A los 60 años es muy común que empiecen a notarse ciertos cambios a nivel cognitivo, porque no sólo envejece el cuerpo, también lo hace la mente. Aunque no se trata de una enfermedad, pueden resultar molestos: se procesa la información con más lentitud, cuesta recordar nombres o fechas, y hacer varias cosas a la vez se vuelve más complicado.
Si bien puede resultar desalentador, la realidad es que no hay que asustarse ni dejarse al abandono. Lo ideal es actuar, y lo bueno es que existen formas de estimular la mente que no son aburridas ni requieren resolver crucigramas o leer filosofía. Se trata de un ejercicio mental del que casi nadie habla, pero que ayuda a mantener activa la esfera cognitiva.
Este es el ejercicio mental que ayuda a la esfera cognitiva después de los 60 años
Uno de los mejores ejercicios mentales que ayudan a la esfera cognitiva es algo tan cotidiano como hablar del pasado. Contar historias de vida, recordar episodios antiguos, compartir anécdotas… Eso que parece tan simple tiene un impacto directo en el cerebro.
Este ejercicio se conoce como reminiscencia. Hablar del pasado no es simplemente entretenerse con anécdotas, sino que es una forma de poner en marcha la cabeza. La memoria se despierta, la atención se afina, el lenguaje fluye con más soltura y, lo más importante, la persona se reconecta con su propia historia. Basta una canción, un olor olvidado o incluso el nombre de una calle para que algo despierte por dentro.
Volver sobre esos momentos vividos da estructura, devuelve seguridad y, a veces, permite ver con otros ojos lo que antes dolía. En muchos centros de mayores ya se está incorporando la reminiscencia como parte de la rutina diaria.
¿Cómo se puede empezar con la reminiscencia?
No hace falta que se practique todos los días, una vez por semana, incluso una vez al mes, ya tiene efectos positivos. Y lo mejor es que no requiere preparación. Basta con tiempo, atención y ganas de escuchar.
Asimismo, es una oportunidad muy buena para que hijos y nietos se acerquen a sus mayores de una forma distinta, descubriendo historias, detalles, curiosidades… incluso secretos de familia que nadie había contado.
La forma más sencilla de empezar es buscar un álbum de fotos. Cada imagen puede abrir la puerta a una historia. A veces ni siquiera hace falta preguntar, basta con estar ahí y ver qué sale.
Las canciones también funcionan, pues una melodía de los años sesenta puede arrancar varios recuerdos. Lo mismo pasa con objetos antiguos, cartas, ropas, o incluso volver a visitar el barrio donde se criaron.
A veces, hay emociones que se han quedado atascadas, y no es raro que algo que ni recordaban reaparezca de pronto. Puede que asome una lágrima, una carcajada o simplemente un silencio lleno de sentido.
Otra opción interesante es crear un «libro de recuerdos«. Puede ser físico o grabado en audio. Lo importante es que recoja relatos personales, momentos clave, emociones.
A los mayores hay que escucharles, no solo porque enseñan cosas, sino porque contar sus vivencias les permite seguir siendo protagonistas de su vida.