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Dormir es una función biológica esencial que impacta en múltiples aspectos de la salud, incluyendo la función cognitiva. En los últimos años, diversas investigaciones han señalado la relación entre la calidad y cantidad de sueño, y el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas, como la demencia. Aunque tradicionalmente se ha recomendado dormir entre siete y nueve horas diarias para mantener una salud óptima, estudios recientes indican que el déficit o el exceso de sueño pueden aumentar el riesgo de deterioro cognitivo. Diversos videos de Youtube como el de Mathew Walker explican cuál es la cantidad exacta de horas que debemos dormir para reducir este riesgo se ha convertido en un área clave de investigación en neurología y medicina del sueño.
El envejecimiento de la población ha convertido la demencia en un problema de salud pública mundial. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la actualidad hay más de 55 millones de personas en el mundo que viven con esta enfermedad, y se espera que esta cifra se triplique en las próximas décadas. La demencia se caracteriza por una progresiva pérdida de las funciones cognitivas, afectando la memoria, el razonamiento y la capacidad de realizar actividades diarias. Aunque existen múltiples factores de riesgo, desde la predisposición genética hasta los hábitos de vida, el sueño parece jugar un papel crucial en su desarrollo. Recientemente, estudios han demostrado que una mala higiene del sueño puede contribuir a la acumulación de proteínas beta-amiloide y tau en el cerebro, ambas vinculadas al Alzheimer, la forma más común de demencia. Dormir menos de seis horas por noche durante largos periodos de tiempo se ha asociado con un mayor riesgo de deterioro cognitivo.
La cantidad de horas de sueño necesarias para prevenir la demencia
Un estudio publicado en la revista Nature Communications concluyó que las personas que dormían menos de seis horas a los 50 y 60 años tenían un 30% más de probabilidades de desarrollar demencia en comparación con aquellas que dormían entre siete y ocho horas. La falta de sueño no solo impide el descanso cerebral, sino que también interfiere con procesos clave como la eliminación de toxinas acumuladas en el sistema nervioso central.
Durante el sueño profundo, el sistema glinfático, encargado de eliminar residuos del cerebro, se activa y permite la limpieza de proteínas tóxicas asociadas con la neurodegeneración. Si el tiempo de sueño es insuficiente, este mecanismo no funciona correctamente, favoreciendo la acumulación de placas beta-amiloide. Además, la privación crónica del sueño afecta la regulación de la glucosa en el cerebro y promueve la inflamación, dos factores vinculados con el deterioro neuronal.
Dormir en exceso tampoco es la solución
Si bien dormir poco representa un riesgo, exceder las nueve horas diarias tampoco es recomendable. Investigaciones del European Sleep Research Society han evidenciado que las personas que duermen más de nueve horas regularmente pueden experimentar una reducción en la conectividad cerebral, lo que afecta la memoria y el procesamiento de la información.
Un estudio realizado por el University College London, que analizó datos de más de 8.000 adultos mayores, estableció que quienes dormían más de nueve horas tenían un mayor riesgo de desarrollar demencia en comparación con quienes dormían entre siete y ocho horas. Aunque no está completamente claro por qué el exceso de sueño puede ser perjudicial, los expertos sugieren que podría ser un indicador de un problema subyacente, como una inflamación crónica o enfermedades cardiovasculares que también impactan la salud cerebral.
El impacto del sueño en la memoria y el aprendizaje
Uno de los procesos más afectados por la falta de sueño es la consolidación de la memoria. Durante la fase de sueño profundo, el cerebro refuerza las conexiones neuronales necesarias para almacenar recuerdos a largo plazo.
Un estudio del Centro Europeo de Neurociencia Cognitiva reveló que quienes duermen menos de seis horas presentan una reducción en la capacidad de retención de información hasta en un 40%. Este hallazgo subraya la importancia del sueño no solo para prevenir la demencia, sino también para optimizar el rendimiento cognitivo a lo largo de la vida.
Por otro lado, el sueño REM, la fase en la que ocurren los sueños más vívidos, también desempeña un papel clave en la creatividad y la resolución de problemas. Estudios han demostrado que la interrupción frecuente del sueño REM afecta la capacidad de establecer conexiones entre conceptos, reduciendo la agilidad mental. Esto explica por qué la privación de sueño prolongada no solo genera fatiga, sino que también deteriora la toma de decisiones y la capacidad de resolver situaciones complejas.
Incorporar actividad física diaria, que favorece la regulación de los ritmos circadianos.
El sueño es un pilar fundamental en la salud cerebral y su impacto en la prevención de la demencia es innegable. Dormir entre siete y ocho horas por noche parece ser la clave para reducir el riesgo de deterioro cognitivo, mientras que tanto la privación como el exceso de sueño pueden ser perjudiciales.