París, 8 de julio de 2025. Chanel volvió a conjurar la magia. En el corazón del restaurado Grand Palais, convertido en un suntuoso salón de espejos, la maison celebró ayer su desfile de Alta Costura Otoño-Invierno 2025/26 con una declaración de elegancia atemporal y una puesta en escena que se sintió como un epílogo dorado. Porque esta colección de Chanel no fue sólo un desfile: fue la última bajo la dirección del equipo interno tras la salida de Virginie Viard, y la antesala del debut de Matthieu Blazy, nuevo director creativo. Y como todo final de acto en la ópera parisina, el front row fue un verdadero espectáculo en sí mismo.
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El mágico desfile de Alta Costura de Chanel en París
Penélope, Keira, Naomi… Y la nueva guardia
¿Puede haber desfile de Chanel sin su cohorte de musas? La respuesta, rotunda, se vivió desde el primer momento. Penélope Cruz llegó como una visión en blanco y negro, con un vestido de escote asimétrico y perlas estratégicamente colocadas que evocaban el legado más puro de Coco Chanel.

A su lado, Keira Knightley, con su habitual mezcla de contención británica y romanticismo dark, apostó por un vestido tweed en negro con falda vaporosa y joyas discretas, el look ideal para el otoño más cinematográfico.
Naomi Campbell, embajadora eterna de la maison, deslumbró en un conjunto de tweed gris recortado con chaqueta entallada y pantalón acampanado. Un look que resumía lo que Chanel está haciendo hoy: preservar los códigos, sí, pero con el ojo puesto en el futuro.

Y entre estas leyendas, emergió una nueva generación que confirma que Chanel también se escribe en presente: Gracie Abrams, reciente protagonista de la última campaña, apostó por un mini negro con cuello alto y botas altas, mientras que Lorde, magnética y minimal, fue una de las más fotografiadas con su vestido lencero bordado y su actitud de diva misteriosa.

Sofia Coppola y sus hijas: el trío más chic de París
Una de las imágenes más memorables del desfile fue la llegada de Sofia Coppola junto a sus hijas, Romy y Cosima Mars. Coordinadas en tonos pastel, con chaquetas de punto, faldas tableadas y diademas joya, parecían salidas de una película de Wes Anderson rodada en la rue Cambon. Con esa elegancia heredada, effortless y cinematográfica, Sofia reafirmó su rol como narradora de un universo Chanel íntimo, discreto y magnético.

La colección: ‘tweed’, abdomen al aire y volumen contenido
La propuesta sobre la pasarela giró en torno a los pilares del ADN Chanel: el tweed, las siluetas estructuradas, los lazos, las capas. Pero hubo un hilo conductor más actual: el abdomen.
Tops cortos, chaquetas abiertas dejando ver piel, faldas de tiro alto que esculpen la figura con elegancia. Como si la maison estuviera diciendo: el cuerpo también es un accesorio de Alta Costura.

Los tonos, comedidos: blanco nieve, camel, gris perla, negro. Pero el lujo estaba en los detalles: botones joya, bordados imperceptibles a distancia pero deslumbrantes de cerca, volúmenes arquitectónicos que fluyen.
Un look destacado: un vestido de gala con escote palabra de honor, falda tulipán y cinturón de terciopelo que pareció levantar un suspiro generalizado en la sala.

Un salón que es un personaje más
El Grand Palais reabierto se transformó en una reproducción del legendario salón de desfiles de la rue Cambon, con sus escaleras de espejo y sus tapices de época. Un gesto cargado de simbolismo: el pasado vuelve, pero más grande, más teatral, más inmersivo.
En un momento en el que la moda busca experiencias, Chanel se reafirma como casa-maestra del espectáculo elegante. Cada invitado recibió un cuadernillo en papel marfil, con croquis hechos a mano y una rosa blanca: sí, el lujo todavía tiene gestos poéticos.

Blazy en el horizonte
Este desfile también fue una despedida. Virginie Viard, fiel heredera del universo de Karl Lagerfeld, ya no está, y Matthieu Blazy, el genio silencioso detrás del renacer de Bottega Veneta, toma el timón. Aunque no se sentó en primera fila, su presencia flotaba en el ambiente, como una promesa.
Chanel se prepara para un giro, tal vez más conceptual, tal vez más audaz. Y eso explica el tono casi ceremonial de esta colección: es el broche final de una etapa marcada por la contención elegante, por la feminidad sin estridencias, por la calma.
