La importancia de la vitamina C en la alimentación
La vitamina C se puede encontrar en casi todas las frutas y verduras

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La vitamina C es un nutriente esencial de suma importancia para el ser humano, especialmente en procesos como el crecimiento y el desarrollo. Su función siempre ha estado relacionada con el consumo de frutas y verduras, como es el caso de la naranja, el kiwi o la papaya. Los niveles máximos de vitamina C en sangre se alcanzan a las dos o tres horas después de su consumo. Un efecto que ve multiplicado su poder con la forma química en la que se ingiere o la presencia de otros alimentos o sustancias en el tracto intestinal.
¿Para qué sirve la vitamina C?
Antes de conocer sus muchos beneficios, la vitamina C solo se utilizaba para prevenir la gripe o el resfriado. Una función que jamás ha sido abalada por la comunidad científica, pero que ha dejado paso a otras propiedades igual de significativas.
- Ayuda a la cicatrización de heridas, quemaduras y encías sangrantes.
- Favorece la absorción del hierro.
- Es un ingrediente de gran utilidad en los tratamientos de úlceras del estómago, infecciones o trastornos del aprendizaje.
- Previene la arterioesclerosis, la osteoartritis o la pre-eclampsia en el embarazo.
- Reduce también las probabilidades de formación de agentes cancerígenos.
- Interviene en los procesos de desintoxicación de algunas sustancias venenosas.
- Protege de la oxidación y el envejecimiento.
- Su poder antioxidante actúa contra los radicales libres.
¿Cuál es la dosis recomendada?
Para que la vitamina C cumpla su cometido, los expertos recomiendan que el consumo diario en un adulto promedio sea de 650 gramos. Es decir, combinado con una alimentación variada y equilibrada, basta con recurrir a una sola pieza cítrica al día para cumplir el aporte necesario de dicho nutriente. Sin embargo, es importante no olvidarnos, pues su carácter soluble nos obliga a incorporarla a la dieta, ya que nuestro cuerpo es incapaz de acumularla en grandes cantidades.
Una pauta que sobre todo deben adquirir las personas que consuman alcohol y tabaco de forma habitual. Estas tendrán más probabilidad de sufrir déficit de vitamina C, que se traduce en la hinchazón de las articulaciones, dificultades respiratorias, mala digestión o una lenta curación de las heridas. Además de una baja resistencia a las enfermedades y las alergias.
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