Escaparse a descubrir las bodegas de la D.O. Ribera del Duero no requiere de excusa ninguna, incluso en invierno. Pero si se necesita un aliciente para planificar una escapada, aunque el paisaje castellano luzca árido en estas fechas, los atractivos van más allá del vino, pues no faltan aquí hoteles de lujo llenos de historia o restaurantes galardonados con estrella Michelin. He aquí una ruta perfecta para perderse un fin de semana en la magia de Ribera del Duero.
Entre viñedos
Abarcando las provincias de Valladolid, Soria, Segovia y Burgos, este rincón mesetario bañado por el río Duero no solo presume de albergar nombres como Portia, Matarromera, Pago de Capellanes, Pradorey o Protos; la escapada puede incluir paradas en otros nombres bodegueros como Finca Villacreces, una joya ‘escondida’ en medio de un pinar bicentenario cuyas visitas guiadas incluyen recorridos por el viñedo en bicicleta eléctrica con picnic (apto para veganos).
Peñafiel: cuna del vino
De hecho, no se puede hablar de Ribera del Duero sin mencionar Peñafiel, corazón y milla de oro de la región. Su castillo, que incluye el Museo Provincial del Vino, invita a descubrir el área a vista de pájaro antes de perderse entre sus medievales calles, incluida la Plaza del Coso, con sus peculiares balcones adintelados. Sin duda una de las plazas más bonitas de España y aún escenario de festejos taurinos. Además, a escasos 4 kilómetros espera la Zona Arqueológica de Pintia.
Comida de estrella
Es esta carretera, la que une Valladolid con Soria, un deleite para todos los sentidos, pues además de la presencia de las más reconocidas bodegas el paladar encontrará su rincón perfecto en el Taller Arzuaga, restaurante con estrella Michelin de Bodegas Arzuaga.
Bajo las órdenes del chef Víctor Gutiérrez, la cocina castellana de vanguardia basada en los productos de la tierra y especialmente de la caza de la finca La Planta, se maridan con vinos propios de la casa en un local con vistas a los viñedos y al interior de la bodega. Niguiri de anchoa y pimientos asados, Taco de maíz morado con cochinillo ibérico, Tiradito de corvina o Chuletillas de cordero lechal, lechazo, mollejas y azafrán son algunos de los deleites que aquí esperan.
También con estrella espera Ambivium, en la bodega Pago de Carraovejas. Custodiada por el icónico castillo de Peñafiel unos vinos que emanan personalidad habían hecho de este lugar una parada imprescindible en Ribera del Duero pero, además, desde el año pasado hay que sumarle un galardón culinario a su propuesta de exquisitos bocados. El joven chef al frente, Cristóbal Muñoz, conquista con sus menús degustación de tinte moderno-creativo, ambos con maravillosas opciones de maridaje, pues su bodega alberga más de 3.000 referencias.
Dormir en un monasterio
El río Duero conduce a la siguiente parada: el Monasterio de Valbuena, una joya recuperada del siglo XII con aguas mineromedicinales. Castilla Termal invita a relajarse en el primer balneario 5 estrellas de Castilla y León, cuyas aguas miran directamente al paisaje – incluida una piscina termal exterior – dentro de uno de los Monasterios Cistercienses mejor conservados de Europa. De hecho, no todos los días uno puede darse un circuito de contraste privado en una recreación de la Capilla de San Pedro.
Fundado en 1143 y desde 1931 Monumento Histórico-Artístico Nacional, escaparse a este rincón de la meseta castellana es sinónimo de pasear por un imponente claustro y descubrir obras del escultor Gregorio Fernández antes de un chapuzón que también incluye tratamientos con la firma Clarins.