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La Navidad es una época asociada al disfrute, a los encuentros familiares y a mesas repletas de comida. Sin embargo, también puede convertirse en un período especialmente complejo con la alimentación. Durante estas fechas las mesas familiares suelen tener grandes cantidades de comidas que se disfrutan en horarios irregulares. Este contexto favorece que muchas personas experimenten episodios de ingesta excesiva, acompañados de malestar físico y emocional. Desde la psicología y la nutrición es importante diferenciar entre un exceso puntual y los atracones en Navidad, ya que las causas y las consecuencias no son las mismas.
Además del componente social, la Navidad presenta factores emocionales que influyen directamente en cómo comemos. A la abundancia de alimentos se suman expectativas familiares, nostalgia, estrés y mensajes culturales que normalizan el exceso seguido de la culpa. Este cóctel puede alterar la percepción del hambre y la saciedad, generar una relación más tensa con la comida y activar conductas impulsivas. Desde la psiconeuroinmunología clínica, se observa que el organismo no solo reacciona a lo que ingerimos, sino también al estado emocional y al entorno en el que comemos, lo que explica por qué estas fechas resultan especialmente desafiantes para muchas personas. Por lo tanto, resulta esencial entender qué son los atracones en Navidad y por qué aumentan para intentar alejarse de la culpa y tener una mirada más compasiva. Es importante reconocer que el cuerpo y la mente reaccionan al contexto en el que comemos.
Los atracones no son simplemente comer más de lo habitual en una celebración concreta. Técnicamente, se habla de atracón cuando se ingiere una gran cantidad de comida en un período corto de tiempo, aparece una sensación de pérdida de control, se come sin hambre física real y, tras el episodio, surgen emociones como culpa, vergüenza o malestar.
La farmacéutica y nutricionista Reme Navarro subraya que el elemento clave no es solo la cantidad, sino la vivencia subjetiva de no poder parar, incluso cuando el cuerpo ya está saciado.
«En Navidad, muchas personas no presentan un trastorno de la conducta alimentaria, pero sí pueden experimentar episodios aislados de este tipo, favorecidos por el contexto», menciona la profesional.
Según Navarro, la diferencia radica en que los atracones puntuales no definen a la persona ni implica necesariamente una patología, aunque sí puede ser una señal de que algo en la relación con la comida o con las emociones necesita atención.
Desde el punto de vista físico, los atracones navideños suponen un reto considerable para el sistema digestivo. Durante estas fechas se mezclan grandes cantidades de carbohidratos procedentes de dulces, proteínas de carnes, pescados y mariscos, grasas de salsas y frituras, y azúcares concentrados de postres y turrones.
Según Regenera Health, este exceso ralentiza la digestión y puede provocar síntomas como hinchazón, gases, acidez, pesadez abdominal, reflujo e incluso náuseas. «Estas molestias no son casuales porque el estómago y el intestino necesitan tiempo y condiciones adecuadas para procesar los alimentos», comentan los especialistas.
A su vez, explican que no solo aparece malestar digestivo, sino también cansancio, irritabilidad y dificultad para escuchar las señales internas de hambre y saciedad, lo que puede perpetuar el ciclo de comer en exceso.
La Navidad reúne varios factores que facilitan la aparición de atracones. Uno de los más importantes es la restricción previa. El clásico control en los alimentos antes de Nochebuena suele traducirse en dietas estrictas, eliminación de hidratos o saltarse comidas.
«Desde la psicología de la alimentación se sabe que la restricción es uno de los mayores predictores de atracón: cuanto más se prohíbe un alimento, más intenso suele ser el rebote posterior», sostienen expertos de Regenera Health.
Otro factor es la presencia constante de alimentos ricos en grasas, azúcares y alcohol, diseñados para activar los circuitos de placer del cerebro. A esto se suma el estrés emocional.
Además, advierten que la Navidad puede activar conflictos familiares, soledad, duelo o presión social. En este contexto, la comida puede convertirse en una forma de anestesia emocional.
¿Cómo se desarrollan los trastornos de la conducta alimentaria en estas fechas?
El Hospital Nightingale comenta que los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) están asociados a factores psicológicos y generan una preocupación constante por la comida y el peso.
Para las personas que ya conviven con un TCA, la Navidad puede ser especialmente angustiante. «La abundancia de comida, los comentarios sobre el cuerpo y las conversaciones sobre dietas en enero pueden intensificar pensamientos y conductas problemáticas», afirman las autoridades del hospital.
Desde la Clínica ART, además, se insiste en no hacer comentarios sobre los cuerpos, no insistir en que otros coman, no juzgar los alimentos como “buenos” o “malos” y no asociar la delgadez con valor personal. «Estas pautas contribuyen a crear entornos más seguros y respetuosos durante las celebraciones», concluyen.
