como la epidemia mundial de la Covid, entre otros fenómenos bélicos y meteorológicos que han impactado en su mente.
Otro factor que Brooks destaca como determinante para que los jóvenes sean más infelices es el papel de las redes sociales. Estas plataformas, que en teoría permiten conectar y compartir, a menudo generan una cultura de comparación constante.
Los jóvenes pasan horas viendo vidas cuidadosamente editadas, cuerpos idealizados y logros que parecen inalcanzables. Esta exposición frecuente a modelos inalcanzables de éxito y felicidad crea una percepción distorsionada de lo que es normal.
Cuando la vida real no se parece entonces a esos estándares, se genera frustración, ansiedad y una constante sensación de insuficiencia. La autoestima, especialmente vulnerable en la adolescencia y juventud, se ve afectada por la necesidad de validación externa.
Las redes son una arma de doble filo: los «me gusta», los comentarios y el número de seguidores se convierten en termómetros emocionales que refuerzan la idea de que el valor personal depende de la aceptación pública.
La pérdida de propósito como eje del malestar de los jóvenes
Más allá de lo emocional, Brooks señala que la falta de propósito vital es uno de los componentes más devastadores del malestar juvenil. Sin una razón clara para levantarse cada mañana, sin un proyecto que otorgue sentido al esfuerzo diario, la vida puede tornarse una sucesión de rutinas vacías.
Es por ello que este sentimiento se ve reforzado por un mercado laboral inestable, carreras universitarias que no siempre garantizan empleabilidad, y un futuro incierto en términos ecológicos, económicos y sociales.
En este contexto, muchos jóvenes no encuentran una narrativa esperanzadora a la cual aferrarse. Muestra de ello son los diversos estudios como el que fue publicado por UNESCO en 2023, que ya alertó sobre el aumento de la desesperanza entre estudiantes de secundaria y universitarios, señalando la necesidad urgente de políticas públicas que refuercen el sentido de propósito y comunidad desde la educación básica. Sin un horizonte que inspire, la motivación se diluye y la apatía se instala.
El desafío de recuperar el bienestar y la felicidad
Frente a este panorama, la solución no está en exigir a los jóvenes que «sean felices», sino en comprender las condiciones que obstaculizan su bienestar y trabajar para revertirlas. Esto implica reconstruir comunidades reales, fomentar la conversación cara a cara, educar en el pensamiento crítico para enfrentar la presión de las redes sociales y ofrecer modelos alternativos de éxito basados en valores como la solidaridad, la creatividad o el crecimiento interior.
También es esencial integrar la salud mental como parte de las prioridades sociales. No se trata solo de ofrecer terapia, sino de cambiar el enfoque cultural hacia uno que valore más el equilibrio emocional que la productividad sin descanso.
Porque la felicidad de los jóvenes no debe ser un privilegio ni una utopía, sino un derecho promovido desde todos los ámbitos: familia, escuela, instituciones y medios.
Qué pasa en España
Según Ipsos, la felicidad en España aumenta con la edad: los Baby Boomers son los más felices. En general, rompe la tendencia mundial siendo el país donde la felicidad es mayor ahora que hace más de una década
Los Baby Boomers (1945 a 1965) son las personas más felices de España, con un 71% que así lo declara frente al 61% de la Generación Z (1996 a 2012), siendo estos los menos felices.