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La psicología del color nos ha permitido conocer el significado oculto de los colores. Por ejemplo, somos plenamente conscientes de los valores que se asocian al azul y cómo influye en nuestros negocios. Sin embargo, hay otras tonalidades como el amarillo, que todavía no sabemos qué nos transmiten.
El color amarillo es uno de los más vibrantes y cargados de simbolismo. Obviamente, en lo primero en lo que pensamos cuando lo vemos es en el sol, y su impacto sobre la psicología humana afecta directamente a nuestras emociones y comportamientos.
Significados positivos del color amarillo
En psicología el amarillo está vinculado principalmente con sentimientos de felicidad, energía y optimismo. Al ser el color más visible de todos, tiene la capacidad de captar rápidamente nuestra atención, lo que lo convierte en un tono comúnmente utilizado en señales de aviso y publicidad.
Esta capacidad de atraer la mirada se asocia también con la creatividad y la estimulación mental, lo que lo convierte en un color ideal para ambientes de estudio o trabajo. Aun así, ten cuidado porque en exceso puede fatigar a nuestra cerebro.
Además, el amarillo lo relacionamos con la convicción y con la capacidad para tomar decisiones. Por ello, es un color que se emplea mucho en ambientes laborales para intentar fomentar un aumento de la productividad.
Significados negativos del color amarillo
No es oro todo lo que reluce y el amarillo no es una excepción. Aunque es un color asociado con la alegría, también puede evocar emociones negativas si se utiliza en exceso o en contextos inapropiados. Algunos estudios sugieren que puede causar ansiedad, especialmente en tonos muy brillantes o cuando se emplea en grandes superficies.
Otras personas también vinculan este color con sentimientos negativos como la envidia o los celos. Esta conexión es meramente cultural y se debe a que en la edad media se utilizó el amarillo como símbolo de traición y cobardía.
¿Por qué el amarillo da mala suerte?
Habrás oído que el color amarillo es símbolo de mala suerte tanto en la televisión como en el teatro. Por eso muchos artistas se han negado a utilizarlo en galas importantes o en el escenario. El origen de esta superstición lo encontramos en el siglo XVII.
La creencia popular cuenta que Molière, durante una de sus últimas actuaciones en 1673, interpretó su obra El enfermo imaginario vistiendo un traje amarillo. Durante la representación, cayó gravemente enfermo y, pocos días después, murió. A raíz de este trágico evento, se extendió la idea de que el color amarillo traía mala suerte a los actores que lo vestían en el escenario.