Estos son los rasgos que tienen las personas que siempre se están quejando, según la psicología

Psicología

Estos son los rasgos que tienen las personas que siempre se están quejando, según la psicología

Todos hemos conocido a alguien que parece vivir en un constante estado de insatisfacción. Da igual si la situación es buena o mala: siempre encuentran un motivo para quejarse. Este comportamiento, que puede resultar agotador para quienes les rodean, no es tan superficial como parece. Quien siempre se está quejando lo hace porque va más allá de ser una simple costumbre, revela patrones de pensamiento, inseguridades y dinámicas emocionales que muchas veces estas personas ni siquiera perciben conscientemente. Entender qué hay detrás de este hábito puede ayudarnos a controlar mejor estas relaciones, situaciones y a desarrollar herramientas para poner límites sin caer en la misma espiral negativa.

La queja constante es, en muchos casos, una forma de relacionarse con los demás. Quienes lo hacen de forma recurrente suelen proyectar una visión pesimista del mundo que, a su vez, refuerza su propio malestar. Este círculo vicioso convierte la queja en un mecanismo de desahogo, pero también en una barrera que les impide encontrar soluciones reales. Para la European Federation of Psychologists’ Associations, las emociones negativas expresadas sin un objetivo constructivo pueden cronificarse y afectar la salud mental y física. Además, convivir o trabajar con alguien que se está quejando siempre puede minar la moral del grupo, generar conflictos y propiciar un ambiente tóxico si no se gestiona bien. ¿Cómo reconocer este perfil y qué rasgos lo definen? Vamos a explorarlo.

Cómo son las personas que se están quejando siempre

La queja como forma de comunicación

Para algunas personas, quejarse es una vía para obtener atención, empatía o validación. En lugar de pedir apoyo de manera directa, verbalizan su malestar esperando que los demás reaccionen. Este comportamiento puede surgir de la infancia: quienes crecieron en entornos donde la negatividad era la norma tienden a repetir estos patrones en la vida adulta.

Según explica la American Psychological Association, este mal hábito puede ser un recurso adaptativo cuando se utiliza de forma puntual para señalar una injusticia o buscar una solución. El problema aparece cuando se vuelve crónica y se convierte en una actitud frente a la vida. Entonces, se transforma en una especie de “ruido de fondo” que desgasta las relaciones interpersonales.

Perfil psicológico de quienes se quejan

Los expertos coinciden en que, detrás de la queja constante, suele existir una baja tolerancia a la frustración. Estas personas experimentan una gran incomodidad cuando las cosas no salen como esperan y, en lugar de aceptar la situación, la convierten en una queja recurrente. También es común que tengan una mentalidad rígida y una necesidad de control elevada. Si algo se escapa de su plan, lo perciben como una ofensa personal.

La inseguridad y la falta de autoestima son factores que alimentan esta actitud. Al quejarse, proyectan hacia fuera la culpa de su insatisfacción, lo que les exime de asumir responsabilidades. De esta forma, mantienen intacta su autoimagen, aunque sea a costa de un victimismo perpetuo.

El impacto de la queja en su entorno

Vivir o trabajar cerca de alguien que se está quejando constantemente puede ser muy desgastante. Las personas cercanas suelen sentir frustración, impotencia y, en ocasiones, hasta culpa por no poder ayudarles. A largo plazo, esto puede generar resentimiento y distanciamiento emocional.

Estudios como los difundidos por la World Health Organization alertan de que la exposición continua a actitudes negativas puede influir en la salud mental de quienes conviven en entornos tóxicos. Las emociones se contagian: pasar mucho tiempo con alguien que se queja de forma obsesiva puede acabar afectando nuestro propio estado de ánimo.

¿Por qué es tan difícil dejar de hacer este hábito nada sano?

Para muchos, la queja se convierte en un hábito tan interiorizado que ni siquiera se dan cuenta de que lo hacen. Además, hay un componente neurobiológico: según investigaciones, cada vez que nos quejamos reforzamos ciertas conexiones neuronales que vuelven más automático este patrón de pensamiento. Con el tiempo, la mente se entrena para ver primero lo negativo.

Por eso, cortar con estos pensamientos y hábitos no suele ser fácil y requiere de un esfuerzo consciente. No basta con proponérselo: es necesario desarrollar habilidades de autocrítica y resiliencia. Para algunas personas, un proceso de terapia psicológica puede ser la clave para romper este círculo vicioso.

Cómo poner límites sin perder la empatía

Si tienes cerca a alguien que se está quejando constantemente, es importante aprender a establecer límites claros. No se trata de ignorar sus emociones, sino de evitar caer en su dinámica sin fin. Puedes escuchar de forma activa, pero guiando la conversación hacia soluciones prácticas.

De esta manera, en lugar de reforzar la queja con frases como “Tienes razón, es horrible”, prueba con preguntas como “¿Qué podrías hacer para cambiarlo?”.

Además, es recomendable cuidar tu propio bienestar emocional. Estar expuesto a la negatividad de otros puede drenarte de energía. Por eso, es esencial reservar espacios para desconectar y rodearte de personas con una visión más constructiva y positiva de la vida.

Claves para cambiar la actitud

Superar el hábito de la queja constante es posible, pero requiere un compromiso real. Algunas estrategias útiles incluyen practicar la gratitud diaria, centrarse entonces en la atención en lo que sí funciona y sustituir la crítica por la autocompasión. La terapia cognitivo-conductual es una herramienta eficaz para reestructurar pensamientos pesimistas y aprender a aceptar la realidad con más flexibilidad.

Está claro que tales personas necesitan ayuda, comprensión y una terapia para cambiar de actitud. Hay que recordarles que la queja sin acción no conduce a nada puede ser un buen punto de partida.

Entre algunas de las cosas que se pueden hacer: convertir cada queja en una pregunta útil —»¿Qué puedo hacer para cambiarlo?»— transforma la energía negativa en proactividad.

Es una de las maneras de soluciones este problema en quienes se están quejando de forma sistemática por todo. Lo importante es detenerse, tener paciencia y encontrar situaciones. También darle la vuelta a una situación complicada para que la queja no sea una constante y acabe amargando y afecte en gran medida nuestra vida y la de los demás.

 

 

Salir de la versión móvil