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Las relaciones de pareja pueden construirse desde distintos tipos de vínculos. Algunos se basan en la comunicación, el respeto y la empatía, lo que favorece un ambiente emocionalmente seguro para todos los miembros de la familia. Otros, en cambio, se sostienen en dinámicas más tóxicas, marcadas por la descalificación, la falta de escucha o los conflictos constantes. En estos casos, las discusiones se vuelven una forma habitual de interacción. Cuando esto ocurre en presencia de los hijos, el hogar deja de ser un espacio de contención y se transforma en un entorno de tensión, inseguridad y confusión emocional, y esto es lo que piensan los niños al ver a sus padres discutir.
El psicólogo Rafa Guerrero, explica que «El niño que tiene un conflicto con sus padres no puede pensar que sus padres no tienen la razón, que no son capaces de protegerle; por lo tanto, si mis padres son perfectos y son capaces de protegerme y acompañarme, entonces el que tiene la culpa y el responsable de todo esto soy yo». Cuando los padres discuten frente a sus hijos, estos se sienten atrapados en una situación que no comprenden del todo pero que perciben con intensidad. Los niños suelen experimentar miedo, angustia, tristeza y, con frecuencia, culpa, creyendo erróneamente que son la causa del conflicto. Esta carga emocional puede afectar su autoestima, su capacidad para expresar emociones y su manera de relacionarse con otros. A largo plazo, presenciar discusiones constantes puede generar inseguridad afectiva, problemas de conducta o dificultades para confiar en los vínculos. Es fundamental que los padres aprendan a gestionar sus discusiones sin exponer a los hijos. Hablar en privado, mantener la calma y luego explicar brevemente lo ocurrido desde un lugar de amor y contención ayuda a reducir el impacto emocional. Buscar apoyo profesional también puede ser una herramienta valiosa para fortalecer la comunicación familiar y construir vínculos más sanos.
Lo que piensan los niños cuando los padres discuten
A destacar que, según el Hospital San Joan de Déu, el acompañamiento de los padres debe basarse en el respeto por la autonomía de los hijos, sin dejar de establecer límites claros cuando las conductas resultan preocupantes.
A su vez, los estudios realizados por la Universidad Autónoma de Baja California, México, la manera en que una pareja gestiona sus discusiones es un factor determinante en la duración y la estabilidad de la relación. Entender cuáles son las disputas más dañinas y encontrar formas de resolverlas puede marcar la diferencia entre una relación saludable y una que se rompe con el tiempo.
¿Qué sucede cuando los padres discuten frente a los hijos?
Los niños son muy sensibles al clima emocional del hogar. Aunque los adultos crean que los pequeños “no se dan cuenta”, ellos perciben los cambios en el ambiente, los tonos de voz elevados y la distancia entre sus figuras de apego. Cuando las discusiones son frecuentes, los niños pueden sentirse confundidos y vulnerables.
En los vínculos de pareja no tan sanos, las peleas pueden incluir gritos, insultos o actitudes de desprecio. Este tipo de interacciones genera un entorno de inseguridad emocional donde los hijos no se sienten protegidos. Incluso si no son directamente involucrados, los niños internalizan el conflicto, lo que puede afectar su desarrollo emocional y su forma de entender el amor y la convivencia.
¿Qué sienten los niños cuando ven discutir a sus padres?
Cada niño reacciona de forma distinta, pero existen emociones y sensaciones comunes que suelen aparecer cuando presencian una pelea entre sus padres. Los sentimientos más frecuentes incluyen:
Culpa: muchos niños creen que son la causa del conflicto, especialmente si la discusión ocurre después de un problema relacionado con ellos. «Si no les explicamos a los niños las repercusiones de sus actos, lo que sienten, no les validamos sus emociones, puede tener un efecto negativo», asegura Rafa Guerrero.
- Miedo: temen que sus padres se separen o que algo malo ocurra.
- Tristeza: sienten pena al ver sufrir a las personas que más aman.
- Inseguridad: pierden la sensación de estabilidad y protección que brinda la familia.
- Ansiedad: pueden mostrarse inquietos, tener problemas para dormir o concentrarse.
- Enojo o frustración: algunos niños reaccionan con rabia, tratando de intervenir o alejándose emocionalmente.
- Vergüenza: cuando los conflictos se hacen públicos o son intensos, los niños pueden sentir humillación o deseo de esconder la situación.
Las consecuencias de que los niños vean discutir a sus padres
Las peleas constantes entre los padres no solo afectan el momento presente, sino que pueden dejar huellas emocionales duraderas. Algunas de las consecuencias más comunes son:
- Baja autoestima: «Si constantemente mis padres son perfectos y yo soy el incorrecto, llegan a verse afectados por la parte de la autoestima», afirma Rafa Guerrero. Los niños pueden sentirse poco responsables de mantener la paz en casa.
- Problemas de conducta: se pueden manifestar a través de rebeldía, agresividad o retraimiento.
- Dificultades escolares: la tensión emocional puede afectar la concentración y el rendimiento académico.
- Trastornos de ansiedad o depresión infantil: el miedo y la tristeza prolongados pueden derivar en problemas emocionales más serios.
- Dificultades para establecer relaciones saludables en la edad adulta: al crecer, pueden reproducir patrones de conflicto o evitar el compromiso por miedo al dolor.
Algunos consejos para los padres
Afortunadamente, existen estrategias que pueden ayudar a proteger el bienestar emocional de los niños y fortalecer la dinámica familiar:
- Evitar discutir frente a los hijos: si surge un desacuerdo, es mejor posponer la conversación hasta que los niños no estén presentes.
- Mantener un tono respetuoso: si una discusión es inevitable, cuidar las palabras y el tono evita que se convierta en una experiencia traumática.
- Hablar con los niños después de una pelea: explicar brevemente que los adultos a veces tienen diferencias, pero que eso no significa falta de amor ni ruptura.
- Validar sus emociones: permitir que expresen miedo, tristeza o confusión, sin minimizar sus sentimientos.
- Mostrar reconciliación: los niños necesitan ver que los conflictos pueden resolverse de manera sana.
- Cuidar la comunicación de la pareja: escuchar, negociar y ceder son habilidades que se aprenden y fortalecen con el tiempo.
- Fomentar un ambiente de seguridad emocional: asegurarle al niño que es amado y que los problemas entre los adultos no son culpa suya.
