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En la convivencia diaria con niños, toparse ante una rabieta infantil es un escenario común que puede aparecer en momentos inesperados. Desde un parque hasta la hora de hacer los deberes, las explosiones emocionales forman parte del desarrollo, pero también generan tensión en el hogar. Frente a estos episodios, la reacción de los adultos marca la diferencia entre una escalada de gritos y un descenso paulatino hacia la calma.
Psicólogos especializados en comportamiento infantil han analizado cómo las palabras adecuadas, usadas en el momento preciso, tienen un impacto directo en la regulación emocional del menor. La rabieta infantil surge como una respuesta de frustración ante límites, cambios de rutina o situaciones que el menor percibe como injustas. No es exclusiva de la primera infancia: niños en edad escolar e incluso adolescentes pueden manifestar reacciones intensas cuando sienten que sus emociones no son validadas.
¿Cuál es la frase que sirve para calmar una rabieta infantil en cualquier situación?
El psicólogo Jeffrey Bernstein, experto en desarrollo emocional, señala en un artículo del portal especializado Psychology Today que la rabieta infantil es un mecanismo de expresión más que un acto de desafío deliberado. El problema aparece cuando la interacción adulto-niño se convierte en una lucha de poder, lo que prolonga y agrava el episodio.
Bernstein, con más de tres décadas de experiencia en terapia familiar y escolar, propone una expresión breve:
«Veo que estás enfadado ahora mismo. Estoy aquí contigo». Este mensaje cumple tres funciones simultáneas:
- Validar las emociones: reconocer que el enfado existe y que es legítimo sentirlo.
- Ofrecer seguridad: transmitir que la presencia del adulto es estable y sin juicio.
- Reducir la resistencia: evitar órdenes o imposiciones que intensifiquen la oposición.
La rabieta infantil suele escalar cuando el menor percibe que su malestar es ignorado. Al verbalizar el reconocimiento, se desactiva parte de la tensión interna y se abre un espacio para el autocontrol.
Ejemplos prácticos del uso de esta frase según las edades
La frase puede funcionar de distintas formas según la edad del menor destinatario. Estos son algunos casos para entender mejor cómo podría funcionar:
- Etapa preescolar: una niña de tres años lanza un juguete al saber que debe salir del parque. En lugar de reprender con un «deja de hacer eso», el adulto se agacha a su altura y pronuncia la frase. Aunque sigue llorando, busca el contacto y reduce la agresión física.
- Niñez escolar: un niño de ocho años cierra bruscamente su cuaderno al sentirse incapaz de resolver un problema de matemáticas. La respuesta no es un reproche, sino la frase que reconoce su estado. El menor, tras un momento de silencio, expresa su dificultad y se abre al apoyo.
- Adolescencia: una adolescente de quince años llega molesta por un conflicto con un profesor. El adulto evita cuestionar su actitud y, en cambio, ofrece la frase. Aunque en un inicio recibe un gesto de desdén, más tarde comparte detalles del problema.
Estos ejemplos muestran que la utilidad de la expresión se extiende más allá de la etapa de la rabieta infantil clásica y puede aplicarse en cualquier relación de cuidado.
Claves para usar la frase con efectividad
Para que esta estrategia funcione de forma consistente, los psicólogos recomiendan:
- Mantener un tono calmado: la manera en que se dice es tan importante como el contenido.
- Ajustar el lenguaje corporal: agacharse frente a niños pequeños o dar espacio a adolescentes ayuda a evitar la sensación de confrontación.
- Respetar los tiempos: el menor puede tardar en responder, pero el mensaje queda registrado.
- Revisar el episodio después: una vez pasada la rabieta infantil, se puede dialogar sobre lo ocurrido y buscar soluciones.
Un enfoque sobre las rabietas infantiles que prioriza la conexión sobre el control
En lugar de imponer calma con órdenes directas, la propuesta de Bernstein desplaza el foco hacia la conexión emocional. La rabieta infantil, en este enfoque, no se interpreta como una amenaza a la autoridad, sino como una oportunidad para enseñar autorregulación.
Investigaciones publicadas en Developmental Psychology subrayan que el acompañamiento emocional de los padres y cuidadores es clave para el aprendizaje de la gestión de emociones. La frase propuesta encaja con esta perspectiva, ya que no busca suprimir el sentimiento, sino guiarlo hacia un terreno seguro.