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A veces lo único que queremos es acabar con una discusión y para dejar de pelear hay alguna frase que puede ayudarnos. Sin embargo, también hay gente con la que parece imposible evitar el enfrentamiento, ya que nunca admiten que se han equivocado. De hecho, es tan común que la psicología lo ha analizado.
Da igual que no tengan argumentos sólidos o que se les demuestre que lo que decían no era cierto; ellos jamás ceden un milímetro en la defensa de sus posturas. Puede parecer valentía, confianza o dominio, pero la psicología lo ve de una forma distinta.
Lo que no muchos saben es que, lejos de vincular con la fortaleza, muchos psicólogos han visto la necesidad de tener siempre la razón en una discusión como un signo de debilidad emocional y falta de habilidades sociales.
Qué significa querer tener siempre la razón en una discusión, según los expertos
La psicología ha dejado claro cuál es el origen de este comportamiento. Entre los factores más importantes está la inflexibilidad cognitiva, que impide a ciertas personas adaptarse a nuevas ideas cuando la información contradice sus creencias.
En estos casos cambiar de opinión en una discusión lo perciben como un sinónimo de incoherencia o debilidad. Es decir, ven cualquier conversación como una batalla en la que el único objetivo es ganar para quedar por encima.
A esto se le suma el miedo a equivocarse. Muchas personas asocian el error con el fracaso personal y temen quedar expuestas. En vez de ver los errores como una oportunidad para aprender, los perciben como una amenaza a su autoestima. De hecho, hay quienes se aferran a su opinión sólo para mantener una imagen de perfección ante los demás.
Cómo influye la autoestima en querer tener siempre la razón cuando discutimos
Otra de las claves psicológicas es tener una autoestima frágil. Es decir, aquella basada en la necesidad de tener razón para sentirse válidos.
Según los expertos, cuanto más ligada esté la valía personal a los resultados o al reconocimiento externo, más probable será que esa persona tenga dificultades para reconocer sus errores. En estos casos, admitir que otro tiene razón puede vivirse como un ataque directo al ego.
Aun así no todo es cuestión de autoestima. También entra en juego acostumbrarse a tener un estilo de comunicación agresivo donde lo importante no es compartir, sino imponer.
Este tipo de personas desarrollan una tendencia a verlo todo en términos absolutos: blanco o negro, gana o perder, etc. Aprende que eso deteriora seriamente las relaciones personales, familiares y laborales.
Cómo se puede mejorar nuestra actitud en una discusión
Si identificas que esto te suele pasar a ti, no debes alarmarte: hay una solución. De hecho ya has dado el primer paso: aceptar el error como parte natural del proceso de aprendizaje.
Aprende que cometer fallos no resta valor a nadie, y asumirlo públicamente puede ser liberador. Para ello rodéate de personas que no juzguen y que valoren el diálogo constructivo.
Otra herramienta esencial es la empatía. Escuchar activamente al otro, ponerse en su lugar y valorar su punto de vista ayuda a desmontar ese patrón de «yo tengo razón y tú no». No se trata de rendirse, sino de abrir la puerta a una conversación más sana y enriquecedora.
Y el mejor consejo que puedes aplicarte es valorar si merece la pena tener siempre la razón. Hazte la pregunta clave: «¿Tener siempre la razón mejora mis relaciones o las destruye?».