Contenido
- 0.1 Ni teatro ni bailes: la actividad social para mayores de 65 años que mejora la memoria y la función respiratoria
- 0.2 Los rasgos que tienen las personas que dejan de hablarte cuando se enfadan, según los psicólogos
- 0.3 El sencillo hábito que los mayores de 60 años deben hacer a diario para crear lazos irrompibles con sus nietos
- 1 Esta es la mejor actividad social que ayuda a mantenerse activo y acompañado
- 2 ¿Cómo se puede adaptar una clase de cocina para mayores?
A los 65 años, quedarse en casa todo el día ya no es algo de los fines de semana, sino que se puede volver una constante. Al principio es sinónimo de tranquilidad, pero a la larga, es incómodo y atrae la soledad y puede que la depresión.
El aislamiento es peligroso, por lo que hay que buscar cómo salir de la zona de confort, enfrentarse a nueva gente, grupos variados, y cambiar, pues los colegas de la oficina puede que ya no estén tan cerca. Ir al cine o leer está bien, pero si se quiere compartir y disfrutar de verdad, hay una actividad social que es mejor: un grupo de cocina.
La cocina en grupo no aparece la primera en la lista cuando uno piensa en planes para la tercera edad. Pero debería. Se trata de una actividad completa, es práctica, social, creativa y estimulante. Reúne a personas distintas en torno a una mesa con un objetivo común. Permite moverse, conversar, aprender, recordar, probar y disfrutar.
En la infancia se cocinaba en familia. En la juventud, quizá como pareja. Y ahora, en la madurez, también se puede cocinar acompañado, pero con un enfoque diferente: cocinar como vía para reconectar. Los beneficios son inmediatos y tangibles.
Medir, amasar, pelar, batir… son tareas que activan la coordinación y la motricidad fina. Además, seguir una receta y estar pendiente de los pasos estimula la memoria y la concentración. Es un entrenamiento mental disfrazado de ocio. A eso se le suma que muchos talleres están pensados para introducir hábitos más saludables: reducir sal, cocinar con menos grasa, aprovechar ingredientes de temporada. Sin darse cuenta, uno mejora su alimentación.
Por otro lado, la cocina compartida genera conversación sin esfuerzo. Se habla de recetas, de sabores, de trucos de toda la vida. Se comparten historias… Es común que surjan anécdotas y risas. Para quien ha perdido recientemente a un ser querido o ya no tiene a los amigos cerca, ese espacio se convierte en un refugio cálido, donde sentirse parte de algo.
Desde cocina italiana o española hasta repostería o panadería. Sea cual sea el gusto, hay donde elegir. Sólo hace falta dar el paso.
¿Cómo se puede adaptar una clase de cocina para mayores?
Las clases no tienen que ser exigentes ni sofisticadas. De hecho, lo mejor es que estén diseñadas para adaptarse a quienes participan. Las hay con plazas reducidas, con horarios flexibles y con personal que guía paso a paso.
Para personas con movilidad reducida, existen talleres con taburetes altos, utensilios ergonómicos o incluso versiones online que se pueden seguir desde casa.
Una vez por semana es suficiente. No hace falta más para que el día cambie de ritmo, para que el ánimo mejore. Al final, cocinar en grupo devuelve esa sensación de hacer algo útil, de disfrutar con otros, y de aprender sin presión. La idea es disfrutar, no competir por una estrella Michelin.