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A muchas personas les ocurre lo mismo: compran una crema hidratante buenísima, prometen aplicarla todos los días y, aun así, la piel sigue tirante, apagada o áspera. Esa sensación de “no me hace nada” lleva a culpar al producto, cuando en la mayoría de los casos el problema no está en la crema, sino en la forma de utilizarla o en el estado previo de la piel. El cuidado facial es más parecido a un ritual que a un gesto aislado: si alguno de los pasos falla, el resto se resiente. Por eso, entender cómo preparar la piel y cómo aplicar la crema hidratante para que funcione mejor aporta una piel nutrida.
En los últimos años, dermatólogos y farmacéuticos han insistido en la importancia de mirar la hidratación como un proceso integral. La European Academy of Dermatology and Venereology (EADV) señala que la función barrera de la piel —clave para retener agua— depende de factores como la limpieza, el pH, el nivel de células muertas y la humedad ambiental. Si cualquiera de estos elementos se desajusta, la crema puede quedarse en la superficie sin penetrar correctamente. A esto se suma que cada vez más personas viven en ciudades con climas secos, calefacciones fuertes o hábitos de limpieza demasiado agresivos, lo que debilita la barrera cutánea y dificulta que cualquier hidratante funcione bien. Así, los consejos del farmacéutico Eduardo de Farmacia Senante se convierten en una guía valiosa para sacar el máximo partido a cualquier crema hidratante.
Limpiar sin agredir: el primer paso antes de aplicar la crema hidratante
La limpieza es el cimiento de toda rutina de cuidado, pero también uno de los pasos que más se malinterpreta. Mucha gente cree que cuanto más limpie la piel, mejor funcionarán los productos posteriores, y eso puede ser un error. Los limpiadores con jabón suelen tener un pH demasiado alto y arrasan con los aceites naturales que mantienen la piel equilibrada. Esto no solo genera sequedad, sino que también deja la barrera cutánea desprotegida, lo que impide que la crema hidratante haga su trabajo.
Optar por un limpiador sin jabón, especialmente uno que respete el pH fisiológico de la piel, ayuda a conservar parte de esa hidratación propia que tanto cuesta recuperar cuando se pierde. Cuando la piel está equilibrada desde el primer paso, los activos hidratantes penetran con más facilidad y los resultados se notan antes.
Exfoliar para abrir camino a la hidratación
Aunque a menudo se asocia la exfoliación con un capricho cosmético, lo cierto es que cumple una función básica: retirar la acumulación de células muertas que forman una capa superficial difícil de atravesar. Si esa capa está engrosada, la crema hidratante se queda “atascada” arriba y parece que no hace nada, incluso si es de buena calidad.
No se trata de exfoliar todos los días —eso sería contraproducente—, sino de hacerlo con regularidad y con productos adaptados al tipo de piel.
Humedad ambiental: el factor que casi nadie considera
El tercer consejo de Senante es uno de los más desconocidos: la importancia de la humedad ambiental. En climas muy secos, o en viviendas donde la calefacción está alta durante todo el invierno, la piel pierde agua con mucha rapidez. Esto hace que las cremas humectantes —especialmente las que funcionan captando agua del ambiente— no tengan de dónde obtenerla.
Aplicar la crema con la piel ligeramente humedecida, ya sea después de la ducha o tras pulverizar una bruma hidratante, ofrece el “medio” que necesita la fórmula para atrapar y sellar el agua en la piel. Este truco tan simple puede transformar por completo el rendimiento de una hidratante.
Cambiar la forma de aplicación: menos fricción, más eficacia
Uno de los gestos más automáticos es frotar la crema en círculos, como si fuese una loción corporal. Sin embargo, cuando se trata de hidratación facial, ese método no siempre es el más eficaz. Aplicar la crema a toquecitos —como se hace con los protectores solares— permite que los activos se depositen mejor sin arrastrarlos ni generar calor excesivo en la superficie de la piel.
Este pequeño cambio también ayuda a quienes tienen la piel sensible o reactiva, ya que minimiza la fricción y reduce la posibilidad de irritación. Además, la aplicación por presión suele mejorar la textura final de la piel, dejándola más calmada y uniforme.
Cuando nada funciona: la técnica del sellado nocturno
El último consejo es especialmente útil para quienes, a pesar de hacer todo lo anterior, siguen notando la piel seca. Añadir una capa muy fina de un bálsamo oclusivo como Aquaphor ayuda a sellar la hidratación y reducir la pérdida de agua transepidérmica durante la noche. No es un paso para todos los días ni para todos los tipos de piel, pero puede ser un salvavidas temporal para reparar la barrera cutánea.
Este sellado crea un entorno óptimo para que la crema hidratante aplicada debajo actúe durante más horas, favoreciendo una recuperación visible en pocos días. Es una estrategia recomendada por muchos profesionales cuando la piel está especialmente comprometida.
