Contenido
- 1 Las conversaciones de las personas con habilidades sociales bajas
- 1.1 Conversaciones que se repiten: señales de inseguridad
- 1.2 Hablar únicamente de uno mismo
- 1.3 Conversaciones excesivamente literales
- 1.4 Conversaciones de refugio: lo previsible frente a lo desconocido
- 1.5 El refugio en los tópicos impersonales
- 1.6 Cómo mejorar estas dinámicas conversacionales
- 1.7 Practicar la escucha activa
- 1.8 Ampliar los propios temas seguros
En cualquier encuentro social, desde una comida con amistades hasta una charla improvisada en la fila del supermercado, hay personas que parecen navegar las conversaciones con total soltura, saltando de un tema a otro con naturalidad. Sin embargo, también existen quienes muestran más dificultades para conectar, para elegir el tema adecuado o para leer las señales sociales que indican si el otro está interesado o incómodo. Este contraste no tiene que ver con inteligencia ni con timidez necesariamente: muchas veces responde a diferencias en las habilidades sociales bajas y aprendidas a lo largo de la vida.
Dentro de este grupo, hay un patrón común que suele repetirse y del que se habla poco: la tendencia a recurrir siempre a las mismas conversaciones. Cuando alguien tiene habilidades sociales bajas, ya sea por inseguridad, falta de práctica, ansiedad social o simplemente poca sensibilidad hacia los matices de la interacción, es habitual que repita un puñado de temas que considera “seguros”. Paradójicamente, estas mismas conversaciones pueden generar el efecto contrario: incomodidad, distancia o falta de conexión con los demás. Comprender por qué ocurre esto y qué temas suelen aparecer de manera reiterada ayuda a entender mejor cómo funciona la comunicación humana. Además, diferentes estudios psicológicos, como los dirigidos por la European Federation of Psychologists’ Association (EFPA), han abordado cómo elegimos los temas de conversación y cómo influyen en la percepción social, como veremos a continuación.
Conversaciones que se repiten: señales de inseguridad
Una de las conversaciones más habituales entre personas con habilidades sociales bajas es la que gira en torno a quejas. Hablar del tráfico, del clima, de que todo está caro o de que el día va fatal parece, a primera vista, una forma fácil de romper el hielo. Sin embargo, cuando este recurso se utiliza siempre, transmite una sensación de negatividad y puede agotar rápidamente al interlocutor.
Según investigaciones citadas por AGS Psicólogos de Madrid, la reiteración del discurso negativo está estrechamente vinculada con sesgos cognitivos que hacen que una persona perciba la realidad de manera más amenazante o frustrante de lo que realmente es. En una conversación, esto se convierte en una muleta que da seguridad, pero que impide avanzar hacia vínculos más ricos.
Hablar únicamente de uno mismo
Otro patrón frecuente es la conversación centrada exclusivamente en el “yo”. No se trata de egoísmo, sino de una respuesta automática frente a la ansiedad: hablar de uno mismo es más predecible que hacer preguntas abiertas. Las personas con habilidades sociales bajas tienden a no captar las señales de aburrimiento del otro o no saben equilibrar la conversación.
La autorreferencialidad continua surge cuando falta confianza para moverse en terrenos desconocidos, lo que incluye escuchar activamente, improvisar o mostrar vulnerabilidad emocional.
Conversaciones excesivamente literales
Las habilidades sociales permiten interpretar ironías, metáforas, bromas sutiles o comentarios indirectos. Cuando estas competencias están menos desarrolladas, las personas suelen sacar temas muy literales, basados en hechos concretos y sin matices. Es habitual escuchar preguntas rutinarias como “¿Qué tal el trabajo?”, “¿Qué hiciste ayer?” o “¿Has visto las noticias?” repetidas una y otra vez, incluso aunque la situación pida un tono más relajado. No es falta de interés: es falta de herramientas para calibrar el nivel emocional de la interacción.
Conversaciones de refugio: lo previsible frente a lo desconocido
Muchos individuos con escasa competencia social prefieren conversaciones estructuradas. Por eso tienden a hablar de horarios, procedimientos, cómo deben hacerse las cosas o qué está “bien” o “mal”. Es una forma de sentirse en control. Este tipo de temas aportan una sensación de seguridad porque no requieren interpretar emociones ajenas. El problema es que pueden resultar rígidos o poco espontáneos para el resto de personas.
El refugio en los tópicos impersonales
Temas como el tiempo, la televisión generalista, el tráfico o los precios aparecen constantemente. Son seguros, universales y no implican mostrar demasiado de uno mismo. El inconveniente es que no construyen conexión y pueden transmitir la idea de que la persona no tiene intereses propios o no se atreve a compartirlos.
Cómo mejorar estas dinámicas conversacionales
Una forma eficaz de ampliar la conversación es sustituir preguntas cerradas (“¿Todo bien?”) por otras que inviten a abrirse (“¿Qué ha sido lo más interesante de tu día?”). Esto aligera la presión de hablar uno mismo constantemente.
Practicar la escucha activa
Mirar a la otra persona, asentir, reformular lo que ha dicho y hacer comentarios que conecten con su relato aumenta la calidad de la interacción y reduce la sensación de torpeza conversacional.
Ampliar los propios temas seguros
Tener dos o tres asuntos más personales —un hobby, una película reciente, un proyecto pequeño— añade variedad y permite que la conversación fluya de manera más natural.
