El menú progre con versión vegana del colegio privado que ha elegido Pablo Iglesias para sus hijos
Mientras en la pública aún esperan opciones éticas, en Las Rozas los hijos de Iglesias disfrutan de hamburguesas de quinoa
Hasta la merienda es ideológica: fruta diaria, granola casera y la nocilla “pipacilla”
Lo que Pablo definió como “el atraco de los ricos a los pobres” es hoy el comedor donde comen sus propios vástagos
El menú progre con versión vegana del colegio privado que han elegido Pablo Iglesias e Irene Montero para sus hijos es, en sí mismo, un espejo de la paradoja política que envuelve a la pareja. No hablamos de cualquier centro: situado en una urbanización exclusiva de Las Rozas, con tres pistas de deporte, gimnasio, auditorio, laboratorios, biblioteca, sala de ordenadores y hasta clases de robótica y Python, este centro presume de ecoescuela, hace compost, celebra el Día de la Mujer y se implica en causas de justicia social.
Una especie de paraíso pedagógico de manual, a razón de quinientos euros al mes por alumno —sin contar los extras—, donde los tres niños aprenden inglés en grupos reducidos, viajan a esquiar y se apuntan a talleres de cocina, pickleball o cómic manga. La factura no es menor: 1.500 euros mensuales solo en cuotas, antes de sumar actividades, viajes y comedor. Y, como guinda, disfrutan de una oferta gastronómica que ya quisieran muchos restaurantes de moda en el centro de Madrid.
Pablo Iglesias; “Los padres llevan a los niños a la educación privada porque no quieren que se mezclen con los niños de clase obrera. Es una educación para ricos que se lo pueden permitir”.
Hace todo, todo, lo que criticaba. https://t.co/klLxvMG2uT pic.twitter.com/WxfBuRdX21
— Pedro Otamendi (@PedroOtamendi) September 9, 2025
La contradicción no pasa desapercibida: Iglesias ha repetido hasta la saciedad que la educación privada es un “mecanismo de segregación” y un “atraco de los ricos a los pobres”. Ahora, sin embargo, son sus criaturas quienes disfrutan de una oferta académica y gastronómica más propia de una élite globalizada que de un discurso de barricada.
No hay colegio público que ofrezca algo similar, y el comedor es la prueba más evidente: aquí no se trata de macarrones con tomate mal escurridos, sino de platos diseñados con precisión casi quirúrgica. Se evitan frituras, se destierra el azúcar, se apuestan por verduras y frutas de temporada, se premian los productos frescos frente a los procesados y, para terminar de rematar el perfil verde y comprometido, se favorecen los productos de kilómetro cero. Todo muy coherente con el ideario eco-progresista, salvo que producir a pequeña escala suele ser más caro y, por tanto, más inaccesible para las familias de esa “clase obrera” a la que el que fuera secretario general de Podemos tantas veces ha invocado.
La opción vegana, el verdadero plato fuerte
Lo más llamativo es la oferta vegana. En este colegio no se limita a retirar la carne del plato y poner un triste puré de calabacín: aquí la alternativa vegetal se presenta como una propuesta paralela, completa y sofisticada. Pollo asado para unos, seitán para otros. Pavo en pepitoria para los omnívoros, tempeh en para los que no comen carne. Lomo a la plancha frente a tofu. Y si hay hamburguesa de ternera, también la hay de quinoa. El resultado es un comedor donde nadie puede quejarse de no tener alternativa, y donde hasta el Real Decreto de comedores escolares —ese que todavía no garantiza opciones veganas en los colegios públicos— parece haber llegado con adelanto.
La merienda también es ideología
La propuesta culinaria sigue un patrón impecable: sopas, cremas, legumbres al curry, ensaladas variadas, arroz, pasta, cous-cous… siempre rematado con fruta de temporada. Y si el mediodía es pedagógico en sí mismo, la merienda tampoco se queda atrás: fruta diaria como base, acompañada de lácteos tradicionales o de cabra, tortitas de arroz o maíz, granola casera con manzana y miel, pan con tumaca o queso curado, y hasta una versión saludable de la nocilla —la llamada “pipacilla”, hecha con pipas, cacao, miel y leche de avena, servida sobre crackers— que consigue convertir lo cotidiano en gourmet. Nada se deja al azar: hasta el tentempié de media tarde está pensado para educar el paladar de los más pequeños en la variedad, sin caer en el aburrimiento ni en los ultraprocesados.
El colegio, además, organiza una vez al mes su jornada temática culinaria, con platos típicos de otros países, decoraciones, música y hasta trajes tradicionales.