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Según van pasando los años, la rutina va cambiando de maneras que nadie imagina al principio. Lo que antes era salir a tomar un café con los compañeros pasa a ser un silencio constante que se instala cada vez más. Las tardes se reducen a ver películas frente al televisor, se sale menos y el aislamiento va abriéndose paso.
Muchos mayores no se aíslan de manera repentina, sino que se van quedando al margen poco a poco, casi sin querer. La solución no es acostumbrarse ni esperar a que pase. Hay que actuar rápido, y existe un método muy sencillo que tiene efectos positivos en los mayores de 65 años.
La Fundación Federico Ozanam recomienda que, para evitar el aislamiento social en mayores de 65 años, es crucial involucrar a los mayores en las decisiones familiares. Parece obvio, pero muchas personas no lo hacen tanto como creen. Cuando una persona se siente útil, escuchada y respetada, cambia su manera de estar en el mundo.
Esto no se trata sólo de preguntar por educación, sino que hay que contar con ellos de verdad. Eso fortalece los vínculos, refuerza la autoestima y les devuelve una parte de su autonomía. Cuando participan en la toma de decisiones, se sienten parte activa del grupo. Y esa sensación protege y aporta estabilidad.
Sentirse valorados no es sólo agradable, sino que es una necesidad emocional que, si se ignora, deteriora el bienestar mental a gran velocidad a los 65 años de edad.
Maneras sencillas de incluir a los mayores de 65 años y evitar el aislamiento
Al momento de incluir a una persona mayor de 65 años, no hace falta complicarse ni buscar ideas rebuscadas. La clave está en los pequeños gestos. Pedir su opinión, preguntarles cómo ven un problema familiar o qué harían en una situación concreta. Lo importante es escuchar y tener en cuenta lo que digan.
Compartir actividades también ayuda: pasear, cocinar juntos, enseñarles a usar el móvil o ver una película en familia. A veces, simplemente contarles lo que pasa en el día a día o enseñarles fotos del nieto en el colegio ya marca la diferencia, porque crea una relación real.
Puede ser algo tan simple como un “¿Qué opinas de este coche, de esta mesa, de esta receta?” o “¿Qué harías tú si te pasara esto?”. No hace falta seguir todos los consejos, pero ese gesto tiene un peso enorme a nivel mental. Por último, es crucial respetar sus decisiones. Aunque el criterio sea distinto al tuyo, merecen respeto y ser escuchados.
Según el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento (NIA), el aislamiento social en personas mayores de 65 años no afecta sólo al ánimo. Tiene consecuencias físicas muy concretas: presión arterial alta, problemas cardíacos, defensas debilitadas y un deterioro cognitivo más rápido. El riesgo de depresión, ansiedad y enfermedades como el Alzheimer también crece.
Además, las personas que se sienten solas tienden a descuidar hábitos básicos: comen peor, duermen menos y hacen menos ejercicio. Todo eso alimenta un círculo vicioso que va cerrando puertas hasta dejarlos aislados del todo.
La soledad crónica no es sólo una cuestión emocional, provoca reacciones químicas similares al dolor físico: activa el estrés, debilita el sistema inmunológico y puede causar inflamaciones prolongadas. Al final, ese desgaste pasa factura, y puede tener efectos muy peligrosos.
