La jubilación suele percibirse como el cierre de una etapa y la entrada en un terreno desconocido donde, por primera vez en décadas, el tiempo deja de estar marcado por obligaciones laborales. Sin embargo, más allá del descanso merecido, la ciencia apunta a un factor decisivo para comprender por qué algunas personas viven esta etapa con plenitud y otras se sienten desorientadas: el propósito. No se trata de grandes misiones ni de metas imposibles, sino del impulso interno que da sentido y dirección a la vida cotidiana. Investigaciones recientes señalan que mantener ese propósito: lo que deben hacer los mayores de 65 para vivir más tiempo y de calidad.
Mar Amate, en la Cope, reflexiona sobre la forma en que las decisiones cotidianas marcan la diferencia en el bienestar emocional y físico. Amate citó una idea potente: al final de la vida, los arrepentimientos rara vez tienen que ver con reuniones de trabajo, correos no respondidos o proyectos incompletos. Lo que suele pesar son los espacios no compartidos con afectos, los besos que no se dieron, los paseos que se dejaron para después o la presencia que faltó en momentos significativos. Esta perspectiva no solo invita a replantear la vida tras la jubilación, sino que además subraya por qué mantener un propósito se convierte en un factor protector frente al deterioro cognitivo, la desconexión social y el desgaste emocional. Desde esta base, conviene explorar qué prácticas concretas ayudan a vivir más —y mejor— después de jubilarse.
Lo que deben hacer los mayores de 65 para vivir más tiempo y de calidad
Mantener un propósito claro
Una de las claves más mencionadas por la ciencia es la importancia de actuar movidos por un propósito. La Organización Mundial de la Salud destaca que el bienestar psicológico influye directamente en la longevidad y en la prevención de enfermedades degenerativas. Tras la jubilación, este propósito puede adoptar múltiples formas: cuidar de los nietos, participar en proyectos sociales, aprender una disciplina nueva o incluso retomar hobbies olvidados. La idea no es llenar el tiempo por llenar, sino construir días que tengan un sentido personal y emocional.
Cultivar relaciones significativas
Según el Centre for Ageing Better del Reino Unido, las relaciones sociales sólidas actúan como un factor protector clave en el envejecimiento saludable. Tras la vida laboral, muchas personas pierden relaciones cotidianas que antes les daban estructura y compañía. Por eso, uno de los pasos más beneficiosos es reforzar la red afectiva: pasar más tiempo con amigos, participar en actividades comunitarias o incluso recuperar relación con personas importantes.
Tal como señalaba Mar Amate, los recuerdos de la vida rara vez se construyen a partir del trabajo, sino de los vínculos que elegimos cuidar.
Practicar actividad física moderada para mayores de 65
El ejercicio es un aliado imprescindible. No es necesario realizar entrenamientos intensos; caminar, nadar o hacer yoga suave puede mejorar la salud cardiovascular, mantener la movilidad y favorecer la estabilidad emocional.
La actividad física regular también ayuda a prevenir la fragilidad asociada a la edad y contribuye a que la persona mantenga independencia durante más tiempo en los mayores de 65 años. Además, muchos jubilados encuentran que hacer ejercicio en grupo también les aporta motivación y compañía.
Desarrollar rutinas estables
Aunque la jubilación rompe con el horario laboral, mantener cierta estructura diaria ayuda a evitar la sensación de vacío. Establecer rutinas como salir a pasear por la mañana, destinar un momento al aprendizaje, dedicar tiempo a la cocina o reservar horas para actividades recreativas permite organizar el día y reduce el riesgo de desmotivación. Una rutina flexible, pero presente, aporta estabilidad emocional y genera sensación de continuidad.
Estimular la mente de forma constante
Leer, estudiar idiomas, tocar un instrumento o resolver acertijos favorece la plasticidad cerebral. Mantener la mente activa se asocia a menor incidencia de deterioro cognitivo en mayores de 65.
De hecho, muchas universidades y centros culturales ofrecen programas específicos para personas mayores de 65, lo que permite no solo aprender, sino también socializar y reforzar el sentido de pertenencia. El aprendizaje continuo actúa como un motor que impulsa la curiosidad y mantiene viva la motivación diaria.
Cuidar la salud emocional en mayores de 65
La jubilación también implica un proceso de adaptación psicológica. Algunos experimentan alivio y libertad; otros, pérdida de identidad o desconcierto. Reconocer estas emociones y gestionarlas es fundamental para vivir bien. Practicar mindfulness, asistir a grupos de apoyo o iniciar terapia puede ayudar a transitar este cambio con serenidad. La salud emocional, a menudo subestimada, determina en gran medida la calidad de vida en esta etapa.
Abrirse a nuevas experiencias
Por último, quienes viven más y mejor en la jubilación suelen ser quienes exploran. Viajar, apuntarse a talleres creativos, probar nuevas actividades o cambiar de entorno estimula la motivación y alimenta la sensación de vitalidad. La jubilación no es un cierre, sino una expansión: un espacio donde lo que antes era un sueño pendiente ahora puede convertirse en una experiencia real.
