La Costa Brava no sólo se recorre con los pies descalzos sobre la arena o a bordo de una lancha que surca aguas turquesas. También se vive con el paladar. Este rincón salvaje y sofisticado del litoral catalán se ha convertido en un verdadero festín estival donde caben desde calas secretas con chiringuitos mágicos hasta masías centenarias reconvertidas en templos del sabor. Aquí, los sabores mediterráneos se encuentran con la creatividad de chefs que han hecho de la cocina un arte conectado con el paisaje. Apunta esta selección de restaurantes imprescindibles si quieres que tu verano en la Costa Brava sepa a gloria.
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Toc al Mar (Aiguablava): marisco fresco y vistas de postal
Imagina comer una dorada salvaje recién pescada con los pies casi tocando la arena de la cala de Aiguablava. Toc al Mar es uno de esos restaurantes que parecen un secreto bien guardado, aunque cada verano se llena de gourmets en busca de producto honesto y trato cercano. Aquí manda la parrilla de leña y el producto local: gambas de Palamós, mejillones al vapor, calamares a la brasa… El mar está tan cerca que cada bocado sabe a verano eterno.

Compartir (Cadaqués): el alma de El Bulli, en formato relajado
Cadaqués tiene algo especial. Será la luz, el magnetismo de Dalí, o esa mezcla de bohemia y elegancia que se respira en cada rincón. Allí, tres exBulli, Oriol Castro, Eduard Xatruch y Mateu Casañas, abrieron Compartir, un restaurante que lleva más de una década revolucionando el concepto de tapeo sofisticado. Platos para compartir, como el tartar de atún con aguacate y sésamo o las famosas croquetas líquidas, se sirven en un patio blanco y azul que invita a quedarse horas. Uno de los restaurantes más especiales de la Costa Brava.

Far Nomo (Llafranc): sushi con vistas infinitas
En el faro de Sant Sebastià, sobre un acantilado de Llafranc, se alza este restaurante del grupo Nomo que fusiona la cocina japonesa con el producto del Empordà. El entorno es casi irreal: pinos, cielo, roca y mar a tus pies. Aquí, el sushi convive con ostras del Delta, y un nigiri de vieira puede convertirse en un pequeño milagro. Ideal para una cena al atardecer, con copa de vino blanco en mano y el faro guiñando luces a los barcos.

Can Kai (Sant Martí d’Empúries): tradición y vanguardia frente al mar
Can Kai es uno de esos lugares que parecen creados para quienes huyen de lo obvio. Está en primera línea de playa, en el tranquilo pueblo de Sant Martí d’Empúries, y su carta sorprende con combinaciones inesperadas: ceviches, baos, tatakis… Pero también arroces marineros que homenajean a la cocina de siempre. El servicio es cercano, el ambiente bohemio y relajado, y las vistas a las ruinas grecorromanas y al Mediterráneo añaden una dimensión casi mágica a la experiencia.

L’Hostal de La Gavina (S’Agaró): elegancia clásica con sabor a historia
Para una experiencia gastronómica con aires de glamour clásico, pocos sitios como el restaurante del icónico hotel La Gavina, en S’Agaró. Aquí han comido Ava Gardner, Elizabeth Taylor o Sean Connery, y ese aire de leyenda aún flota en el ambiente. La cocina, liderada por Romain Fornell, apuesta por el refinamiento sin pretensiones: lubina a la sal, tartar de ternera con trufa, vinos excepcionales y una terraza de película.

Bo.Tic (Corçà): estrellas Michelin entre olivos y piedras centenarias
Empezamos tierra adentro, en Corçà, donde el chef Albert Sastregener ha convertido un antiguo molino del siglo XIX en uno de los restaurantes más aclamados de la zona. Bo.Tic, con dos estrellas Michelin, es una oda a la cocina catalana contemporánea con raíces profundas. Aquí, un canelón de gamba roja convive con el aroma de una emulsión de mar y montaña que deja sin palabras. El espacio es puro diseño minimalista con guiños a la tradición rural, y la experiencia se convierte en un viaje sensorial.
