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Juan del Val es uno de los colaboradores de televisión más reconocidos del panorama nacional. El escritor colabora semanalmente en El Hormiguero y aunque su faceta más recurrida es la de hablar sin tapujos sobre la política y los temas más actuales del país, lo cierto es que en pocas ocasiones se ha abierto emocionalmente como lo ha hecho esta misma mañana en sus redes sociales. Del Val ha aprovechado su última visita a Sorihuela, el pueblo de su familia materna (ubicado en la provincia de Salamanca) para presentar a sus más de 300 mil seguidores a Miguel, el hombre que le ha visto crecer cada verano en la localidad mencionada.
Tal y como se puede ver en el video, Juan y Miguel se conocen desde que el colaborador era pequeño y mientras están los dos sentados en las calles de Sorihuela, han comenzado a recordar algunos de los mejores momentos que han vivido durante la infancia del televisivo. «Cuando me daban las vacaciones a finales de junio venía aquí con mis abuelos, de mis tíos y no volvía a Madrid hasta septiembre para empezar el cole», cuenta del Val. Con añoranza ambos rememoran aquellos veranos muy especiales «montando borricos para ir a ver las olivas, atando mulos a las rejas, merendando pan con aceite y azúcar, bañándose en las albercas y escuchando hablar a hombre y mujeres sentadas en la puerta tomando el fresquito».
Miguel tiene ya 91 años y reconoce que los veranos han cambiado mucho y que ya nada es lo que era: «Antes estabas aquí y veías pasar a todo el mundo y ahora no se ve a un cristo», confiesa. De acuerdo con lo que contaba Miguel, Juan narra como todo el mundo se bajaba por las noches con la silla a la calle, de hecho, es por eso que la calle acogió el nombre de ‘la calle de las buenas noches’. «Aquí nos conocíamos todos», decía.
En el texto que acompaña el emotivo video donde Juan deja expresamente claro el cariño que le tiene a sus raíces salmantinas y a Miguel, ha querido escribir muchos de los nombres de las personas que formaron parte de estos imborrables recuerdos de su infancia, como su abuelo Juan Ángel, Pepe El Pontonero, su abuela Antonia, la tía Lola o el tío Inocente. «Ya nada es igual, ellos ya no están, pero cada año que vengo aquí soy durante un par de días un niño de ocho años atento a la vida… Y el año que viene otra vez. ¡Dios quiera!», escribía junto a varios emojis de corazón que expresan el gran sentimiento que siente hacia su pueblo.
Sin duda la vida de Juan ha dado un cambio radical, de la vida tranquila del pueblo a la rutina incansable de la capital y de los focos de televisión, pero a juzgar por sus propias palabras, lo que no tiene pensado cambiar en sus tradiciones es dejar de ir al lugar que le dio una infancia feliz y plena durante todos los veranos de su niñez.