Contenido
El ambiente familiar debería ser un refugio emocional, un espacio seguro donde los niños se sientan aceptados y libres. No obstante, la realidad puede ser diferente. Algunos estilos de crianza pueden dejar secuelas profundas en la salud emocional y cognitiva de los más pequeños.
Uno de los errores más comunes es imponer estándares de perfección. Este hábito, lejos de fomentar el crecimiento, puede frenar el desarrollo y generar consecuencias duraderas.
Exigir la perfección: el error de crianza que pueden cometer los padres con sus hijos
Pedirle a un niño que sea perfecto es condenarlo al fracaso. Esta expectativa irreal genera una presión constante que los pequeños no están preparados para gestionar. «En la crianza, es fundamental cultivar desde edades tempranas el valor del esfuerzo más que el de los resultados», afirma la psicopedagoga María José Roldán en Compartir en familia.
Cuando fallan (algo inevitable en cualquier proceso de aprendizaje) sienten que han defraudado, no sólo a sus padres, sino a sí mismos. Esta percepción limita su motivación y refuerza el miedo a equivocarse.
Además, la constante búsqueda de aprobación externa hace que el aprendizaje deje de ser un proceso creativo para convertirse en una fuente de angustia. En lugar de concentrarse en adquirir conocimientos, los niños se enfocan en evitar el error, lo que afecta directamente su capacidad de concentración y su rendimiento escolar.
Otros errores comunes en la crianza que afectan al aprendizaje
La crianza está llena de decisiones que pueden tener consecuencias a largo plazo en el desarrollo infantil. Aparte exigencia de perfección, existen otros patrones frecuentes que influyen negativamente en el proceso de aprendizaje. ¿Quieres saber cuáles son?
1. Ambientes familiares con alto nivel de estrés
La exposición prolongada a tensiones familiares puede afectar al desarrollo del sistema nervioso central, especialmente en áreas relacionadas con la atención y la autorregulación emocional. Los niños en estos entornos tienen más dificultades para concentrarse, resolver problemas o controlar sus emociones.
2. Minimizar o ignorar las emociones
Frases como «no llores por eso» o «no es para tanto» pueden parecer inofensivas, pero invalidan el mundo emocional de los más pequeños. No reconocer las emociones infantiles perjudica su desarrollo emocional y social. Los menores que aprenden a reprimir lo que sienten desarrollan con el tiempo bloqueos que afectan su capacidad para gestionar conflictos y construir relaciones saludables.
3. Fomentar la indefensión aprendida
Cuando los niños sienten que, hagan lo que hagan, no logran satisfacer a sus padres o cambiar su situación, pueden caer en un estado de indefensión aprendida. Este concepto implica una pérdida de esperanza y autonomía. Los menores afectados suelen desarrollar una visión negativa de sí mismos, lo que impacta directamente en su identidad y motivación para aprender.
Reconocer estos patrones es el primer paso hacia una crianza más saludable. Los especialistas coinciden en que fomentar el esfuerzo, validar las emociones y construir un entorno familiar seguro son claves para el bienestar de los niños. El acompañamiento respetuoso y empático potencia el desarrollo cognitivo, emocional y social en la infancia.
Si se identifican señales de malestar emocional en los hijos, es fundamental consultar con un profesional. La intervención temprana puede cambiar las dinámicas nocivas y permitir que los pequeños recuperen su confianza y su motivación.