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El cortisol afecta directamente al cerebro, especialmente al hipocampo, una región clave para la memoria y el aprendizaje. Niveles elevados de cortisol pueden reducir el volumen de esta área, provocando pérdida de memoria y dificultades cognitivas. Además, la exposición prolongada a esta hormona puede aumentar la vulnerabilidad a trastornos como la ansiedad, el estrés y la depresión. En condiciones normales, el cortisol tiene propiedades antiinflamatorias. No obstante, en exceso, suprime la respuesta inmunitaria, dejando al organismo más propenso a infecciones y dificultando la recuperación de enfermedades. El cortisol estimula el almacenamiento de grasa, especialmente en la zona abdominal.
Esto no solo incrementa el riesgo de obesidad, sino que también eleva las probabilidades de desarrollar enfermedades cardiovasculares. Según un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el estrés crónico y los altos niveles de cortisol están directamente relacionados con el aumento de colesterol y la hipertensión. Técnicas como la meditación, el yoga y los ejercicios de respiración han demostrado ser eficaces para reducir los niveles de cortisol. Estas prácticas ayudan a activar el sistema nervioso parasimpático, encargado de devolver al cuerpo a un estado de calma. Aunque el ejercicio intenso puede aumentar temporalmente tal hormona, la actividad física moderada y regular contribuye a su regulación. Caminar, nadar o practicar deportes recreativos no solo mejoran la salud cardiovascular, sino que también promueven la liberación de endorfinas, que contrarrestan el efecto del cortisol. Además, consumir alimentos ricos en antioxidantes y ácidos grasos omega-3, como frutas, vegetales y pescados grasos, puede ayudar a controlar el estrés. Estos nutrientes tienen propiedades antiinflamatorias y mejoran la salud cerebral.
Cortisol como culpable del estrés
La experta Marian Rojas da a conocer, en el programa Fin de Semana, de la Cope, las enfermedades psicosomáticas y empezó a estudiar las conexiones del cortisol con nuestra mente. Al parecer, cuando se tiene el cortisol disparado es más probable que aumente el estrés. Hablamos de una hormona sumamente protagonista en la manifestación de cómo nos sentimos y en una serie de funciones corporales elementales.
Dormir entre 7 y 9 horas al día es esencial para regular los niveles hormonales. Durante el sueño, el cuerpo se recupera y equilibra las funciones del HHS, reduciendo la producción de cortisol.
Terapia psicológica
Hablar con un profesional de la salud mental puede ser clave para gestionar el estrés. Técnicas como la terapia cognitivo-conductual (TCC) enseñan estrategias para enfrentar situaciones estresantes y reducir su impacto en el cuerpo.
Sin embargo, el cortisol como signo de ansiedad es un factor que debe tenerse en cuenta, tal como lo ha establecido la psiquiatra Marian Rojas, con el fin de trabajar frente a situaciones conflictivas que repercutan en el estado anímico de algunas personas.
En este sentido, es importante reconocer cuáles son las consecuencias del exceso de cortisol en el organismo y qué manifestaciones se presentan.
¿Cómo afecta el cortisol al sueño?
El exceso de cortisol también tiene un impacto significativo en la calidad del sueño. Durante las horas nocturnas, los niveles de cortisol deberían disminuir para permitir que el cuerpo descanse y se regenere. Sin embargo, cuando esta hormona permanece elevada debido al estrés crónico, puede interrumpir los ciclos de sueño, dificultando conciliar el sueño o generando despertares frecuentes durante la noche.
Esto crea un círculo vicioso: la falta de sueño aumenta los niveles de cortisol, lo que a su vez incrementa el estrés y perpetúa el insomnio. Según la Fundación Europea de Sueño y Salud, una buena higiene del sueño, como evitar dispositivos electrónicos antes de dormir y mantener horarios regulares, puede ser clave para romper este ciclo.
El impacto del cortisol en la piel
Según el Instituto Americano del Estrés, el cortisol también afecta directamente a la salud de la piel. Durante periodos de estrés elevado, la producción excesiva de esta hormona puede provocar inflamación, deshidratación y pérdida de elasticidad en la piel.
Esto explica por qué muchas personas experimentan brotes de acné, eczema o psoriasis en momentos de alta presión emocional. Además, el cortisol acelera el proceso de envejecimiento al reducir la síntesis de colágeno, una proteína esencial para mantener la firmeza y juventud de la piel.
Para contrarrestar estos efectos, es importante incluir en la dieta alimentos ricos en vitamina C y antioxidantes, que ayudan a combatir el daño oxidativo.
Cortisol y sistema digestivo
El sistema digestivo no escapa de los efectos del cortisol. En situaciones de estrés, el cuerpo desvía recursos hacia funciones esenciales para la supervivencia, como la respuesta de lucha o huida, lo que reduce el flujo sanguíneo hacia el aparato digestivo.
Esto puede provocar problemas como indigestión, síndrome del intestino irritable (SII) e incluso úlceras gástricas. Estudios realizados por la Sociedad Europea de Gastroenterología han demostrado que una alta exposición al cortisol puede alterar la microbiota intestinal, afectando la salud general del organismo. Estrategias como consumir probióticos y practicar mindfulness pueden ayudar a proteger el sistema digestivo frente al estrés.