Contenido
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- 1 ¿Cuáles son las razones psicológicas detrás de revisar el correo con frecuencia?
- 2 ¿Qué impactos psicológicos tiene la costumbre de revisar el correo constantemente?
- 3 Posibles estrategias para reducir este hábito
En muchos entornos laborales, revisar el correo se transformó en una acción casi automática. No importa la hora, el lugar o el estado de ánimo: el impulso aparece, el dispositivo se desbloquea y, con unos pocos clics, se accede nuevamente a la bandeja de entrada. Esta conducta repetitiva, aunque aparentemente funcional, encierra múltiples razones psicológicas.
Las expectativas del entorno laboral, las emociones asociadas a la recepción de mensajes y la necesidad de validación o control influyen de forma significativa en este comportamiento.
¿Cuáles son las razones psicológicas detrás de revisar el correo con frecuencia?
La costumbre de revisar constantemente el correo está muy lejos de tratarse sólo de una cuestión organizativa o de eficiencia. Revisar el correo forma parte de una dinámica más compleja y estas son algunas de las razones psicológicas que podría haber detrás:
- Miedo a quedarse atrás: uno de los motivos más extendidos es evitar acumular mensajes pendientes. Abrir el correo durante la noche o en los momentos de descanso responde, muchas veces, al deseo de no comenzar el día siguiente con una lista interminable de asuntos por resolver. Cada mensaje nuevo puede implicar una decisión que requiere atención y energía, por lo que anticiparse a estas tareas parece, en principio, una estrategia de alivio.
- Evitar tareas más exigentes: la mente tiende a buscar el camino más sencillo. Revisar el correo implica acciones repetitivas y predecibles. Esto lo convierte en una actividad mentalmente menos demandante en comparación con tareas que exigen concentración prolongada. La sensación de estar ocupado puede ser engañosa, ya que no necesariamente implica productividad.
- Deseo de ser considerado diligente: responder rápidamente a los correos se interpreta como una muestra de compromiso. Esta percepción puede volverse un arma de doble filo: establecer una pauta de inmediatez genera presión para mantenerla. Cualquier retraso, aunque sea mínimo, puede ser interpretado como un cambio de actitud o un descuido, lo que alimenta la necesidad de seguir revisando constantemente.
- Temor a perder oportunidades: el FOMO (miedo a perderse algo, por sus siglas en inglés) también actúa. La posibilidad de recibir un mensaje relevante o con información valiosa en cualquier momento lleva a muchas personas a mantenerse atentas, aun fuera del horario laboral. Esta ansiedad por no dejar pasar algo importante refuerza el hábito.
- Comportamiento automático: con el tiempo, la acción de revisar el correo puede transformarse en una rutina inconsciente. Se vuelve un gesto mecánico durante las pausas, al iniciar el ordenador o mientras se espera el inicio de una reunión. Lo que comenzó como una práctica útil, se convierte en un acto reflejo, difícil de modificar.
- Manejo de la ansiedad: en situaciones de estrés o incertidumbre, consultar la bandeja de entrada ofrece una forma de distracción. Llenar los momentos de inactividad ayuda a evitar pensamientos incómodos o preocupaciones. Sin embargo, este alivio es temporal y contribuye a generar una dependencia que interfiere con la desconexión real.
- Drenaje mental constante: cada vez que se recibe un correo, aunque no se responda de inmediato, se activa un proceso de evaluación. ¿Es urgente? ¿Merece atención? ¿Se puede ignorar? Estas decisiones, aunque breves, consumen energía cognitiva. El agotamiento no se produce por la cantidad de correos en sí, sino por la repetición continua de estos microprocesos.
¿Qué impactos psicológicos tiene la costumbre de revisar el correo constantemente?
Diversos estudios han evidenciado que revisar el correo de manera habitual fragmenta la atención y reduce la capacidad de realizar tareas profundas. La productividad no aumenta; al contrario, se ve limitada por las constantes interrupciones.
También se ha observado un vínculo con mayores niveles de estrés. Especialmente cuando el correo incluye mensajes con demandas, plazos o conflictos, el acceso frecuente multiplica la exposición a factores estresantes.
En contextos laborales con horarios difusos o trabajo remoto, este hábito debilita la frontera entre lo profesional y lo personal. La sensación de estar permanentemente disponible puede derivar en fatiga, dificultad para desconectar y síntomas de agotamiento emocional.
Una investigación publicada en Academy of Management Best Paper Proceedings concluyó que incluso quienes no responden correos fuera del horario laboral, pero sienten que deberían hacerlo, experimentan más ansiedad y menos bienestar. El efecto, además, se extiende a sus parejas, quienes reportan mayor tensión y menor satisfacción en la relación.
Posibles estrategias para reducir este hábito
A pesar de que muchas recomendaciones insisten en revisar el correo solo una vez por hora o establecer horarios específicos, su efectividad depende de comprender primero los factores que impulsan el hábito. Algunas estrategias útiles incluyen:
- Identificar momentos de no revisión: por ejemplo, durante descansos, trayectos o antes de comenzar una tarea importante.
- Aumentar gradualmente los intervalos de revisión: si se consulta cada 30 minutos, intentar extenderlo a 40.
- Usar herramientas de monitoreo: aplicaciones como RescueTime permiten visualizar cuánto tiempo se dedica a este hábito.
- Programar respuestas fuera del horario laboral: utilizar funciones de envío diferido para responder sin reforzar la expectativa de inmediatez.