El lujo ha sufrido varios cambios a lo largo de los años y va evolucionando basándose en las tendencias que se marquen sobre diferentes sectores. Mientras que en la moda se valoran las ediciones limitadas, las pieles exóticas o esos objetos que se han posicionado como aspiraciones, en el mundo del lifestyle se valora la experiencia, el entorno, la gastronomía o los exclusivos servicios que se puedan dar. Muchos son los motivos, pero hay uno que coincide en cualquier ambiente de alto standing: el nombre. Viajamos a Nueva York para conocer uno de sus míticos hoteles (y que ahora en Navidad está tan bonito que parece sacado de un cuento) y conversamos con su directora de marketing. Hablamos del hotel Península.
Con varios complejos alrededor del mundo, el de Manhattan es uno de sus referentes y se ubica en el interior de un edificio de 1905. Observarlo desde fuera supone ver una parte de la historia de la ciudad a través de la arquitectura, con una gran presencia que persuade de entrar a su interior y descubrir cada rincón. Su apertura sucedió en 1988 y, después de una reforma de más de 40 millones de euros de la época, ha sido el escenario de muchos eventos y el refugio de descanso de las grandes fortunas.
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Su origen sucede en Hong Kong y es uno de los pocos hoteles, a nivel internacional, cuya dirección pertenece a una familia. Para conocer más sobre él, hemos conversado con Wai Lin Yip, directora de marca y marketing digital de este ostentoso espacio. «Nací en Hong Kong y viví allí durante ocho años, para después mudarme a Los Ángeles y, ahora, llevo en Nueva York doce años». Su pasión por la marca se nota en sus palabras y nos cuenta: «El nacimiento del Península fue en Hong Kong y fue el primer hotel en la isla y sigue estando regentado por la familia Kadoorie, ahora en su cuarta generación con Michael Kadoorie al frente».
Es verdad que, observando sus interiores, se contempla una amalgama de épocas que hace un repaso sobre la evolución del lujo y nos deja ver ciertos toques de los años 80 y 90, mezclados con su última reforma hecha en enero de este año. Está claro que cuenta con una personalidad propia, pero se aleja de ese minimalismo al que estamos acostumbrados y, en cierta parte, de ese arraigo a una exclusividad de hace casi cuatro décadas. “Este hotel se abrió en 1988 y en la década de los 80 y los 90, los hoteles eran más espaciosos y la misión era incluir todo lo necesario en un edificio”, nos cuenta Yip.
Es verdad que ahora los hoteles ofrecen esos servicios, pero de forma externa y no unas plantas más abajo, lo que nos hace darnos cuenta de que los hospedajes de esa década que veíamos en las películas eran como una ciudad y lo esencial lo tenías a mano. «Tenemos piscina interior, un spa con diez cabinas de tratamiento, nuestro rooftop, además del restaurante Clement y dos bares. También contamos con servicios que pocos tienen, como un salón de peluquería», aclara.
Nos surge la duda, porque ahora mismo la industria del lujo se debate entre lo clásico y lo moderno, con un tipo de público específico que exige un estatus dentro de servicios, además de decoración, amenities, etc., con una importancia en el detalle que va creciendo. Muchos siguen prefiriendo el concepto del hotel Península de Nueva York porque es una apuesta segura y es lo que siempre hemos vivido. Esto nos puede llevar a pensar que la nueva tendencia de la exclusividad debería seguir contando con esos cimientos clásicos e ir adaptando novedosos conceptos con el tiempo. Wai Lin Yip nos lo deja claro: «Muchos de los clientes prefieren quedar aquí porque es un lugar cómodo y tienes todo lo necesario en un edificio».
Sigue siendo el espacio favorito de muchos famosos y, en el transcurso de la entrevista en su suite presidencial, la cual tiene un precio de 30.000 euros por noche, sabemos por qué. Colinda con la famosa quinta avenida y sus exclusivos servicios te permiten que las mejores marcas del mundo puedan hacerte una sesión privada de shopping en tu suite e incluso habilitarla con máquinas de ejercicio y correr por la mañana sin tener necesidad de bajar a la calle.
Para muchas caras conocidas sigue siendo el epicentro y hemos visto grandes nombres pasar por sus alfombras persas. La tenista japonesa Naomi Osaka y la británica Emma Raducanu (que ganó el US Open con sólo 18 años) seleccionaron el hotel como base de operaciones para su asistencia a la Met Gala, al igual que la modelo Winnie Harlow o la estrella internacional de la música, Ciara. Además de ello, nos desvela un secreto: «Hemos llegado a tener a mucha gente de renombre, pero una de las cosas que más ilusión nos hizo fue alojar a dos mujeres que jugaron y ganaron el US Open y, sin que nadie lo supiera, celebraron aquí una fiesta privada».
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Está claro que los tiempos están cambiando y la mentalidad del cliente sibarita evoluciona con base en esos impactos que se perciben. Ya no sólo cuenta la estética… También cobra importancia la frase «¿qué más puedes hacer por mí?». Va más allá de un concepto que se basa en la decoración, sino que hay que ir un punto más allá y lo comentamos con Yip: «Cada cliente es diferente y no piden las mismas cosas. Algunos buscan experiencias únicas o incluso una mesa en el restaurante de moda que tiene lista de espera. Otros quieren tours privados por las tiendas más exclusivas de la Quinta Avenida, viajar en helicóptero e incluso la necesidad de un jet privado de forma urgente. Todo esto y más lo hacemos en el hotel Península de Nueva York y por eso los clientes nos escogen».
Con la llegada de la Navidad, el lugar cambia completamente y es como adentrarse en una postal de lo más idílica. Grandes árboles protagonizan un espacio, que se inunda de caramelos para los niños y, además, sus ingenieros construyen una tienda de dulces que sólo estará presente en las fiestas.
La verdad es que pasear por su espacio nos hace sentirnos en un viaje eterno. Nos evoca recordar esas películas de los 90 que nos mostraban una ciudad de Nueva York bañada de gente vestida de costura con grandes hombreras, mientras que el paso del tiempo nos lleva a un minimalismo abrazado por lo clásico.