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Gareth Bale deja el fútbol y en el Real Madrid siempre quedará la sensación de que fue mucho más de lo que realmente parece. Nunca se supo vender y tampoco quiso. Jamás se paró a entender a un madridismo que le acogió con los brazos abiertos, pero que con el paso de los años se fue enfadando con un jugador que cinco Champions después dijo adiós al Santiago Bernabéu con total indiferencia por parte de su grada. El de Cardiff siempre ha sido especial y lo fue hasta el último día.
Bale fichó por el Real Madrid en el verano de 2013 tras unas intensas negociaciones entre los blancos y el Tottenham. Levy forzó al máximo la situación, hasta el punto de llegar a amenazar con la retirada. Finalmente, sobre la campana, el 1 de septiembre se confirmó su fichaje. El club no tardó en publicar una fotografía en la que Cristiano Ronaldo, la estrella, saludaba al que tenía que ser su fiel escudero. Y tanto que lo fue en su primera temporada. 22 goles y 17 asistencias en los 44 partidos que disputó en aquella campaña, pero lo más importante fue sus apariciones en los momentos clave. Rompió a Bartra en la final de la Copa del Rey para dar el primer título de año a los de Ancelotti y repitió diana en la prórroga de la final de Champions que se celebró en Lisboa contra el Atlético de Madrid para ganar la Décima.
En la segunda temporada el rendimiento siguió siendo mayúsculo. La BBC era imparable. Volvió a marcar en la final del Mundial de Clubes ante San Lorenzo y terminó la temporada siendo importante, aunque el equipo poco a poco se fue viniendo abajo, lo que provocó el adiós de Ancelotti. Con la llegada de Rafa Benítez, la cosa no mejoró, pero con la llegada de los Reyes Magos aterrizó Zidane en el banquillo madridista. Aunque la relación con el galo al final terminó siendo complicada, en los primeros momentos fue importante hasta el punto de que esa temporada pasará a la historia por su gol ante el City en semifinales que dio el pase a los blancos y por el penalti que marcó cojo frente al Atlético en Milán para ganar la Undécima.
En la temporada siguiente las lesiones fueron haciendo acto de presencia y su rendimiento comenzó a bajar. Por primera vez no alcanzó la decena de goles y fue suplente en la final de la Champions que los blancos ganaron en Cardiff, su casa. Al año siguiente la relación continuó deteriorándose, pero volvió a marcar la diferencia en Kiev, donde hizo dos goles, uno de ellos para la historia del fútbol, que dieron la Decimotercera a los madridistas.
Se fue Zidane y con Lopetegui recuperó la sonrisa, pero al vasco no le fue bien en el banquillo, terminó siendo cesado, llegó Solari y, antes de acabar la temporada, otra vez Zidane hizo acto de presencia. Con el galo no había ningún tipo de química, lo que acabó con que los últimos días de Bale en el Real Madrid, cesión incluida al Tottenham de Mourinho, no hiciesen justicia a la historia que ha firmado durante ocho años vestido de blanco.
Antes de decir adiós, vivió una segunda etapa con Ancelotti que le valió para ganar su quinta Champions. Todas ellas vestido de blanco. Después, el contrato finalizó, se embarcó en la aventura americana, jugó el Mundial de Qatar y terminó despidiéndose para siempre.