Hoy, domingo 22 de junio, Meryl Streep cumple años. La mujer que ha conquistado la gran pantalla con su elegancia, talento arrollador y más de 20 nominaciones al Óscar celebra un nuevo año de vida. Y qué mejor forma de homenajearla que recordando uno de sus capítulos más sofisticados lejos del cine: la venta de su espectacular ático en Tribeca, uno de los barrios más exclusivos de Nueva York.
El ático, que fue suyo durante más de una década, lo vendió en 2020 por la friolera de unos 14,7 millones de euros. Un espacio que no sólo encarnaba el lujo neoyorquino más depurado, sino que hablaba también de una Meryl Streep amante del arte, la calma y los detalles bien pensados.
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Ubicado en el edificio River Lofts, en el número 92 de Laight Street, el ático se encuentra en pleno corazón de Tribeca, al oeste de Manhattan. Streep y su entonces marido, el escultor Don Gummer, lo compraron en 2006 por unos 9,4 millones de euros. Fue su hogar durante más de 14 años.
El piso ocupaba toda una planta, con 370 metros cuadrados interiores y una terraza perimetral de más de 100 metros cuadrados. Las vistas eran sencillamente espectaculares: desde el salón y la terraza podía verse el río Hudson, el Empire State, la Estatua de la Libertad y el One World Trade Center.
Si Meryl Streep hubiera esperado tan sólo un año más lo hubiera vendido por 22 millones
Cuando en 2018 decidieron poner el ático en venta, el precio inicial fue ambicioso: 22 millones de euros. Pero el mercado inmobiliario de lujo en Nueva York no atravesaba su mejor momento. El precio fue bajando progresivamente hasta cerrar la operación en 2020 por 14,7 millones de euros. Una cifra considerable, sí, pero que podría haber sido muy diferente: si Meryl Streep hubiera esperado tan sólo un año más, probablemente habría conseguido los 22 millones iniciales, ya que el mercado repuntó con fuerza tras la pandemia.
Diseño, luz y sobriedad
El interior del ático era un reflejo de la personalidad de Meryl Streep: elegante, sin ostentación, lleno de luz y con una distribución pensada para el bienestar. El salón, abierto y luminoso, estaba rodeado de grandes ventanales que ofrecían vistas en tres direcciones. La chimenea flotante añadía un toque cálido y escultórico.
La cocina, con una gran isla de madera y electrodomésticos de gama alta, era perfecta para reuniones íntimas. También contaba con un despacho con vistas al río, cuatro dormitorios, cuatro baños completos y una suite principal con dos vestidores, dos baños privados y acceso directo a la terraza.
Los suelos de nogal brasileño y los techos altos contribuían a la sensación de amplitud y calma. Todo estaba pensado para crear un refugio sereno en el corazón de la ciudad que nunca duerme.
Pero lo más llamativo, sin duda, era la terraza perimetral: ajardinada, privada y con vistas de ensueño. Meryl lo describió como un lugar donde había trabajado bajo las estrellas en noches de verano y donde había disfrutado del fuego mientras la nieve cubría el paisaje urbano.
