Gabriel Rufián pillado yendo en chándal y deportivas al Congreso de los Diputados
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Ande yo caliente, ríase la gente. En Madrid está refrescando que da gusto. Eso es una obviedad, como también lo es que estamos en otoño y es lógico que empiece a hacer frío. Gabriel Rufián es diputado de ERC en Congreso de los Diputados y no vive en la capital. Cuando tiene que venir a trabajar desde Sabadell, se coge un AVE y, todo el mundo sabe que viajar en chándal es mucho más cómodo. Más elegante, igual no es, pero ese es otro cantar. Rufián quiere viajar cómodo y calentito y por eso el martes acudió de esa guisa al Congreso de los Diputados.
¿Se podía haber cambiado de ropa en el tren antes de bajarse en la estación? Pues, sí, pero a él le pareció más práctico, más rápido, hacerlo ya en su despacho, en la Cámara Baja, donde tenía más espacio e intimidad que en el baño del AVE. Entre las virtudes que adornan a Rufián, que alguna tendrá, no se encuentra la elegancia o el elegir de manera adecuada cómo ir vestido a trabajar. Se supone que hay que guardar un decoro, pero parece que eso a él no le interesa tanto. Así ha ido según ha desvelado Periodista Digital.
Los setenta y los ochenta del S.XX, las gloriosas décadas del chándal
Rufián nació en febrero de 1982, es decir, justo entrando en una de las décadas gloriosas del chándal. Eso despista porque en el año de Naranjito Rufián llevaría peleles si es que fue un bebé como Dios manda. El chándal había surgido en los setenta, pero desarrolló su «glorioso» estilo en los ochenta. Doctores tiene la moda, pero a estas alturas ya casi todos hemos asumido un concepto muy sencillo: el chándal es para hacer deporte como la bata y las zapatillas es para estar en casa y no bajar de esa guisa a la compra. Pero siempre hay rebeldes. Rufián es uno. Aunque no está solo. Raperos, tribus urbanas, o políticos como Chávez y Maduro a quienes Rufián seguramente admirará y no solo por la forma de vestir.
En España tenemos a nuestra querida Isabel Pantoja (ella con tacones), o a Belén Estaban, que también nos acostumbraron la retina a ver esta prenda como algo natural para ir a hacer un recado o a trabajar.
Kardashian es también muy chandalera. En honor a la verdad sorprende poco ver a una celebritie con chándal paseando a su perro por Hollywood Boulevard mientras se toma un batido de apio. Lo que no habíamos visto nunca es esto, ir al Congreso de los Diputados de esta guisa. Peor hay que reconocer que ya son legión los followers de vestir así, que han hecho del chándal una pancarta, un estilo de vida, una manera de expresar qué sienten, cómo y por qué el mudo les ha hecho así. Elegantes no serán pero ¡qué valor hay que echarle para acudir así a la sede de la soberanía nacional! También es verdad que justamente a Rufián, precisamente a él, la noción España no es precisamente uno de los valores que lo sustenten.
En cualquier caso que nadie se lleve las manos a la cabeza. Rufián o es un señor elegante y sus estilismos se acercan más a los de Jesús Gil (también muy aficionado al chándal, por cierto) que a los de Alain Delon. No nos pongamos ahora exquisitos ni le pidamos peras al olmo. Pedirle a Rufián que vista mejor y de manera más adecuada (con que llevara su talla en lugar de dos menos, sería suficiente), sería lo mismo que pedirle que se pusiera de pie y con la mano en el corazón cuando suena el himno de España.
La curiosa relación del chándal y los verduleros
¿Y de dónde viene la graciosa y entrañable palabra chándal? Pues es la contracción de dos palabras francesas marchand d´ail que, literalmente significa: “vendedores de ajos cebollas, verduleros». Concretamente de los que trabajaban en el gran mercado de Les Halles, en París y que solían ir vestidos con unos jerséis de canalé muy cómodos y para combatir el frío. ¿Cuál es la relación, se preguntarán? Sencilla y contada por su propio inventor, el empresario de Amiens monsieur Delaux-Chatel, en 1915 en una carta publicada en el periódico Le Temps: «El chandail para hombres, mujeres y niños fue creado por mí hace veintiún años y mi muestra fue depositada en la secretaría del tribunal industrial en Amiens el 5 de mayo de 1894. Lo creé en el único y primer telar capaz de producir este tipo de prenda, que yo tenía desde 1880, y preparé para uno de mis clientes en París, M. Pringault (rue des Bourdonnais) unas pocas docenas de un artículo de punto flexible destinado a los trabajadores del mercado, verduleros, etc. Como buen parisino, el señor Pringault había venido, por abreviatura, a preguntarme por su encargo para sus chands d’ail. A partir de ahí pensé en llamar a mi creación chandail, término que viene de marchand d’ail. Por lo tanto, la idea se remonta treinta y cuatro años atrás, pero la palabra chandail no apareció en facturas y catálogos hasta 1894. Hoy, todos los fabricantes de mercerías en Francia e incluso en el extranjero están fabricando chandails».