El misterioso fenómeno conocido como Efecto Mandela: ¿realidad o falso recuerdo?

Éste es el motivo por el que debemos dejar descansar el cerebro cada 90 minutos

Nelson Mandela fue un reconocido luchador por la libertad y activista contra el Apartheid sudafricano, que pasó 27 años preso hasta que se produjo su muerte. Probablemente crees que murió tras las rejas, pero no es así. De hecho, luego fue presidente y falleció recién a los 95 años en 2013. Esa confusión entre realidad y falso recuerdo es tan común, sobre todo en torno a la figura de este líder, que incluso se ha llamado «el efecto Mandela».

¿Qué causa que creemos recuerdos de cosas que realmente nunca pasaron? ¿Qué dice la psicología sobre este curioso fenómeno?

Así es el efecto Mandela

Cuando recordamos un hecho que nunca ocurrió tenemos un episodio del «efecto Mandela». Se denomina así porque la mayoría de las personas efectivamente piensan que el ex presidente sudafricano murió en la cárcel. Nada más lejos de la verdad, vivió casi dos décadas en libertad. Independientemente de este ejemplo, que es útil para nuestro objetivo abordar el efecto que lleva su nombre, tal confusión se da en numerosos contextos.

La pregunta entonces sería, «¿cómo es posible que nuestro cerebro nos convenza de algo que nunca sucedió?». Más extraño aún, estamos en presencia de un problema de memoria colectiva y no individual. Por eso mucha gente afirma que Mandela murió en la cárcel cuando no es así.

El efecto Mandela es la representación final de los recuerdos falsos, recuerdos que parecen verdaderos en la mente pero que son parcial o totalmente falsos. Aunque sea difícil imaginarlo, nuestro cerebro es capaz de «mentirnos» en ciertas situaciones. Si sueles hacer las compras en tiendas o supermercados, seguramente te haya pasado de recordar que añadiste un cartón de leche al carrito de compras. Pero al llegar a casa no está allí. ¡Ahí tienes otro ejemplo!

Un estudio publicado en la revista Consciousness and Cognition explica que recuerdos falsos pueden producirse a través de nuestro sistema de automemoria, un marco conceptual que refiere a la relación entre la propia percepción y la memoria. Esta interconexión abarca todas las memorias de las que disponemos: episódica, autobiográfica, etc. Allí entra en juego el «yo trabajador», que se asocia a la construcción de recuerdos con el propósito de generar conocimiento.

Esta parte del cerebro que construye recuerdos lo hace con la finalidad de prepararnos para hechos futuros, simulando escenarios con los que podríamos encontrarnos y que tendrían algún parecido con situaciones que ya se hayan vivido. Todo esto, dentro del «sistema de recuerdo-imaginación» de los humanos.

Y como todos los sistemas, puede fallar por diversas razones. Aunque se sigue investigando al respecto, los motivos de por qué lo hace aún no están claros.

Según el IEPP, dos son las características para hablar de este efecto:

Causas

Explicación científica del efecto Mandela

A pesar de todo esto, no se considera que existe un efecto Mandela si los recuerdos falsos no son colectivos. Probablemente hayas visto más de una vez los personajes animados de los «Looney Toons«, ¿no? Pues se llaman Looney Tunes, no Looney Toons. Y así podríamos estar todo el día mencionando cómo el efecto Mandela altera los recuerdos de generaciones enteras. Si todos recordamos falsamente, cabe la incertidumbre filosófica acerca de cuál es la verdad.

Los científicos han analizado este comportamiento desconcertante, y no han hallado diferencias entre la conducta mental respecto a cuando creamos recuerdos verdaderos. Por eso afirman que el efecto Mandela se da natural y espontáneamente y que, al coincidir nuestra memoria con la de otras personas, no logramos desmentir los recuerdos. Así, se «solidifican». En otros casos, bastaría una discusión sobre la veracidad del recuerdo para ponerlo a prueba y eventualmente descartarlo.

Los expertos no están en condiciones de detallar por qué grandes grupos de personas comparten estos recuerdos falsos, pero especulan con que hay componentes de la vida en sociedad que podrían influir en nuestras memorias. ¿Los poderes dominantes podrían inducirnos recuerdos si quisieran?

En resumen, el efecto Mandela sigue siendo un gran enigma. Hasta ahora no tenemos más que teorías que no son suficientes para explicar consistentemente por qué nuestro cerebro puede jugarnos una mala pasada. De lo que no hay dudas es de que un recuerdo, así sea colectivo, puede ser falso. De nuestra honestidad intelectual depende ahondar en las memorias para comprobar que efectivamente las cosas hayan sido como recordamos que fueron.

 

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