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REPASO

El regreso literario de Pérez-Reverte revive sus zascas más punzantes a Pedro Sánchez

Con el regreso de Alatriste, Pérez-Reverte recupera foco público y nos recuerda sus críticas más afiladas al poder

Arturo Pérez-Reverte Ha retratado a Pedro Sánchez como un maestro del control político

Sin militancia pero con puntería, Reverte ha hecho de la palabra su arma contra lo que considera cinismo institucional

Catorce años después, el Capitán Alatriste vuelve a empuñar la espada en Misión en París, y con él, Arturo Pérez-Reverte regresa al centro de la conversación cultural. Su vuelta a la escena pública no solo reaviva el interés por la novela histórica y el Siglo de Oro, sino que inevitablemente nos recuerda otro campo de batalla donde el autor también ha sido protagonista: el político. Y entre sus contrincantes retóricos, uno ha destacado con claridad: Pedro Sánchez.

Pérez-Reverte no es político ni quiere serlo, pero sus opiniones tienen más filo que muchas campañas. A lo largo de los últimos años, el escritor ha dedicado al presidente del Gobierno algunas de sus frases más corrosivas, agudas y certeras. No desde el rencor ni la ideología cerrada, sino desde esa mezcla de cinismo ilustrado, escepticismo histórico y olfato narrativo que le caracteriza. Así, ahora que vuelve a sonar su nombre en entrevistas, medios y escaparates, vale la pena repasar los grandes zascas que le ha dedicado al inquilino de La Moncloa.

Arturo Pérez-Reverte en un evento en Madrid. (Foto: Gtres)

Y es que pocas figuras públicas han retratado a Sánchez con tanta precisión verbal como lo ha hecho Pérez-Reverte. Desde su púlpito de entrevistas y redes sociales, lo ha descrito como un político «brillantísimo» en lo táctico, pero completamente desprovisto de escrúpulos. Un «genio» -dicho sin ironía, pero tampoco con admiración-, capaz de manipular la realidad a su antojo, de jugar con la emoción colectiva y de dividir al país con tal de mantenerse en el poder. «Nos está desplumando», llegó a decir, en una de sus comparaciones más crudas, en la que dibujaba a los ciudadanos como pringados en una partida de póker en la que sólo el presidente conoce las cartas.

No se quedó ahí. Con su habitual gusto por las referencias clásicas, Pérez-Reverte ha dejado caer dardos envueltos en citas latinas o aforismos históricos, como cuando publicó en redes una sentencia de Tácito: «Tu único refugio es el poder», sin citar nombres pero dejando claro el destinatario. Más adelante, en una de sus apariciones más comentadas, ironizó con que Sánchez «vendería a su madre, pero entrega a la nuestra», una forma demoledora de denunciar lo que considera una política sin principios ni lealtades, donde todo es negociable si sirve para sostenerse un día más.

Su crítica no ha sido exclusivamente personalista. Le acusa de haber deteriorado el marco institucional, de polarizar a la sociedad hasta el extremo de convertir cualquier disidencia en traición, y de demoler pilares democráticos básicos con la coartada del progreso. «Está demoliendo el Estado para mantenerse en el poder», dijo sin rodeos. Y si alguien dudaba de a quién se refería, bastaba con repasar el contexto.

Así, mientras Alatriste regresa para enfrentarse a nuevas intrigas en el siglo XVII, su creador sigue observando -y apuntando- los excesos del poder en el XXI. No lo hace desde un púlpito académico ni desde una trinchera partidista, sino desde una posición que incomoda a todos: la del observador que conoce la historia, que no se casa con nadie, y que dispara cuando considera que el honor (o la decencia) han sido vulnerados. En este país de bandos cerrados, Reverte no milita en ninguno, y eso le da libertad -y credibilidad- para repartir mandobles con el mismo estilo seco, clásico y letal con el que escribe sus novelas.

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