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Despertar con la sensación de haber vivido otra vida durante la noche es una experiencia más común de lo que parece. Muchas personas se sorprenden por la claridad con la que recuerdan sus sueños, incluso días después. Otras, en cambio, apenas logran reconstruir una imagen borrosa. ¿Por qué algunas personas recuerdan tanto lo que sueñan? ¿Es solo una cuestión de memoria, o hay mecanismos cerebrales más complejos en juego? La ciencia ha empezado a responder estas preguntas con una combinación de estudios sobre neurocognición, memoria y fases del sueño que ayudan a entender por qué el mundo onírico a veces se queda tan grabado en la mente.
Según el doctor, especialista en sueño, Eduard Estivill, en el video “trucos infalibles para dormir toda la noche¿Por qué soñamos y por qué —publicado en YouTube—, hay varios factores que determinan el nivel de recuerdo de un sueño. Uno de los principales es la activación de regiones cerebrales vinculadas a la memoria emocional, como el hipocampo y la amígdala. Durante la fase REM (movimiento ocular rápido), el cerebro procesa emociones intensas y experiencias recientes, lo que puede facilitar la consolidación de los sueños. También influye la hora en la que una persona se despierta: si se despierta durante o inmediatamente después de una fase REM, es más probable que recuerde el contenido del sueño. Calixto destaca que no todos los cerebros funcionan igual al dormir; hay quienes tienen mayor actividad eléctrica y conexiones entre áreas del lóbulo temporal y frontal, lo que podría explicar por qué recuerdan más detalles.
El papel de la fase REM en la memoria de los sueños
Una de las claves principales para entender por qué se recuerdan tanto los sueños está en la fase REM. Esta etapa del sueño es cuando el cerebro se encuentra más activo, similar a cuando estamos despiertos, pero el cuerpo permanece paralizado. Durante esta fase, los sueños tienden a ser más intensos, visuales y emocionales.
Según la European Sleep Research Society (ESRS), la fase REM cumple un papel esencial en el procesamiento de la memoria emocional y en la reorganización sináptica del cerebro, lo cual explica por qué algunas imágenes oníricas quedan grabadas.
Además, la misma sociedad europea indica que las personas que tienen despertares más frecuentes durante esta fase REM tienden a recordar más sus sueños. Es decir, si una persona se despierta justo al final de un sueño, hay más posibilidades de que retenga esa información. En cambio, quienes tienen un sueño más profundo y continuo, con menos interrupciones, suelen recordar menos. Este fenómeno también ha sido asociado a patrones neurológicos individuales, es decir, a la forma en que cada cerebro procesa y archiva la información durante el descanso nocturno.
La conexión entre emociones y recuerdos oníricos
Las emociones son un ingrediente fundamental del recuerdo onírico. Según un estudio de la American Academy of Sleep Medicine, los sueños que contienen elementos emocionales intensos —ya sean positivos o negativos— se recuerdan con mayor facilidad. Esto se debe a que las emociones activan estructuras cerebrales relacionadas con la consolidación de la memoria, como la amígdala y el hipocampo.
Por ejemplo, si una persona sueña con una situación de peligro o una pérdida importante, es más probable que al despertar recuerde como si hubiera vivido esa escena. Este mecanismo evolutivo tiene una función: ayudarnos a procesar y comprender nuestras emociones en un entorno seguro. En cierto modo, soñar es una forma de “ensayo emocional” que nos permite explorar escenarios sin riesgos reales. Las personas más sensibles o introspectivas pueden, por tanto, tener mayor tendencia a recordar sus sueños.
Factores individuales que influyen en el recuerdo
No todas las personas recuerdan sus sueños de la misma manera. Hay varios factores individuales que pueden influir en este fenómeno: desde la genética hasta los hábitos de sueño. La European Sleep Research Society indica que las personas con mayor actividad cerebral durante el sueño, especialmente en áreas como la corteza prefrontal medial, tienden a tener más recuerdos oníricos. Esta región del cerebro está vinculada con la autorreflexión y la toma de decisiones, por lo que su activación podría estar asociada a un mayor nivel de conciencia durante los sueños.
También influyen el nivel de estrés, la calidad del descanso, el consumo de sustancias (como alcohol o medicamentos), e incluso el uso de alarmas bruscas. Quienes se despiertan de forma natural tienen más probabilidades de retener lo soñado. Además, practicar ejercicios de registro de sueños, como escribirlos al despertar, puede entrenar al cerebro para recordarlos con más claridad.
Recordar mucho los sueños: ¿una ventaja o una carga?
Aunque recordar los sueños puede resultar fascinante y hasta terapéutico para algunas personas, para otras puede ser agotador. En algunos casos, los recuerdos oníricos intensos pueden estar vinculados a trastornos del sueño como el insomnio, el trastorno de estrés postraumático o incluso la parálisis del sueño. Recordar sueños algo perturbadores con frecuencia puede interferir con el descanso y la sensación de recuperación.
Sin embargo, cuando el recuerdo de los sueños se mantiene en un nivel funcional, puede ofrecer beneficios psicológicos. Algunos terapeutas utilizan los sueños como herramienta para trabajar con pacientes en sesiones de análisis emocional, ya que estos pueden revelar deseos ocultos, conflictos internos o preocupaciones no verbalizadas. En este sentido, recordar los sueños no es solo una curiosidad neurológica, sino también una oportunidad para el autoconocimiento.
¿Cuántas horas necesitamos dormir?
Según el doctor Eduard Estivill, sabemos que el sueño es un taller de reparación, restauración y memorización. Todo lo que gastamos durante el día, lo reponemos durante la noche. Todo lo que aprendemos durante el día, lo organizamos y memorizamos durante la noche. Si tenemos esto en cuenta, entenderemos más fácilmente que las horas necesarias de sueño para cada persona dependen de la edad.
Un niño de 4 años que se mueve mucho durante el día y aprende muchas cosas necesita que el sueño, su taller, funcione al menos durante 11 horas. Un adolescente necesita 9 horas; un adulto entre 7 y 8; y un adulto mayor, a partir de los 65 años, precisa solo 6.
También sabemos que en las 24 horas que dura un día el cerebro requiere dos momentos de sueño: el primero va desde las 10, 11, 12 de la noche hasta las 6-7-8 de la mañana; el segundo es una breve necesidad de sueño que tenemos en torno a 7-8 horas después de habernos levantado. Es la siesta.