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A veces educamos los hijos de la misma forma que lo hicieron con nosotros, pero hay muchas cosas que han cambiado. Por ejemplo, desde la crianza respetuosa han enseñado cómo debemos corregir a los niños, para no afectarles negativamente.
Una muestra de ello son frases tan comunes como así no se juega o no hagas trampas parecen inofensivas, pero pueden minar su aprendizaje y creatividad.
Y es que estas sentencias se consideran poco adecuadas porque desvalorizan la forma en que los pequeños exploran, se expresan y aprenden a su ritmo.
Por qué los padres no deben decir ‘así no se juega’ a los hijos
Escuchar a un adulto decir así no se juega es algo habitual en cualquier casa o parque. Pero lo cierto es que esta frase encierra un mensaje que puede afectar la confianza y la autonomía de los niños.
Desde la perspectiva de la crianza respetuosa, jugar no sólo es una forma de entretenimiento, sino una manera de aprender, de conocerse y de experimentar el mundo.
Cuando un adulto corrige constantemente la forma en la que un niño juega, le está transmitiendo que lo está haciendo mal. Es decir, que su manera de imaginar o divertirse no es válida. Esto puede traducirse en frustración y acabar reduciendo su curiosidad natural.
Por ello recomiendan que lo mejor en estos es recordar las normas del juego de forma objetiva y sin perder la paciencia. O simplemente dejar que los niños exploren su creatividad y establezcan sus propias reglas (pero luego deben cumplirlas).
Por qué las trampas pueden ayudar a los hijos a desarrollarse
Hacen trampas no es algo bueno, pero tampoco debemos verlo como algo horrible en la infancia. Muchos padres lo interpretan como una falta de respeto o una actitud negativa, pero lo cierto es que, en la mayoría de los casos, se trata de una forma de explorar los límites.
Los niños pequeños no hacen trampas para ganar, sino para probar qué pasa si cambian las reglas o si actúan de otra manera. Es decir, al final lo que están intentando hacer es explorar.
Decir frases como no hagas trampas con tono de enfado puede cortar ese proceso de aprendizaje y generar miedo al error. En su lugar, la crianza respetuosa propone acompañar el juego sin juicios, recordando que lo importante no es ganar o perder, sino disfrutar y compartir el momento.
Si los adultos observan que el niño altera las normas, pueden explicarle con calma cómo funcionan, pero sin regañar ni ridiculizar. Este enfoque fomenta la reflexión y la autorregulación, en lugar de la obediencia ciega.
Jugar libremente ayuda a la educación de los niños
Dicen que hay determinados juegos que fomentan la inteligencia, pero es importante que nunca impongamos la diversión a nuestros hijos.
El juego libre es una herramienta fundamental para el desarrollo emocional y cognitivo. Por ello debes permitir que los niños se equivoquen, experimenten y creen sus propias dinámicas.
Eso hace que los padres deban ver el juego con otros ojos. No es un espacio que deba controlarse, sino un terreno donde los pequeños descubre quiénes son y cómo se relacionan con los demás.
