La relación entre los niños y las recompensas es un tema que preocupa a muchos padres, y las chucherías suelen ocupar un lugar central en sus preocupaciones. Premiar a los pequeños con dulces puede parecer un gesto inofensivo para reforzar sus buenas conductas, pero los psicólogos advierten que esta práctica puede tener consecuencias negativas a largo plazo. Este hábito puede influir en la relación que los niños desarrollan con la comida, afectando su comportamiento y sus decisiones en el futuro.
El uso de chucherías como recompensa refuerza una conexión emocional entre el logro y el consumo de azúcar, un vínculo que no siempre es fácil de deshacer. En lugar de ver los dulces como un alimento ocasional, los niños pueden asociarlos con éxito, consuelo o cariño, lo que podría derivar en patrones alimenticios poco saludables. Además, esta práctica plantea preguntas sobre qué tipo de motivaciones estamos fomentando en los más pequeños: ¿están aprendiendo a valorar el esfuerzo o sólo a esperan un premio?
Comprender las implicaciones de premiar con chuches puede ser el primer paso para optar por alternativas más saludables y efectivas. La psicología ofrece estrategias que refuerzan el buen comportamiento y que ayudan a los niños a desarrollar una relación equilibrada entre la comida y la recompensa.
Los motivos por los que no debes castigar o premiar a los niños con comida
Cuando ofreces a tus hijos recompensas con chuches, lo que estás enseñándoles es a gestionar las emociones a través de la comida y asociar determinados alimentos como negativos y otros como positivos. Este comportamiento puede generarles problemas a largo plazo, porque terminarán asociando sus conductas con el ‘privilegio’ de comer un dulce.
La psicóloga Lidia García Asensi señala en PsicologíayMente.com que «los alimentos sirven principalmente para nutrir y no son un regulador de estrés, ansiedad, ni de emociones negativas que nos hagan sentir un malestar«. Por otra parte, subraya que si realizas esta asociación con los niños, traerás problemas futuros.
Por ejemplo, muchos padres, cuando sus hijos están inquietos, les ofrecen galletas para que se calmen. Con esta actitud están mandando diferentes mensajes como que les molesta que estén así y no saben gestionarlo. Estos comportamientos acabarán fomentando a largo plazo el hambre emocional.
Es normal que los niños estén aburridos, inquietos y que tengan rabietas. Los padres son los encargados de calmarlos y si lo hacen a través de la comida están «anestesiando, suprimiendo y distrayendo los estados emocionales negativos de sus hijos», afirma la experta en psicología.
Si se calman con chuches u otros alimentos desde pequeños, cuando sean adultos y se enfrenten a situaciones abrumadoras, calmarán su malestar con la comida. Utilizando dulces u otros procesos como premios no debería ser frecuente. Además, son alimentos poco saludables.
«Cuando ponemos en marcha este tipo de conducta no solemos acudir a alimentos sanos como frutas o verduras, sino como dije anteriormente acudimos a alimentos ricos en grasas y azucares. ¿Qué ocurre después de la ingesta? A corto plazo la ingesta calma, pero a largo plazo aparece culpa por el atracón realizado«, señala García Asensi.
Si queréis que la conducta de vuestros hijos mejore, lo mejor será explicarles y enseñarles por qué deben comportarse de un modo u otro. Como conclusión, esta especialista subraya la importancia de la «alimentación y el afecto».