Luis de la Fuente: el seleccionador que reza a la Virgen de la Paz y canta a Julio Iglesias
Luis de la Fuente llega a El Hormiguero tras igualar el récord histórico de 29 victorias consecutivas con la Selección Española
Técnico humilde, sereno y cercano, ha devuelto cohesión y orgullo a la Roja con un estilo basado en el trabajo en equipo
Luis de la Fuente es un hombre familiar, creyente y amante de la música
Esta noche, Luis de la Fuente visita El Hormiguero, el programa líder de Antena 3, en un momento inmejorable tanto personal como profesional. El seleccionador nacional de fútbol llega al plató de Pablo Motos con la sonrisa tranquila de quien ha devuelto la gloria a la Selección Española. Campeón de Europa en 2024, vencedor de la Liga de Naciones en 2023 y con pleno de victorias rumbo al Mundial de 2026, De la Fuente ha logrado igualar el récord de 29 triunfos consecutivos que ostentaba la España campeona del mundo de 2010. Y lo ha hecho con su sello inconfundible: humildad, trabajo en equipo y serenidad.
A sus 64 años, el técnico riojano atraviesa el mejor momento de su carrera. Nacido en Haro (La Rioja) el 21 de junio de 1961, Luis de la Fuente creció en una familia humilde y muy unida. Su padre, marino mercante, le inculcó la disciplina; su madre, que regentaba una mercería en la Plaza de la Paz, el valor del esfuerzo diario. Desde pequeño soñó con jugar al fútbol, y aquel sueño se convirtió en una sólida carrera profesional. En el Athletic Club de Bilbao, su club de formación, vivió los años más gloriosos de los 80, conquistando dos Ligas y una Copa del Rey bajo las órdenes de Javier Clemente. También pasó por el Sevilla y el Deportivo Alavés, antes de colgar las botas en 1993.
Sin embargo, su verdadero legado se ha forjado desde los banquillos. Empezó desde abajo, en clubes modestos como el Portugalete, Aurrerá de Vitoria o Mirandés, antes de regresar al Athletic para entrenar en Lezama. Allí desarrolló su pasión por formar jugadores, una vocación que le abriría las puertas de la Real Federación Española de Fútbol. Con la selección sub-19 y la sub-21 conquistó títulos europeos, y en 2021 logró la medalla de plata olímpica en Tokio. Su ascenso fue natural: en diciembre de 2022, tras el Mundial de Qatar, asumió el mando de la selección absoluta. En apenas tres años, ha ganado dos títulos oficiales, ha recuperado la ilusión del aficionado y ha tejido un grupo tan competitivo como humano.
Su filosofía es clara: «No hay estrellas, hay equipo». En sus convocatorias conviven jóvenes prodigios como Lamine Yamal o Pedri con líderes consolidados como Rodri o Morata. De la Fuente ha devuelto a la Roja su identidad, basada en el control del balón, la solidaridad y el respeto. Pero, más allá del banquillo, su éxito se explica también por su forma de ser. Quienes le conocen destacan su trato cercano, su tono pausado y su carácter humilde, alejado de los focos. Rara vez entra en polémicas y siempre prioriza la educación y el equilibrio. No le gusta el protagonismo; prefiere que hablen los resultados.
Fuera del campo, De la Fuente es un hombre familiar y tranquilo. Está casado desde hace más de tres décadas y es padre de tres hijos, uno de los cuales, Alberto, trabaja también en el mundo del fútbol como analista y responsable de metodología. En sus contadas entrevistas personales, el seleccionador ha reconocido que su familia es su mayor motor y que, siempre que puede, regresa a Haro para reencontrarse con sus raíces. Devoto de la Virgen de la Paz, amante de la música melódica y del karaoke, confiesa que entre sus artistas favoritos están Julio Iglesias, Sergio Dalma y Luis Miguel. También es un gran seguidor de Bruce Springsteen, a quien admira por su energía y autenticidad.
Su fe católica, ha dicho en alguna ocasión, le da serenidad para tomar decisiones en momentos de presión. «La fe me guía, me da claridad y fortaleza», explicaba recientemente. Esa calma interior es la que transmite a sus jugadores en el vestuario, donde muchos le describen como una figura paterna. No levanta la voz, pero su mensaje cala. Es exigente, pero justo. Cercano, pero firme. Y esa combinación ha sido la clave para que España vuelva a competir con el orgullo de los grandes días.