¿Qué significa caminar con los hombros encorvados, según la psicología?

La forma en que caminamos refleja nuestra seguridad, estado de ánimo y cómo nos perciben los demás

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Hombre caminando con los hombros encorvados.

No sólo hablamos con palabras, también con la forma en que nos movemos. Por ejemplo, algo tan simple como sentarse al borde de la silla puede mostrar interés, mientras que recostarse con desgano transmite indiferencia. Pero si hay algo que realmente deja en evidencia lo que sentimos, es la postura al caminar.

Alguien con la espalda erguida y el pecho abierto proyecta confianza. En cambio, unos hombros caídos y la mirada baja reflejan agotamiento, inseguridad o desánimo. Sería extraño que fuera al revés. El cuerpo no miente, y por más que intentemos disimularlo, la postura siempre termina contando la verdad.

El impacto emocional de caminar encorvado

Cuando una persona mantiene los hombros caídos y la espalda encorvada, su cerebro recibe señales que refuerzan emociones negativas. Esto puede estar vinculado a distintos factores psicológicos:

Consecuencias en la salud física y emocional

Más allá de la imagen que proyecta, caminar con los hombros encorvados afecta tanto la salud emocional como la física. La tensión acumulada en la parte superior del cuerpo puede generar molestias en la espalda, el cuello y los hombros. También limita la capacidad pulmonar, dificultando una respiración profunda, lo que influye en la energía y el bienestar general.

Además, la postura impacta la producción hormonal. Estudios han demostrado que una posición encorvada puede aumentar los niveles de cortisol, la hormona del estrés, mientras que una postura erguida favorece la producción de testosterona, vinculada con la confianza y la determinación.

¿Cómo corregir la postura y mejorar la seguridad en uno mismo?

Mantener la espalda recta y los hombros abiertos contribuye a fortalecer la autoestima y a generar una sensación de mayor seguridad. Para lograrlo, es clave:

Caminar con los hombros abiertos y la espalda recta mejora la postura y, al mismo tiempo, cambia la percepción que tenemos de nosotros mismos y la que proyectamos a los demás.

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