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Se acaban de cumplir cincuenta años de la muerte del primer marido de Cayetana de Alba. Luis Martínez de Irujo fallecía el 6 de septiembre de 1972 en Houston, a consecuencia de la leucemia. Una fecha marcada en el calendario de la Casa de Alba, que perdió a una de sus figuras clave, de manera prácticamente inesperada, ya que nadie era consciente de la gravedad de su dolencia -ni siquiera él mismo-. A pesar de que todavía no hay datos oficiales, parece que la familia sí que tiene previsto hacer algún tipo de homenaje en recuerdo al anterior duque consorte de Alba.
Un papel complicado el de Luis Martínez de Irujo, siempre a la sombra de Cayetana Fitz-James Stuart, una de las figuras más destacadas de la aristocracia española, por no decir la que más. Ahora, cuando se cumple medio siglo de su fallecimiento, la Casa de Alba ha impulsado la publicación de una biografía en la que se ahonda en las facetas más desconocidas de la vida del aristócrata. Un libro escrito por el historiador José Miguel Hernández Barral, que hace un repaso de la trayectoria de Luis Martínez de Irujo y su rol clave en la configuración de la estructura actual de la Casa de Alba.
Aunque no ha sido algo de dominio público, el primer marido de Cayetana de Alba fue el responsable de la modernización de la Casa de Alba en todas sus vertientes. Un rol que pudo desempeñar a raíz de su romance y posterior matrimonio con Cayetana Fitz-James Stuart, hija del entonces duque de Alba. Una relación que comenzó de manera peculiar, ya que se conocieron en una visita a un amigo común, Rafael Solís, convaleciente de un accidente. No obstante, se reencontraron en las vacaciones en el País Vasco y en 1947 se anunció el compromiso.
Una boda que se celebró en Sevilla y que fue uno de los grandes eventos de la época. Según apunta el autor de esta biografía, se habla de un impresionante dispendio, con más de 4000 kilos de jamón y 5000 botellas de vino: «Desde el punto de vista social y simbólico la boda fue una gran demostración de fuerza. Y, no se olvide, formaba parte del ‘recibimiento’ a Luis en la casa. En buena medida, esa potencia de la boda venía de su condición de espectáculo». Los primeros años fueron intensos para el aristócrata, que no solo se dedicó a seguir los pasos de su suegro, sino que se centró en cuestiones relacionadas con la administración de los bienes e iniciativas relativas a la gestión de bienes. Una labor que desarrolló su faceta de gestor.
De hecho, a la muerte del padre de Cayetana -con el que siempre mantuvo una muy buena sintonía-, Luis ya se encontraba completamente familiarizado con la institución y todas las responsabilidades que suponía estar al frente de la misma. La propia Cayetana dejó patente en sus memorias que el papel de su primer marido para impulsar la Casa de Alba fue fundamental: «Mi padre tenía muchas virtudes, pero sus obligaciones políticas y con la familia real y su carrera le habían hecho descuidar la administración de las tierras. Luis fue para él como la lluvia que cae sobre la tierra seca, porque empezó a poner orden en todo aquello».
Tal como apunta el autor, la vida de Luis «transcurrió entre el legado de su suegro Jacobo y la personalidad de su mujer. Luis parecía condenado a palidecer ante estas dos brillantes personalidades. Sin embargo, sus decisiones en distintos ámbitos resultaron decisivas para el futuro del ducado». Un libro que presenta una perspectiva muy diferente de la imagen que hasta ahora se tenía de Luis Martínez de Irujo: Más allá del hombre culto y sensible, el aristócrata fue el responsable de la modernización del patrimonio y su adaptación a los nuevos tiempos. Un hombre que supo además conservar el legado de la Casa de Alba.