Eugenia de Borbón Vargas: ni tiara con joyas verdaderas, ni de su propiedad… ni princesa
El pasado sábado se celebró el afamado Le Bal donde una veintena de debutantes se «presentaron en sociedad» en el hotel Shangri-La de París, un antiguo palacio el príncipe Roland Bonaparte con vistas a la torre Eiffel. Las debutantes disfrutaron de ser «princesas» por un día porque el evento tiene unas importantes reminiscencias en los bailes de presentación que durante casi tres siglos se hicieron entre miembros de la aristocracia británica y donde las mujeres, al ser presentadas, entraban a ser parte del mercado matrimonial, es decir, estaban ya disponibles para recibir proposiciones para casarse.
Este sábado Eugenia de Borbón Vargas, hija de Luis Alfonso de Borbón y Margarita de Vargas Santaella, fue una de las «debutantes» con la particularidad de ser la única que portó una tiara. En infinidad de redes sociales y algunos medios se refieren a este hecho explicando que es su modo de reivindicar que es una royal, es más hablan de ella como Su Alteza Real la Princesa Eugenia de Borbón, sin embargo, no es ni una cosa, ni la otra. Básicamente porque no es hija de príncipe ni princesa y, a pesar de llevar el apellido de la dinastía reinante en España y que también lo hizo en Francia durante siglos, tener posibilidad alguna de acceder a ningún trono, ni al francés, ni al español.
La tiara con joyas falsas
Eugenia es hija de Luis Alfonso de Borbón y también por parte paterna desciende de la familia de Franco. Por ambas partes podría haber heredado o pedir prestadas joyas de valor como la tiara de perlas que lució su tía Mariola cuando contrajo matrimonio con Rafael Ardid. Por su parte, la madre de Eugenia es Margarita de Vargas Santaella, una riquísima heredera venezolana (aunque, eso sí, con los pies en la tierra y bastante discreta en su forma de ser). Es decir, que Eugenia podría haber lucido una tiara de haber querido, tanto por familia de apellido ilustre como por fortuna por parte de madre. Sin embargo lució una pieza que lleva piezas falsas.
La tiara que lució Eugenia de Borbón y que contiene piezas falsas. (Foto: V Muse).
Boda de Mariola Martínez-Bordiú, tía abuela de Eugenia de Borbón, con la tiara de perlas de la familia. (Foto: Gtres).
La razón, en principio cuando menos llamativa, encuentra su explicación en un patrocinio. Le Bal es un evento con la participación de marcas de lujo y una de ellas es V Muse, una casa asiática que, entre otras cosas, presta sus joyas a las debutantes para la noche del baile. Y eso fue lo que hizo con Eugenia, prestarle la tiara que esta empresa adquirió en 2018 en una subasta de Christie´s. Es un diseño de la maison Boucheron estilo art Decó con diamantes e imitación de diamantes. Es más, el diamante principal de la tiara es falso como otros 21 más de la pieza. Este hecho, sin embargo, no impidió que fuese comprada por 100.000 euros.
¿Por qué la hija de Alfonso de Borbón no es princesa?
La razón principal es que para ser princesa hay que ser hija de un príncipe o casarte con uno y ninguna de las dos cosas le ha sucedido a Eugenia. Al menos la segunda, no de momento. El hecho de que Luis Alfonso sea el pretendiente al inexistente trono de Francia y que sea defendido por los llamados legitimistas, no lo legitima en modo alguno para tener el título de Alteza Real que es el que suelen llevar los príncipes. Decimos solemos porque también hay títulos como Alteza Serenísima, de menor rango, que es el que tienen, por ejemplo, los príncipes de Mónaco, Alberto y Charlene. Tampoco es Duque de Anjou ni Duque de Cádiz, que sí ostentó su padre pero que no es hereditario.
Eugenia de Borbón Vargas. (Foto: Redes Sociales).
Luis Alfonso es Borbón y tiene ascendencia real borbónica pero ni posee tratamiento real ni título alguno. Por lo tanto, sus hijos, tampoco. La última persona en ostentar el título de Duque de Anjou fue Luis XVIII, rey de Francia entre 1814 y 1820.
Luis Alfonso no puede aspirar a la corona de Francia por dos razones básicas, en primer lugar porque Francia es una república y en segundo porque en el improbable e hipotético caso de que el país galo reinstaurase la monarquía, él no tiene ninguna legitimidad para ser el aspirante al trono y la razón se encuentra en Felipe V, rey de España entre 170o y 1724.
La «culpa» la tuvo Felipe V y el Tratado de Utrecht
Cuando en 1700 se murió Carlos II el Hechizado, España se enfrentó a un problema gordo: el rey había fallecido sin dejar descendencia por los graves problemas de salud física de este. Sin entrar en todas las complejidades históricas que este hecho trajo consigo, sí es importante señalar lo que sucedió por culpa de esta situación. Con este rey finalizaba la dinastía de los Austrias en España que había dado comienzo con el inicio del reinado de Carlos I de España y V de Alemania y, que a su vez, había finalizado con la dinastía anterior, los Trastámara.
Felipe V, el primer Borbón que reinó en España.
Tras una guerra que fue internacional porque en ambos bandos estaban varios países y que dio comienzo en 1701, se firmó en 1713 la paz o el Tratado de Utrecht en el que el candidato francés ganaba el trono español. Llegaban así los Borbones a España. Pero para ello tuvo que hacer concesiones. La que más nos interesa resaltar aquí es el hecho de que nunca el rey de España podría ser el mismo que el de Francia, para lo cual Felipe, renunció para sí y para sus herederos (y para siempre, por supuesto) a sus derechos sucesorios al trono galo lo que incluye, por supuesto, a Luis Alfonso de Borbón. Lógicamente también al rey don Felipe. Por lo tanto, Luis Alfonso carece de razones legítimas basadas en la Historia para presentarse como heredero de una hipotética monarquía francesa.
Borbones a cambio de Gibraltar, entre los acuerdos
El Tratado de Utrecht de 1713 es uno de los más importantes a nivel histórico en la historia de Europa por cuanto estableció un nuevo orden además de poner las bases de la finiquitación de la preponderancia de España como imperio. Austria, Holanda e Inglaterra aceptaron la monarquía bornónica en España pero no fue gratis. A cambio, perdimos los Países Bajos, Nápoles, Cerdeña, Milán, Sicilia, Menorca y Gibraltar, el asiento de negros, y con ello la supremacía comercial en el Atlántico que recayó en Inglaterra. Además, se tuvo que ceder territorios de la futura Canadá como Nueva Escocia o Terranova, así como la bahía de Hudson. En términos de preponderancia como imperio fue un tratado con unos resultados pírricos y totalmente nefasto para los intereses de la que empezó ahí a dejar de ser imperio.