Contenido
- 0.1 Qué significa hablar en voz alta y solo, según los psicólogos
- 0.2 Las personas con alta inteligencia emocional usan estas frases para frenar discusiones, según un estudio psicológico
- 0.3 ¿Qué significa llevar una pulsera con la bandera de España, según la psicología?
- 1 ¿Qué rasgos definen a quienes toman malas decisiones?
Tomar decisiones es una de las situaciones más complejas en la vida de las personas. Se trata de una actitud permanente y cotidiana, desde decidir qué comer, un proyecto o carrera profesional, constantemente nos enfrentamos a elecciones que configuran nuestra vida y el entorno. En ocasiones, las decisiones resultan desacertadas, lo que nos puede perjudicar a corto o largo plazo. Esto suele producir desconcierto, angustia y fastidio al no entender por qué actuamos de determinada manera. En este sentido, tomar malas decisiones de modo frecuente tiene consecuencias externas (conflictos o pérdidas económicas) y revela aspectos profundos de nuestra personalidad, funcionamiento cognitivo y regulación emocional.
Es habitual que las personas que toman malas decisiones de manera frecuente compartan ciertos rasgos psicológicos o patrones de pensamiento. Uno de los más comunes es la impulsividad, es decir, actuar sin medir las consecuencias y movidos por emociones intensas o la necesidad inmediata de alivio. Además, un factor clave es la baja tolerancia a la frustración. De esta manera, las personas que no soportan la incomodidad, el esfuerzo sostenido o la incertidumbre tenderán a elegir el camino más fácil, aunque no lo conduzcan al lugar correcto. A su vez, se identifica la falta de autoconciencia, análisis y crítica que no permite reconocer los propios errores ni aprender de ellos. Como consecuencia, se genera un ciclo reiterado de decisiones fallidas y desacertadas. Según un informe de la Universidad de Cambridge, el 60% de las decisiones erradas persistentes se relacionan con una combinación de impulsividad, falta de reflexión crítica y escaso manejo emocional.
¿Qué rasgos definen a quienes toman malas decisiones?
Impulsividad
Hay determinados patrones de comportamiento y personalidad que suelen repetirse en quienes toman malas decisiones con frecuencia. En este sentido, uno de los más evidentes es la impulsividad crónica.
«No se trata solo de actuar rápido, sino de hacerlo sin considerar las posibles consecuencias o sin evaluar alternativas. Este rasgo suele estar asociado a niveles bajos de autocontrol y a una alta necesidad de gratificación inmediata», mencionan autoridades de Cambridge.
A su vez, las personas que toman malas decisiones suelen actuar con una gran dependencia excesiva del juicio emocional por sobre el pensamiento lógico. Por lo tanto, en lugar de basarse en datos y razonamientos estructurados, actúan a partir de “lo que sienten” o lo que les resulta más cómodo emocionalmente.
Responsabilidad
Otra característica es la tendencia a evitar la responsabilidad personal. Las personas tienden a justificar sus actos culpando a otros, al entorno o a la mala suerte. La consecuencia es la falta de reflexión crítica, no logran aprender de la experiencia ni revisar sus comportamientos para transformarlos.
¿Cómo afecta el entorno y las experiencias de cada persona en sus decisiones?
El contexto social, familiar y educativo también influye de manera significativa. Dichas condiciones permiten analizar que no todos los errores en la toma de decisiones se deben exclusivamente a factores individuales.
Por ejemplo, una persona que creció en un entorno inestable, sin la presencia de modelos saludables para la resolución de conflictos o la toma de decisiones de modo racional, es más probable que reproduzca dichos patrones de conducta.
Por el contrario, aquellas personas que revisan sus errores asumen las responsabilidades y se adaptan, suelen mejorar progresivamente su capacidad de decisión. La clave está en la metacognición, es decir, problematizar sobre cómo pensamos, evaluar las estrategias mentales y corregirlas cuando lo consideremos necesario.
Tomar malas decisiones de manera reiterada no solo afecta la vida práctica, sino que también impacta en el bienestar emocional. La acumulación de errores puede generar sentimientos de culpa, ansiedad, baja autoestima y depresión. A nivel social, desencadena la pérdida de confianza por parte del entorno, conflictos interpersonales y aislamiento.
Según la Confederación de Salud Mental de España, las personas que presentan patrones de decisión disfuncionales tienen más riesgo de desarrollar trastornos del estado de ánimo y dificultades en el ámbito laboral y afectivo. Además, tomar malas decisiones suele afectar la percepción que los demás tienen de nosotros y agravar la sensación de fracaso.
Cómo tomar mejores decisiones
A pesar de las actitudes e ideas que comparten las personas que toman decisiones erróneas, existen posibilidades de cambiar dichos comportamientos. En este sentido, existen herramientas psicológicas y estrategias cognitivas que permiten mejorar la toma de decisiones.
Un recurso es la terapia cognitivo-conductual, que trabaja sobre los sesgos de pensamiento, la gestión emocional y el desarrollo de habilidades de resolución de problemas.
La Agencia Europea para la Educación y la Cultura (EACEA) destaca como opción el entrenamiento en inteligencia emocional, el cual ayuda a desarrollar la autoconciencia, la empatía y el autocontrol.
«Algunas actitudes claves son practicar la reflexión antes de actuar, pedir consejo, anticipar consecuencias y aprender a tolerar la incertidumbre como hábitos que pueden marcar una diferencia real», sugieren las autoridades de EACEA.