Contenido
- 0.1 La lista de películas que tienes que ver para cuidar tu salud mentar y mejorar tu inteligencia emocional, según los psiquiatras
- 0.2 Ni Caillou ni Pocoyó: los dibujos animados recomendados para menores de 4 años que fomentan la responsabilidad
- 0.3 Los crucigramas están bien, pero hay un pasatiempo mejor para mayores de 70 que activa cuerpo y mente
- 1 ¿Quién afirmó ver a niños de 7 años pedirle a sus padres ir al psicólogo y qué opina al respecto?
- 2 Cambios en la percepción de la psicología: ahora los menores se interesan por la salud mental
- 3 La familia como punto de partida
- 4 Las emociones en el aula y la sobrepsicologización
El entorno familiar, las redes sociales y la presión académica generan dinámicas nuevas que están modificando la forma en la que se relacionan con la salud mental. Un psicólogo infantojuvenil en Formentera expone una realidad que no deja indiferente: los niños de corta edad ya saben cuándo necesitan ir al psicólogo, una afirmación que invita a reflexionar sobre el panorama actual.
En las últimas décadas, el acceso a profesionales de la salud mental dejó de ser un tabú por completo. Este cambio ha sido especialmente visible en la infancia y adolescencia.
¿Quién afirmó ver a niños de 7 años pedirle a sus padres ir al psicólogo y qué opina al respecto?
A lo largo de sus 25 años de experiencia en Formentera, el psicólogo infantojuvenil Paco Pérez ha detectado un fenómeno creciente: cada vez más menores piden por iniciativa propia ir al psicólogo. Un comportamiento que, hace no mucho, era impensable.
La evolución no se limita al contexto urbano. En una isla pequeña como Formentera, donde el entorno social es más reducido, las problemáticas no difieren en exceso respecto a otras zonas. Según el propio Pérez, los motivos de consulta están relacionados principalmente con el desarrollo personal y el uso intensivo de nuevas tecnologías. Las pantallas, los móviles y las redes sociales generan dinámicas que afectan al comportamiento, la concentración y las relaciones interpersonales.
En el ámbito escolar también se han producido avances. El diagnóstico precoz de trastornos del desarrollo, como el TDAH o los vinculados al espectro autista, ha mejorado. Ahora se detectan antes y se canalizan de forma más eficaz a través de los servicios públicos, lo que reduce la presión sobre las consultas privadas.
Cambios en la percepción de la psicología: ahora los menores se interesan por la salud mental
Una de las transformaciones más destacadas es la forma en la que los menores se acercan al profesional. Hace unos años, ir al psicólogo era una medida que los padres imponían. En muchos casos, incluso se disfrazaba como otra actividad para evitar el estigma. Pérez recuerda que debía explicar a las familias en qué consistía su trabajo, desmontando la idea de que solo acudían niños con «problemas graves».
Hoy en día, niños de siete u ocho años son capaces de pedir ayuda sin que nadie se lo sugiera. Saben que algo les pasa, quieren entender su comportamiento y buscan soluciones. Esta actitud revela un cambio de enfoque: el trabajo del psicólogo se percibe como un acompañamiento emocional, no como una intervención patológica.
El acceso temprano y voluntario facilita el tratamiento. Aunque puedan existir barreras emocionales derivadas del conflicto interno, ya no hay rechazo social a ir al psicólogo. Este fenómeno refleja que se está logrando una mayor conciencia en la infancia sobre el bienestar psicológico.
Entre las problemáticas más frecuentes en jóvenes destacan:
- Ansiedad por exceso de autoexigencia.
- Conflictos familiares, acentuados por la gestión del uso del móvil.
- Falta de herramientas emocionales para lidiar con la frustración.
- Dificultades de identidad en contextos de alta presión social.
Estos factores, sumados a la inmediatez propia de la era digital, provocan que muchos adolescentes se sientan desbordados.
La familia como punto de partida
El entorno familiar sigue siendo clave. Según Pérez, en no pocas ocasiones los síntomas que presenta un niño son reflejo de conflictos no resueltos en los padres. Por este motivo, el trabajo con las familias ha cambiado.
Actualmente, la primera sesión no es con el menor, sino con los progenitores, para evaluar si el origen del problema está en el adulto.
Problemas como la ansiedad, los miedos no gestionados o las proyecciones inconscientes suelen transmitirse a los hijos. El psicólogo advierte que el hecho de que un niño pida ir al psicólogo no exime a los padres de revisar sus propias dinámicas emocionales.
Una señal de alarma común es el aislamiento social. Si un niño no quiere compartir tiempo con sus iguales, ni siquiera cuando no hay conflicto familiar, conviene prestar atención. Aunque el distanciamiento del núcleo familiar puede ser normal en ciertas etapas, el retraimiento absoluto puede indicar una necesidad de intervención profesional.
Las emociones en el aula y la sobrepsicologización
El aumento de la conciencia emocional también ha estado presente en las aulas. La formación docente incluye ahora módulos sobre gestión emocional, lo que ha provocado una mayor intervención en este ámbito. Sin embargo, Pérez advierte sobre el riesgo de la sobrepsicologización: identificar como patológico lo que puede formar parte del desarrollo normal.
El psicólogo plantea que es preferible un exceso de prevención antes que la desatención. El profesional debe saber distinguir cuándo se trata de una situación preocupante o simplemente parte del proceso de crecimiento. En este sentido, el papel del psicólogo es orientar y filtrar, no necesariamente intervenir.
Además, existe una ansiedad social ligada a la inmediatez. La búsqueda de soluciones rápidas genera una percepción distorsionada de lo que debe ser tratado y lo que no. Pero ir al psicólogo también puede servir para descartar preocupaciones infundadas.
Por último, otro tema que preocupa es el auge de actitudes vinculadas a discursos radicales, como el machismo o la xenofobia. Según Pérez, algunos chicos se sienten desplazados por los discursos de igualdad y muestran rechazo a los mensajes feministas, lo que genera reacciones de identificación con ideologías excluyentes. El problema, subraya, no está tanto en los adolescentes, sino en la forma en la que se les transmite esa información.
Lo mismo ocurre con la diversidad cultural. Aunque en Formentera los niños se crían en contextos multiculturales, el entorno familiar puede condicionar sus actitudes. Un comentario en casa puede deshacer años de integración escolar.